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Reportaje:

La "Unió de Pagesos", sindicato campesino catalán de propietarios y jornaleros

Recientemente, tuvo efecto en Barcelona un acto público en el que participaron campesinos y trabajadores industriales, todos ellos agrupados en diversas organizaciones síndicales aún no reconocidas legalmente. Por parte campesina, estaba presente una sola organización, que es la única existente en Cataluña: La «Unió de Pageses» (UP). Este sindicato todavía ilegal es el mismo que jugó un papel importante en dos manifestaciones de agricultores. La del once de mayo en Tarragona (unos quince mil participantes) y la del veinticinco del mismo mes en Lérida,(unos veinte mil manifestantes).Según fuentes debidamente contrastadas, la UP agrupa a unos 1.500 campesinos, que pagan regularmente su cuota de militante sindical. A esta cifra hay que agregar unos 5.000 simpatizantes directos, que participan más o menos sistemáticamente en el desarrollo de su política sindical. Por su participación destacan las comarcas de Conca de Barberá, Baix Camp. Alt Camp, las Garrigas, y el bajo Ebro. La UP tiene muy poca implantación en la Garrotxa y Pallars.

Los primeros intentos de organizar al campesinado catalán al margen de la COSA (Cámaras Oficiales Sindicales Agrarias), tuvieron efecto a finales de los sesenta. Se trató de crear entonces unas «Comisiones de Pagesos».

En 1972, se reunieron en Vich representantes de aquellas fallidas «comisiones» con militantes de zonas rurales de partidos catalanes de izquierda y con campesinos sin filiación política definida. La reunión fue, claro está, ilegal y en ella estaban representadas doce comarcas de las treinta y ocho en que está dividida Cataluña.

Fruto de aquel encuentro fue la decisión de preparar una asamblea masiva en la que se crease un movimiento sindical y democrático de base agraria. Pero ello no fue posible hasta octubre de 1974, en que se llevó a cabo en la comarca del Penedés la asamblea constituyente de la UP. Asistieron entonces representantes de veintinueve comarcas. Ideológicamente, estaban presentes corrientes muy diversas que iban desde la izquierda más extrema hasta grupos cristianos, pasando por los comunistas y por todas las tendencias socialistas y socialdemócratas catalanas.

El problema fundacional -y también del presente- con que tuvo que enfrentarse al UP fue la heterogénea composición social del campesinado catalán. En Andalucía o en Castilla las consideraciones sociológicas posibles respecto al campo son relativamente fáciles: en la generalidad de los casos la tipología puede limitarse a considerar dos clases extremas, el gran propietario y el jornalero. Entre ambos pueden existir grandes vacíos.

En Cataluña, en cambio, casi todos los agricultores trabajan o se cuidan directamente de la tierra, desde el jornalero temporal del bajo Ebro, hasta el ganadero-propietario del Osona. Pero lógicamente, existe una conciencia social muy diversificada o, dicho en otros términos, no se da un espíritu colectivo y unitario.

«Esta heterogénea composición social -manifestaron a EL PAÍS dirigentes de UP- hace difícil proponer una transformación social del campo que corresponda a los deseos de la mayoría, a la cual deseamos representar. »

Consignas políticas que en algún lugar de España posiblemente despierten algún eco, como la de «la tierra para quien la trabaja», provocan auténticas carcajadas a los dirigentes de la UP, que dicen: En Cataluña este posible eslogan está más que superado: aquí, si el propietario no se cuida directamen te de su tierra, está obligado a abandonarla, ya que difícilmente encontrará aparceros....

La alternativa de la U P pasa inicialmente por el fomento del cooperativismo, el cual, manifiestan, comprende e interesa a todos, tanto a los propietarios como a los trabajadores. Lo definen como escuela de espíritu colectivo e inicio del proceso de transformación agraria que el país necesita. El capitalismo -agregan- intenta comprar las mejores tierras para llevar a cabo concentraciones de grandes propiedades y, proletarizar al campesinado. Un ejemplo concreto de este proceso lo tenemos en el bajo Ebro. Frente a ello, reivindicamos un marco democrático en el cual se promulgue una ley de cooperativismo, que comprenda tanto el agrario como el de consumo, puesto que necesitamos el desarrollo de ambos. Posteriormente, y siempre por la vía cooperativista, la UP -que definimos como sindicato libre, unitario y democrático- propugnaría el desarrollo de un proceso de colectivizaciones voluntarias. Nuestros interlocutores subrayan, que se trataría de colectivizaciones voluntarias, jamás forzadas.

Cambio de sistema

El campo catalán no necesita un cambio de régimen político, sino un cambio de sistema económico. En este momento -añaden- una democracia formal al estilo occidental estaría incapacitada para resolver la problemática agraria, y ello lo consideramos cierto, tanto en el caso de Cataluña como para el conjunto del Estado español. Creemos que un cambio democrático es válido únicamente en la medida en que no permita transformaciones más profundas.Para los dirigentes de la UP, el modelo a estudiar, el ejemplo a valorar, es Dinamarca. Le siguen, por este orden, Holanda y Suecia. En Dinamarca -afirman- se ha dado luz verde a la transformación socialista del campo, pese a ciertas limitaciones. Allí el ochenta por ciento de la producción agrícola es controlada por las cooperativas. Por lo que respecta a nuestro país, entendemos que aquí la transformación tendría que ser más profunda.

Para apoyar sus efectos con hechos, los dirigentes de la UP narran algo increíble. Citamos sus propias palabras: Los campesinos holandeses, que tienen la desgracia de vivir en un país sin sol, peor, pues, que el nuestro, pueden permitirse el lujo de pagarse unas excelentes vacaciones en España. Y ello, entre otras razones, porque nosotros estamos obligados a comprarles durante el invierno -a un precio carísimo- grandes cantidades de berenjenas, tomates y pimientos, que ellos obtienen mediante unas técnicas que no están a nuestro alcance.

Hechos concretos

La conversación prosigue en e terreno de los hechos concretos: Estamos importando productos de los que éramos exportadores hasta hace poco, tales como trigo, azúcar, verduras. Nos encontramos prisioneros de monopolios comerciales, de las grandes compañías que monopolizan la venta de insecticidas y abonos, cuyos precios fijan según les plazca, mientras los de venta de nuestros productos no varían. Todo ello es un gran error, ya que lleva a la muerte del campo y, según afirmaba el texto de una pancarta de nuestra manifestación de Lérida del pasado día 26: Si el campo muere, también morirá la ciudad.Como hecho sintomático del poco interés de la Administración por los problemas agrícolas, nuestro interlocutores comentan diversos acuerdos comerciales internacionales es en los que, como contrapartida de exportaciones industriales, España se comprometía a importar productos agrarios en los que había superávit en el mercado interno. Ello ejemplarizaría el desamparo de la agricultura en nuestro país.

En el diálogo se centran tres males inmediatos y concretos: la falta de mercados, precios bajos y comercialización inmoral.

Respecto a esta última dan cifras como las siguientes: Una botella de vino de la cooperativa vinícola de Vendrell la vendemos a doce pesetas. Si nos la vamos a tomar a un restaurante a diez kilómetros de distancia, la misma botella nos costará ochenta pesetas... A continuación añaden : La manzana de Lérida la vendemos a cinco pesetas el kilo y el consumidor de Barcelona la debe pagar en el mercado a cuarenta pesetas...

Sobre el tema de los bajos precios agrarios, los dirigentes de UP comentan, con ironía, cómo los agricultores franceses se manifiestan por las calles y carreteras protestando porque deben vender vino a ciento cuarenta pesetas grado-hectólitro. Aquí -añaden- nosotros tenemos que venderlo a setenta pesetas el grado-hectólitro, no creemos en absoluto que el coste de la vida en España sea la mitad del de Francia.

En relación al tercer aspecto, falta de mercados, nuestros interlocutores sitúan la principal responsabilidad en los fraudes que nos han marginado de los mercados exteriores, y, una vez más, expone un caso concreto: el descubrimiento en Suiza, hace tres años, de botellas de un presunto vino de Rioja que de la Rioja no tenía nada y de vino muy poco. En el Penedes -precisan- se dio un fraude de un millón de hectólitros, cantidad equivale a la cosecha de vino «de verdad» de toda la comarca durante un año. Todo terminó en una multa.

Ante esta situación, la UP busca una salida. Mientras lo hacen van creciendo en adheridos y simpatizantes. Los dirigentes de las Cámaras Oficiales Sindícales Agrarías nos conocen por nuestros nombres y apellidos y, nos miran con mucho respeto. Saben que estamos presentes en toda la temática agraria catalana.

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