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Entrevista:

" El Estatuto de 1932 es una solución que conviene no sólo a Cataluña sino a toda España"

Josep Tarradellas nació hace setenta y siete años en Cervello (pueblo de 1.700 habitantes), en la provincia de Barcelona. A los veinte años empezó a colaborar con el coronel Francesc Maciá, quien llegaría a ser, en 1931, el primer presidente de la Generalidad de Cataluña. En 1931, Tarradellas es designado secretario general del recién fundado partido Esquerra Republicana de Catalunya, cargo que debería desempeñar durante veintiún años. Al mismo tiempo es designado por Maciá conseller (ministro) de Gobernación del primer Gobierno autónomo de Cataluña. También es elegido diputado a las Cortes constituyentes de la Segunda República. En 1933, Tarradellas rompe con Francesc Maciá, por considerar que el traspaso de poderes del Gobierno central al de la Generalidad se efectuaba demasiado lentamente. Desde aquella fecha y hasta después del 19 de julio de 1936, su único cargo público es el de diputado al Parlamento de Cataluña.

Durante la Guerra Civil, Tarradellas se convierte en el más directo colaborador del presidente de la Generalidad, Lluís Companys. Así, preside cuatro Gobiernos de la Generalidad, y durante toda la guerra ocupa diversas carteras ministeriales, a menudo acumuladas al cargo de presidente (Economía, Servicios Públicos, Hacienda, Gobernación y Cultura).

Fusilado Companys en Barcelona el 15 de octubre de 1940, la presidencia de la Generalidad quedó vacante. El 7 de agosto de 1954, Tarradellas fue elegido en el exilio presidente de la Generalidad por los diputados del parlamento de Cataluña.

Desde el fin de la guerra, Josep Tarradellas, había intentado buscar puntos de coincidencia entre las diversas tendencias políticas catalanas. En este sentido contribuyó a crear -el 6 de enero de 1945-, la Solidaritat Catalana, frente común en el que participaban desde la Lliga catalana hasta sectores de extrema izquierda.

Paralelamente, Josep Tarradellas protagonizaba encuentros personales delicados que ahora pueden ser revelados por vez primera. Concretamente, en 1945 se entrevista con Félix Millet, importante financiero catalán, colaborador del gobierno de Franco. En 1948 se entrevista con Miguel Mateu, íntimo amigo y colaborador directo del general Franco, primer alcalde de Barcelona en 1939 y embajador en Francia hasta 1945. Finalmente, en 1965 se entrevista con José María de Areilza, conde de Motrico.

Durante su largo exilio, Josep Tarradellas no ha renunciado ni delegado ninguna de sus responsabilidades. Solamente a finales de la década de los cincuenta, Tarradellas estuvo dispuesto a delegar la representación de la Generalidad en el interior al prestigioso historiador Jaume Vicens Vives. Este hecho -que ahora EL PAIS ha sido autorizado a revelar por vez primera-, quedó truncado por la muerte de Vicens Vives en julio de 1960.

En la actualidad, la autoridad de Josep Tarradellas es reconocida por la Assemblea de Catalunya, el Consell de Forces Politiques de Catalunya y por numerosos partidos situados a la derecha de ambos organismos: Lliga Liberal Catalana, Accio democrática y otros.

Pese a este reconocimiento, Tarradellas es consciente de que hay que buscar nuevas fórmulas que permitan avanzar en el terreno político. Este es el primer tema de la conversación.

«Creo que antes que nada hay que distinguir entre la oposición catalana y la española. Querer unirlas sería algo contradictorio.

Ninguna de las varias oposiciones españolas que en la actualidad existen. Cataluña, ahora, se ha de entender con el Gobierno. Si España acepta la Monarquía los catalanes no hemos de pretender hacer la revolución ni la guerra para imponer otro régimen en España.»

-¿Opina usted que Cataluña debe estar por encima de las contingencias políticas y entenderse con el poder central, sea cual sea éste?

-Así lo creo. Esto no era posible en el período del general Franco ni tampoco antes de la actual amnistía. Pero, ahora, pese al carácter parcial de la amnistía, no hay ya ningún obstáculo para que nosotros no nos entendamos con el Gobierno actual de la Monarquía. Ello no quiere decir que nosotros no debamos poner unas ciertas condiciones. La primera condición viene dada por el respeto a nuestras instituciones, libremente concedidas por el Estado español. Me refiero, claro está, al Estatuto de 1932 y a la Generalidad que presido. Tienen que restablecerse ambas y constituirse un Gobierno de la Generalidad. En segundo término hay que ir a unas elecciones lo más rápidamente posible para instaurar un régimen democrático.

-En recientes visitas, determinados políticos catalanes le manifestaron su deseo de participar en las próximas elecciones. ¿Qué opina de esta actitud?

-Me he opuesto a los políticos que parecían dispuestos a participar en elecciones parlamentarias sin antes haber recuperado nuestras instituciones. Me he opuesto a ello y continuaré oponiéndome. La mayoría de reacciones -por no decir que todas- han sido favorables a mis criterios y, en consecuencia, opino que las elecciones en Cataluña podrían ser unánimemente boicoteadas en el caso de que se llevasen a cabo sin que antes se hubiesen cumplido las condiciones señaladas. No puede haber elecciones en Cataluña si antes no hay presidencia de la Generalidad en Cataluña, con un Gobierno autónomo constituido. Lo contrario seria una claudicación.

-¿Considera que su posición e aceptable para el resto de España y para el propio Gobierno Suárez?

-Cataluña está demostrando una gran seriedad y una gran dignidad en el terreno político. Y ello es bueno para todos. Cataluña es el único pueblo de España en el cual se da una prácticamente total unanimidad en aceptar el Estatuto de 1932, sus instituciones y su presidente. Ello constituye un elemento de tolerancia y de paz. El Estatuto de Cataluña es una solución que conviene no solo a Cataluña sino a toda España. No hay que olvidar que España fue el primer país que concedió la libertad a uno de los pueblos que la integran y ello fue un motivo de progreso para todos. Una prueba: nueve meses después de la muerte del general Franco prácticamente no se habla de él, en calmbio, treinta y siete años después de la anulación del Estatuto, todos los partidos democráticos catalanes y todo el pueblo de Cataluña lo reclaman.

-En su reciente entrevista con Jordi Pujol se habló de las posibilidades de un diálogo entre la Generalidad y el Gobierno. (Ver EL PAIS de 6 de agosto). ¿Queda ya atrás su idea de constituir una Assemblea Nacional de Catalunya, de carácter provisional, para pasar a una etapa de diálogo con el Gobierno?

-Creo que después de la amnistía todo se ha de revisar. En este sentido, es posible que la constitución de la Assemblea Nacional sea una idea que deba ser estudiada de nuevo. Creo que ahora se ha de intentar una política de diálogo con el actual Gobierno. Sin embargo, un mero deber de lealtad me obliga a decir que no puedo hacer nada en este sentido sin que antes haya hablado con las diferentes fuerzas políticas y sociales de Cataluña, entre ellas, los dos organismos unitanos existentes.

-¿Cuáles serían los principales puntos de un posible diálogo entre usted y el Gobierno?

-Uno sólo. Reconocimiento de la Generalidad de Cataluña y de su presidente. Creo que este diálogo es difícil. Pero también lo ha sido la concesión de la amnistía. Con seriedad y constancia se puede lograr. Si es posible llegar a un diálogo entre el Gobierno y la Generalidad, también lo será el hallar fórmulas jurídicas apropiadas para restablecer nuestros derechos. Lo que no es posible en absoluto es proseguir dentro del actual silencio. No es posible que Cataluña esté pidiendo unánimemente el Estatuto de 1932 y la Generalidad y que mientras el Gobierno no se dé por enterado. No solamente las izquierdas reclaman nuestras libertades y nuestros derechos sino que también lo hacen las derechas. Esta situación es insostenible y el Gobierno tiene que tomar una decisión.

-¿Cuál es su opinión respecto al Gobierno?

-Soy optimista respecto a la actitud del Gobierno. El hecho que diversas organizaciones políticas catalanas hayan sido invitadas a dialogar es muy positivo. Como lo es la actitud de Jordi Pujol, quien me manifestó que en sus conversaciones con Adolfo Suárez, defendería la idea de un diálogo con la Generalidad, como paso previo. En el anterior Gobierno ya hubo también intentos de diálogo. Personalmerite, el pasado mes de marzo recibí a personalidades políticas directamente vinculadas al anterior Gobierno.

Tarradellas expresa la posibilidad de que algunos de sus criterios sean calificados de absurdidad, pero añade «muchos hubiesen considerado, hace seis meses, una absurdidad que cien mil catalanes reclamasen nuestras instituciones en la calle, pero ello se ha dado ya». Y agrega: «quizás dentro de seis meses se vea claro que mis criterios no son absurdidades"

«En cuarenta años de franquismo me vinieron a ver una docena de catalanes a quienes se acababa de ofrecer el ser ministro. A todos les dije que no aceptaran. Sólo aconsejé a un director general que aceptase su cargo, que efectivamente se produjo.»

Valga esta anécdota, absolutamente inédita, para destacar el papel dificilmente comprensible que juega la figura de Josep Tarradellas, desde 1939 hasta ahora, salieron con su firma cuatrocientas mil cartas informativas hacia infinidad de catalanes. «En cambio -comenta- nunca he tenido tiempo para ver un debate político en la televisión francesa ... ».

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