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Tomadura de pelo en Alcalá

No empezó la feria de Alcalá de Henares, como estaba previsto que sucediera ayer, porque llovió. O porque a los rejoneadores que estaban anunciados les dio un ataque de melindres y optaron por no salir al mojado ruedo. El ruedo estaba mojado, sí, en parte, mas no impracticable. El ruedo, digan lo que quieran los rejoneadores, opine lo que opine la autoridad, estaban en perfectas condiciones para la lidia, según vimos y, según vio todo el público.El público, buenas gentes alcalaínas, daban palmas de tango y gritaban «¡Cuento, cuento!» desde las seis y media de la tarde, hora señalada para el comienzo del festejo. Ninguna noticia sobre la demora. A las siete menos cuarto salieron tres mozos con mono y azada y cavaron un agujero en el centro del ruego. El cielo se despejaba para raso. Había llovido mucho una hora antes, sí, pero la arena se secaba. Ni un charco en la arena. Para aprovechar las palmas de son, uno del tendido se bailaba una rumba. A las siete y cinco, primera y definitiva noticia un cartel anunciaba que se suspendía la función «por considerar los rejoneadores que el ruedo no estaba en condiciones». ¿Ruedo o taquilla? Pero quien suspende una corrida no son los toreros, ni siquiera la empresa, sino la autoridad. ¿Pisó la autoridad el ruedo de Alcalá, y si lo pisó, vio charcos, se le mojó el calzado?

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