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GENTE

Luigi Fulci,

secretario general de la Unión Italiana de Trabajadores del Espectáculo, que viajó hasta Madrid para entrevistarse con sus colegas españoles, manifestó su interés, antes de regresar a Roma, por saludar a Marcelino Camacho. Cumplido tal deseo, el sindicalista romano pidió que le explicasen un par de cosas: que Camacho continúe viviendo como si nada a cuatro pasos de la prisión de Carabanchel; que numerosos vecinos del inmueble hayan sustituido en la puerta de los pisos el rótulo con su nombre por un voluminoso Corazón de Jesús. A la primera cuestión, contestáronle a Fulci, dando algún rodeo, que quizá sería para ahorrarle dinero al Estado en transporte. Para explicar aproximadamente el segundo asunto, le tradujeron la orla del medallón: «Detente, enemigo: el Corazón de Jesús está conmigo».

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