Los errores de un buen Catálogo
De feliz acontecimiento puede calificarse la aparición del Catálogo General de Discos y Cassettes de Música Clásica, que ha sido publicado por la revista Ritmo.
Gracias a los trabajos del crítico Angel Carrascosa, junto con Angel López -analista de Informática- y Jesús Herrero -del Centro de Cálculo de Madrid- se pudo realizar en relativamente poco tiempo una labor tan complicada. Hubo de elaborarse todo un plan de creación del original del Catálogo, con el fin de programar un ordenador electrónico que lo clasificara y entregase escrito.
Como aficionado y persona muy ligada al mundo del disco debo, aun siendo consciente de las dificultades que comporta un trabajo de tal índole, exponer los defectos de esta primera edición algunos de bastante bulto.
Un catálogo español de discos debe tratar de recoger con orden toda la discografía existente en el mercado nacional. El que ahora se publica, en lo concerniente a grabaciones españolas o de música escrita por autores españoles, presenta lagunas de considerable importancia.
El máximo error radica, a mi juicio, en la exclusión de la marca Edigsa, una de las que dispone actualmente de mayor número de obras españolas grabadas. Cuenta Edigsa en su catálogo con la Antología histórica de la música catalana, una de las más serias y completas publicadas hasta la fecha en nuestro país.
Al resultar excluida esta marca del catálogo que comentamos, resulta que autores como Toldrá figuran con una sola obra (por cierto, inencontrable desde hace mucho tiempo en el mercado), y no con creaciones de tanta importancia como su ópera El Giravolt de Maigilos Sonetos para violín y piano, la versión de la orquesta de cuerdas de sus Vistas al mar, grabada por Belter, o las versiones de Victoria de los Angeles de algunas de sus canciones, todas ellas fácilmente adquiribles hoy.
Organo
Es grave la ausencia de Edigsa en el catálogo, porque además esta casa distribuye el sello Harmonia Mundi, donde se encuentra la colección más interesante de música para órgano español grabada en instrumentos históricos. Artistas como Chapelet o Montserrat Torrent se quedan fuera. Compositores como Garreta, Mompou, Donosti (la única versión de los Preludios Vascos, la de Medina, está aquí), la escuela de Montserrat, los contemporáneos catalanes, etc., sufren también las consecuencias. Hasta un músico de la importancia de Schumann, cuya integral de los Cuartetos de cuerda está publicada en álbum por Edigsa, se ve menoscabado.
Tampoco figura ningún disco de la marca Ariola (Eurodisc, Vergara), y así se nos escamotean piezas muy significativas de nuestra música, como el Concierto de Estío de Joaquín Rodrigo, o las versiones de la obra vocal de Mompou por Montserrat Caballé.
Parece como si los autores del Catálogo Polcar (éste es el nombre que se le ha dado) la hubieran tomado con la música y los músicos españoles, tal es el cúmulo de errores y ausencias raras, por otra parte, en el resto que contiene en esta parcela.
Así, por ejemplo, entre las obras grabadas de Isaac Albéniz no figura su ópera Pepita Jiménez ni el Concierto,Op. 78 para piano y orquesta, ambos a disposición de cualquier comprador. No encontraremos las Sonatas en cuatro movimientos, del padre Soler, o la Suite en la, de Julio Gómez; las zarzuelas grabadas en Carrillón (entre ellas una Marina de Alfredo Kraus), los homenajes a Chapí y Bretón de la Decca, etc.
Se nos dice que las Ocho canciones vascas, de Arambarri, son del padre Donosti, autor del texto de algunas de ellas.
El nombre de Mompou no figura en este catálogo. No se han extraído del álbum que los contiene títulos de tanta importancia para nuestra historia musical como De Profundis, de Oscar Esplá, o Canticum in P. P. Johannem XXIII, de Ernesto Halffier...
Se anuncia una segunda edición de Polcar para fines de este mismo año. Esperemos que las ausencias y los pequeños errores queden subsanados para entonces. Por lo demás, el catálogo presta una magnífica información a los buenos aficionados, perdidos hasta ahora en el maremágnum de la ya abundante discografía española.
La presente edición aparece con un prólogo de Federico Sopeña, uno de los pocos escritores y críticos que ha concedido al disco clásico la atención que se merece.
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