El tratado nuclear franco-soviético es un respaldo a la independencia atómica de París
La firma en Moscú del acuerdo destinado a evitar todo accidente nuclear, entre Francia y la URSS, dió lugar a comentarios reticentes sobre lo que caracteriza esta nueva etapa de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Las autoridades del Kremlin ya no creen, como en tiempos de De Gaulle e incluso, de Pompidou, en el «antiamericanismo» francés. A la postre, los comunistas de Moscú se inclinan del lado de la tesis de sus homólogos del PC francés, según la cual, la política militar gala tomó el camino del atlantismo.El acuerdo contra todo accidente atómico, vulgarizado quiere decir «si, por error, te lanzo una bomba, no te enfades». Concertado hace un par de semanas en París, en presencia del presidente francés, señor Giscard D'Estaing, fue firmado el pasado viernes por los dos ministros de Asuntos Exteriores, Sauvagnargues y Gromyko, en la capital soviética.
El interés del acuerdo en cuestión no se considera menor, ni mucho menos. Para Francia, de entrada, supone un espaldarazo a la independencia de su fuerza de disuasión atómica. Los soviéticos, por su lado, ya firmaron un documento semejante, en 1971, con los americanos que, más tarde, abrió las puertas a otro sobre la prevención de la guerra atómica. Todos conocen los deseos de este tipo. En los medios oficiosos de Moscú se comentaba a propósito del convenio franco-soviético: «Este puede ser el principio del proceso de la limitación de los armamentos nucleares».
De momento las cosas no llegaron tan lejos, ya que el objetivo declarado de la política francesa de defensa, no es de prevenir la guerra nuclear, sino la guerra, sin más. Por esto, la fuerza nuclear está destinada a disuadir al agresor eventual. Así, dice la doctrina militar francesa, es posible mantener «la mala paz nuclear, preferible, no obstante, a una buena guerra clásica».
De esta manera, a juicio de los franceses «se entrará en un período de distensión prolongada, que se consolidará y creará confianza inalterable entre los dos bloques». Este período, a su juicio, debe preceder al desarme. Y no al revés, como pretenden los soviéticos.
Los soviéticos aún sospechan
Lo cierto es que, a pesar de la cortesía de los discursos intercambiados en Moscú, con motivo de este acto, y a causa de ella también, no se disiparon las sospechas de los soviéticos sobre la inclinación «atlantista» de los franceses. La continuidad de la política militar de Francia, dijo Sauvagnargues, sigue determinada por tres elementos: independencia de la fuerza de disuasión, libertad de decisión y dependencia de la Alianza Atlántica. Estas «buenas intenciones, clásicas», no impidieron a Gromyko pronunciar una «amistosa» advertencia a París, contra toda «desviación de la línea trazada desde hace diez años».Franceses y soviéticos, en esta ocasión, aprovecharon para hablar del Oriente próximo, de la Conferencia Norte-Sur y, sobre todo, porque es la primera vez que lo hacen, de terrorismo. Francia, como otros países occidentales, quiere llevar el asunto a la ONU. Moscú, por boca de Gromyko, no se manifestó claramente sobre el particular.
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