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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ausencia de divismo en el Festival de Cámara, en Cambrils

He asistido, como otros años, al Festival Internacional de Música de Cámara, de Cambrils. La música de cámara es rara en España. Si exceptuamos la Semana de Segovia, de signo oficial, no tenemos en el país convocatoria de este tipo.La música de cámara guarda, sin embargo, la esencia de la mejor música.

¿Cuántas formaciones cuartetísticas de cuerda -el modelo clásico- hay en España? Los dedos de una mano sobran para contarlas. Triste situación. Ni Albéniz, ni Granados, ni Falla nos han dejado cuartetos, aunque los hay muy bellos: Canales, Arriaga, Guridi, Toldrá, Usandizaga, Conrado del Campo. Muchos otros son de autores que saludamos todos los días. Pero ¿cuántas veces se pueden oír esos cuartetos en público?

Cambrils puede ser la respuesta en el futuro.

En Cambrils se ha oído mucha y muy buena música de cámara. La pequeña localidad costera tarraconense ha pasado a ser un perfecto ejemplo de lo que puede lograrse cuando hay, al frente, un hombre que está seguro de lo que hace y lo que quiere. Este músico se llama José María Redondo, un joven violoncellista español que dejó varios años España para alcanzar una sólida formación musical.

El Festival de Cambrils es obra suya y de quienes creyeron en él, encabezados por Angel Recasens, director de la Coral del pueblo.

Con la Creación de un Patronato, más unas pocas ayudas de entidades oficiales y privadas, y la colaboración extraordinaria del Ayuntamiento (tener un alcalde culto, cuenta mucho), el Festival de Cambrils se ha situado entre las mejores y más originales manifestaciones europeas en su género.

Hay razones de peso para asegurarlo. La primera, la calidad de la programación, sin concesiones de ninguna clase. La segunda, la categoría de los intérpretes, destacados músicos llegados de todas partes de Europa, incluso de América. Pero el aspecto más peculiar del Festival radica, a mi juicio, en el ambiente musical que se vive, este año acrecentado por la celebración de un curso de música de cámara previo a los conciertos.

Epocas y estilos

En el curso, que ha durado un mes, se han trabajado en profundidad piezas de todas las épocas y estilos. Un compañerismo auténtico ha reinado entre los participantes.

Lejos está de mi intención ir a la casuística del Festival. Sólo el enunciado del programa haría poner a los entendidos cara de asombro y admiración. Aún se sorprenderían más cuando se enterasen de que en Cambrils nadie cobra ni un céntimo por actuar. Y, es curioso, nunca he visto mayor profesionalidad que la de estos jóvenes artistas, los cuales, por otra parte, son profesionales del más alto nivel, tanto en España como en sus respectivos países de origen. Para dar una idea aproximada de lo que ha pasado en Cambrils no basta con hablar de los conciertos celebrados según el programa de mano del Festival. Mayor importancia tiene esa otra música recreada puertas adentro, entre los muros del medieval castillo de Vilafortuny, residencia de los participantes, o durante los ensayos cara al público.

¡Qué maravilla, poder oír con esa entrega de los instrumentistas, a cualquier hora, las obras maestras de la música de cámara de todos los tiempos! Y conversar con ellos sobre problemas de estética, de interpretación, de estilo. Confraternizar en el arte, vivir la música como medio de entendimiento, ser mejores a través de la belleza. Esto es Cambrils. El triunfo de una juventud que está convencida de la función social de la música. Se quejan muchos de la sequedad, del carácter restrictivo, aristocrático y reverencial que tienen las manifestaciones musicales en España. Siempre les pregunto: ¿Has estado en Cambrils? Como si de un festival pop se tratase, el clima musical se vive en la calle, en las casas particulares.

-Luego van a tocar De mi vida, de Smetana; por la tarde, La muerte y la doncella, en casa de ... ; esta noche, después del concierto, leeremos el Sexteto, de Brahms; ha venido el pianista... ¿Por qué no hacemos el Quinteto de Schumann en el castillo?.

Tal vez se esté incubando un estilo Cambrils a partir de una actitud que nuestra vida musical está pidiendo, a gritos: la ausencia de divismo.

En Cambrils todos aprenden de todos. Sólo se admiten músicos deseosos de hacer algo tan sencillo, tan natural, pero tan raro desgraciadamente, como es la buena música de cámara.

¿Podrá durar mucho tiempo una convocatoria artística, hermosa y pura como el Festival de Cambrils?

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