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La tragedia de "Jota-Jota"

«Si muero, quiero que los ciudadanos de la patria sepan que el poder fue para mí sólo una agonía, una lucha permanente contra la incomprensión, contra la deshonestidad, por la construcción de una sociedad nueva mas digna, más justa, más humana, donde cada boliviano no sufriera por falta de techo, de paz, de vestido y de educación. Sigo viviendo, el pueblo debe saber que no abandonaré la causa de su independencia y de su libertad...".Con estas dramáticas palabras de despedida, el presidente Juan José Torres abandonó el Palacio de Gobierno y se dispuso a ir al exilio en la noche del 21 de agosto de 1971 , mientras los carros blindados de las unidades militares rebeldes acababan de aplastar la efimera resistencia popular que, en defensa de su Gobierno, se había, organizado en la ciudad de La Paz. Desde entonces quedó estallecido en Bolivia un implacable régimen autoritario bajo la presidencia del entonces coronel Hugo Banzer, con lo cual el país andino entraba a formar parte del «cordón sanitario» que, desde Brasilia hasta Santiago de Chile, tiene asegurado el cono sur del continente latino-americano a los beneficios de la «Pax americana».

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El Gobierno del general Torres (de «Jota-Jota», como le llamaba familiarmente sus partidarios), duró menos de un año y se inscribe, como un eslabón más, en el agitado e intenso proceso político que vive Bolivia desde hace 25 años con el nombre de «Lucha de Liberación Nacional». En 1952 fue una auténtica insurrección popular la que liquidó a un secular régimen oligárquico derrotando y destruyendo a su pilar más oído: las Fuerzas Armadas. En su lugar áparecieron unas milicias obreras y campesinas, sustentando la acción de un Gobierno nacionalista que buscaba recuperar para la nación el beneficio de unas legendarias, riquezas naturales que, hasta entonces, sólo habían servido para financiar el poder imperialista de unas lejanas metrópolis.

La «revolución nacional» iniciada en 1952 fracasó doce años después por la superioridad del enemigo y por las claudicaciones de una clase dirigente inconsecuente con los intereses de supueblo. Fue, la hora de la venganza para unas Fuerzas Armadas reconstruidas y rearmadas» quienes se hicieron cargo del poder y emprendieron la obra de la «restauración» del antiguo orden. De 1964 a 1969 imperó en el país una secante dictadura militar encabezada por los generales René Barrientos y Alfredo Ovando, que fue capaz de aplastar, una y otra vez, la resistencia de un pueblo que había tenido casi al alcance de sus manos la capacidad de ejercer el poder.

Sin embargo, ese férreo régimen fue incapaz de evitar que en el senomismo de las Fuerzas Armadas se desarrollara una conciencia nacionalista, que no pudo permanecer impermeable a la problemática social del país. Fruto de esa conciencia son el gobierno tímidamente reformista del general Ovando en 1969, primero, y el gobierno abiertamente popular del general Torres, en 1970.

La imposibilidad de dirigir un proceso de democratización y de liberación nacional desde el poder, es, tal vez, la gran lección histórica que ha significado el general Torres en la historia contemporánea de su país.

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