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El difícil oficio de ser libre

¿Qué entiendes tú por libertad?, me preguntaba hace unos días un buen amigo mío, viejo militante de una izquierda avanzada y clandestina. Y le dije que no podría contestarle porque él seguramente no me entendería. El, como tantos otros de su ideología, creen que el escritor debe apoyar siempre la libertad del pueblo, la democracia del pueblo. A mí, naturalmente, me gusta la libertad del pueblo, la democracia del pueblo. Pero no puedo apoyar una libertad que un día u otro encontraría limitaciones. Le dije que estaba con el escritor griego Nikos Kantzanzaki, porque fue un hombre que amó siempre la libertad total, un hombre que, con su prosa nerviosa, escribió un libro sobre la revolución soviética, considerándola, en su primer empuje, como «una llamarada de Dios». Era hermoso ver desaparecer una tiranía, y el escritor mencionado hacía un canto glorioso de los hombres revolucionarios. Pero luego sentía como algo de pena por esos hombres revolucionarios, quizá pensando que ya no podrían, en el futuro, emplear su empuje guerrero, sino someterse a una sociedad planificada.Es muy difícil el oficio de ser libre. Cuando uno vive en un régimen cuya estructura legal condiciona la libertad, natural es que, manifestándose o no, sea de la oposición. Y entonces, los del otro extremo, te esperen con los brazos abiertos para ofrecerte «su» libertad, la libertad que el régimen opresor resta o anula. Y por eso, tantas veces, desde un punto quieto, desde un círculo oprimido, saltamos al círculo opuesto. Los ideólogos marxistas saben mucho de esto. Las masas saltan, se van, cansadas del cinturón que las rodea y sujeta, a formar parte de otro círculo, donde existe, naturalmente, una libertad de la que antes no disfrutaban. Pero no todos podemos dar ese salto, y no podemos porque la libertad total (algunos confunden con anarquismo o libertinaje, Dios mío...) quizá tampoco esté ahí.

Esencial

Para el escritor, como para todo hombre responsable y consciente, la libertad es lo más esencial para su realización como ser humano. Pueden existir sociedades llamadas libres, respecto a una ideología estructurada y planificada pero no puede existir una libertad total para el hombre que desea vivir conectado con todas las esencias humanas y divinas.

Es fácil dar el salto, convertirse en avanzado de una ideología condenada todavía a manifestarse en la oposición. Al escritor, entonces, se le mima, se le quiere y se le cuida en determinadas esferas. Puede viajar al Este convencido de que encontrará un mundo hermoso, y que, de alguna forma, le estarán ganando para que hable o escriba con elogio de lo que está viendo. Pero eso, con ser mucho, no lo es todo, o no puede serlo todo.

El escritor, que busca independencias totales, que quiere ser libre y desea para la sociedad donde vive una política plural y libre, no ve enemigos en los ideólogos marxistas, ni en los líderes del comunismo, aunque a veces teme la vehemencia de cualquier extremo. El escritor -en mi caso concreto- desea una sociedad participadora en todo quehacer nacional. Detesta los gritos, las violencias, los extremismos. Nunca será héroe ni líder, porque antes de gritar las aleluyas de un texto demagógico, y antes, sobre todo, de alzar bandera bunkerista o revolucionaria, prefiere el silencio, incluso el abandono por parte de aquellos que no se molestan mucho en comprenderle.

¿Cómo vamos al encontrar, nosotros y todos los hombres sensatos, la libertad que deseamos, que queremos? ¿A qué bandera tendremos que arrimarnos? ¿Qué líderes, que políticos, qué textos, que leyes nos podrán llevar a una sociedad armónica y sin violencias? ¿Qué hombres son capaces de jugar con los otros hombres, hermosamente, deportivamente, exponiéndose, en ese juego, a la ganancia o a la pérdida? ¿Qué libertad racional, humana, culta, podrán traernos unos y otros, cuando los vemos agazapados tras su bandera, oscura o de un rojo encendido? ¿Es que el pueblo tiene, forzosamente, que buscar «sólo» una libertad para el pueblo, sin poder, en su esfuerzo, contribuir a una libertad amplia y total?

Compleja

¿Qué entiendes tú por libertad?, me preguntó el buen amigo de izquierdas. Mi libertad es compleja, por sencilla. Mi libertad, la que deseo para mí, los míos y mi pueblo, es la libertad de la participación, de la convivencia, del progreso, de la justicia social, de... Entonces tú deseas la libertad del pueblo, tú eres o puedes ser un escritor del pueblo.

No. Es decir, sí y no. Porque podría, en una sociedad planificada, cantar siempre a un pueblo que, consiguiendo libertades sociales, quizá añorase libertades espirituales. Por eso, amigo, la libertad que yo pretendo es como una libertad que castigan negros y rojos, una libertad para hombres que sufren, una libertad, en suma, para hombres que razonan y que, sin pedirle peras al olmo, creen que, sin egoísmos e intereses propios, conseguiríamos entre todos, ahora que el país, rompiendo el círculo de las oscuridades, podría, si no lo aplastamos, abrirse y damos, dándole nosotros, esa libertad, tan simple y tan importante, que yo deseo, que yo necesito.

Eso es lo que yo entiendo por libertad, amigo: democracia civilizada, y hombres que sepan jugar y perder, dándose un apretón de manos luego del debate. Irse a una orilla u otra sería como seguir atado, y de eso ya está uno, más que aburrido...

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