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Tribuna:COMUNICACIÓN
Tribuna
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El desnudo en las revistas españolas

El mundillo de las revistas gráficas españolas se incorpora, tímida y estratégicamente, pero sin pausas, a la generosa exhibición anatómica femenina -junto a algún maduro varón- paralela a la que practican publicaciones extranjeras, todavía invisibles teóricamente en nuestro país, como Playboy, Lui, Penthouse, Mayfair, y otras menos exquisitas. Era inevitable que la industria del «encanto», de la «pornografía» o de la «carne» -llamésela como se quiera-, probara también fortuna en nuestros pagos. Ante cuestiones nacionales real y verdaderamente acuciantes y decisivas, esta invasión de cuerpos desnudos (moderada, por ahora, y dentro de un orden no escrito que marca «hasta donde se puede llegar»), es un problema marginal e insignificante, por supuesto, pero no desprovisto de un cierto interés comunicativo.Para muchos, la presencia o ausencia del desnudo -el término destape envuelve una actitud maliciosa que, en principio puede asociarse con el cuerpo humano, pero no necesariamente-, es indicio cierto de apertura política, y, yendo más allá, de libertad general, mientras para otros ha sido el mal por excelencia.

Trasfondo político

El trasfondo político del tema -las conquistas expresivas sólo son posibles en una situación de mínimas libertades públicas- no es ajeno a una mayor humanización de las costumbres que hubiera sido inimaginable hace sólo una década. La tolerancia ante el desnudo impreso y difundido mayoritariamente (fenómeno distinto del «nudismo» como norma de convivencia en determinadas comunidades, aunque no dejen de existir concomitancias), se ve todavía amenazada, entre nosotros, por una legislación represiva, heredera de otras circunstancias, y por la ambigüedad de los términos claves utilizados por defensores y enemigos de estas manifestaciones: erotismo, pornografía, belleza, obscenidad, espontaneidad, peligrosidad...

El hecho está demasiado anclado en nuestros fantasmas colectivos y no puede ser resuelto de forma simplista, es necesario el concurso de especialistas -sociólogos, moralistas, juristas, psicólogos-, para evitar una respuesta unilateral y acientífica.

Una muestra clara de la actitud variable de la Administración, es la diferencia entre los distintos medios -cine, prensa, teatro, revistas...- en relación con el tema. Lo que hace años se autorizaba ya en películas y espectáculos teatrales todavía no era enteramente viable en las páginas impresas, lo cual sume al inocente espectador en incongruentes reflexiones sin salida.

Desde un punto de vista estrictamente comunicativo -sin entrar en el aspecto clave, es decir, los efectos del desnudo en la audiencia-, es preciso destacar la abrumadora mayoría de imágenes fotográficas sobre los dibujos, a la hora de recoger para la posteridad esta oleada de cuerpos en libertad. Esto puede tener que ver con la vieja y mágica creencia popular de que las fotografías son equivalentes a la realidad, sucedáneos imposibles de una experiencia concreta y tangible.

En torno a estas epidermis mostradas en generosas proporciones se ha constituido un complejísimo sistema expresivo que no se deja encerrar en un molde único, sino que reviste multitud de matices y grados. El primero es la tradicional picardía, más o menos verduzca según las posibilidades, que pasa a la vieja psicálisis enternecedora o al quiero y no puedo -las modelos se tapan lo que la naturaleza les permite, con ayuda de brazos y contorsiones funambulescas, más objetos y velos estratégicamente dispuestos- hasta desembocar en la oferta corporal directa y sin tápujos en que nos encontramos, cuya última fase es el catálogo ginecológico o el tratado gráfico de la gimnasia sexual a duo.

En la explotación comercial del desnudo, en revistas gráficas encontramos dos planteamientos principales: la copia más o menos sofisticada de fórmulas nacidas en las publicaciones especializadas extranjeras -flous, atmósferas recargadas, decoración suntuaria, gestos estereotipados moderadamente sugerentes...-, frente a imágenes planas, realizadas sin el menor cuidado, «a lo que salga», iluminadas por una luz directa, sin matices, que revela cuerpos seleccionados sin rigor estético.

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