Los olvidados
A juzgar por una fotografía publicada en EL PAIS, los refugiados políticos que el 14 de agosto ocuparon el consulado de España en París no debieron de expatriarse hace muchos años. Su juventud lo está diciendo.Pero hay otros refugiados españoles residiendo en Francia nada menos que treinta y siete años. Son el resto, numeroso todavía a pesar del tiempo de aquel impresionante éxodo cercano al medio millón que cruzó los Pirineos en el invierno de 1939. Son los que conocieron entonces los campos de concentración improvisados sobre inhóspitos arenales de la costa, entre alambradas, guardias móviles y soldados senegaleses. Son los que hoy, ya no jóvenes sini muy viejos, arrastran su decrepitud por tierras de Francia o sobreviven recluidos en asilos de ancianos.
En esos asilos murieron no pocos refugiados, entre los cuales había algunos que no fueron antes en España simples desconocidos. En el Beau Séjour de Hyeres acabaron sus días Miguel Buiza, que fue almirante de la flota republicana durante la guerra, el coronel de aviación Angel Pastor, José María Puyol, autor de ensayos y novelas. Pero los supervivientes de hoy ni siquiera figuran en ese grupo, y mucho menos entre los personajes más destacados de la emigración que fueron desapareciendo en la misma Francia (Machado, Azaña, Largo Caballero, Negrín), dispersos por Europa (Castillejo, Araquistáin, Díaz) y sobre toda América (Bolívar, Cabrera, Giral, Prieto, León Felipe. Bosch Gimpera, Gaos, Juan Ramón Jiménez, Casals, Fernando de los Ríos, Salinas, Pi y Sunyer, Jiménez de Asúa), cuando no de vuelta en España, unas veces por motivos personales (general Rojo, Américo Castro), otras entregados por las autoridades de Vichy para ser condenados por las españolas a la pena capital (Companys, Zugazagoitia).
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