Alfredo Zitarrosa, una crónica uruguaya
A fines de enero de 1969 los uruguayos que sintonizaban el panal 5 de televisión serían sorprendidos por un abrupto corte en, la transmisión., Los «desperfectos técnicús» coincíj ieron con uná milonga de Daniel- Viglietti, A desalambrar; un sintoma más de la rígida política desencadena desde 1968 sobre la Suiza de Améríca.Tal proceso político que llega hasta nuestros días, quebraría-la imagen democrática y,el relativo bienestar del país. rioplatense, -d ejando ver, sin oc ' ultamientos, su verdadera cara. El tribunal. Ruselldaría cuenta que.avasaliadas las. más elementales libertades la -tortura reemplazaría a la política; con la excusa de la «luc.ha antisubversiva» se emprende ria una verdadera guerra santa-cuyas consecuencias se verían reflejadas en el masivo éxodo y en la postración económica. Tomando los escasos datos oficiales del Censo de Pobla~ ción y Vívienda realizado en mayo de 1,975, podemos deducir una emigración de un 30 por 100 de la población activa, 300.000 personas con alta capacidad técnica. El 19,4 por 100 de la población activa que aún habita el Uruguay trabaja menos de treinta, horas semanales; de las 290.000 familias que viven en Montevideo, un-as 100.000 perci,ben un ingreso menor al salario mínimo. oficial.
La canción popular -por oposición a la llamada música Polklórica- constituye una creación contemporán.ea, producto de la alparición de las ciudades y, con ellas, d e un cierto grado de diversificación social. A nadie, entonces, puedeextrañarle que recoja el acontecer histórico y, a medida que ello ocurre, la canción vaya fórmulando su propia historia. En Uruguay, sin embargo, tal proceso está plagado de rupturas y retrocesos. Quizá por tratarse de un país en que el sector terciario es francamente mayoritario, la canción popular no ha tenido allí el desarrollo que podemos encontrar en sus vecinos Brasil y Argentina. Así, la aparición de Zitarrosa, Viglietti, Los Olimareños, José Carbajal, Héctor Numa Moraes y Rodolfo Dacosta irrumpe a partir de una revaloración, delo latinoamericano, indagaen lo so-cial apremiada por la crisis que sácude al país, se torna política debido a la progresiva radicalización de
la clase media.
Alfred o -7 i t pre ad o en
195 9 por s, w- poctica,
galardoí,.~""do ~r la Aso
ciación país, me-
dalla de plata del P ~.;tival Láti
noamericano del Folklore-, -es casi
un desconocido en nuestro país, a
pesar M par de long-plays editados por la RCA española. En sus muchas grabaciones intentará que la canción recree en el oyente una sensibilidad que le permita comprender el significado latente en la misma. Adagio en mipaís es, probablemente, la can.ción ciu- ~tiejor explicita su propuestit, :1 ~;iritco, su Chamarrita de In,~ ~,ii.,~"¿cos «que alguien quiso r, itar -afirma en la contrati~,,-~ Ino de sus discos grabados ~ '-t , ~tgentina- como una porfía entre 'castristas' Y 'castrenses', cuando la verda~lf,,,-, divisoría pasa entre el,imp,,í-ío y sus colonias, entre el pueblo y nuestras respectivas oligarquías apátridas, desde el Atlántico al Pacífico», da, cuenta de una caracterización política que no toda la izquierda latinoamericana comparte. Por otro lado, como apunta María Ester Gilio en una entrevista'con el cantante, desconfía del público adicto a cierto tipo de ca.nción: «Puede servirle para hacer catarsis ,en la gala e irse a dormir tranquilo. La misma desconfianza me inspiran los cantores que tiran tiros conla guitarra y luego tiemblan en la ,escalera».
Así como muchos uruguayos han emigrado por causas políticas y económicas, con todo el movimiento musical iniciado en la década del sesenta ocurrió lo mismo. Hace unos meses Zitarrosa pasó por España y, sorpresivamente, recaló con sus guitarreros en Directísimo.Vaya por Dios. De vuelta en. Argentina, dicen que pronto volverá a Europa.
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