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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Problemas de comunismo y posibilismo en Europa occidental

J.-F. Revel, colaborador del semanario L´Express y hábil panfletista, publicó hace meses un libro que ha sido acogido con cierta expectación y traducido rápidamente al castellano y portugués. Su éxito deriva en gran parte del saber presentar como interrogantes novedosas lo que es de todos conocido y está a punto de tener respuesta. En efecto, el 20 de junio el Partido Comunista Italiano (PCI) puede convertirse en el primer partido comunista vencedor en unas elecciones libres. Las repercusiones de esta victoria para la historia política de los próximos años en Italia y en Europa podrían ser muy profundas. ¿Por qué? Sencillamente porque el PCI lleva años afirmando su creencia en la necesidad de un comunismo nacional, respetuoso con las libertades formales y decidido adepto del régimen de partidos. Pero entre grandes sectores de opinión, la reacción es de incredulidad total.El PCI puede, ciertamente, vanagloriarse de una clarividencia política y de una habilidad táctica únicas en Occidente y que corroboran tanto su temprana exposición de la tesis del policentrismo como el reciente enfoque del compromiso histórico como forma de evitar una tragedia chilena. Ahora bien, la pregunta que en estos días se hacen todos los que no son comunistas es una: ¿Suponiendo que llegaran al poder por medio de unas elecciones, lo abandonarían si así lo decidieran libremente los votantes en otros comicios?

La tentación totalitaria,

de Jean-François Revel.Madrid. Plaza y Janés, 1976

La dificultad de la interrogante es que plantea una hipótesis para la cual faltan precedentes históricos. Ello hace la respuesta muy difícil y obliga a analizar algunos de los rasgos doctrinales que tradicionalmente han definido el movimiento comunista. Para no pocos de sus intérpretes, el estalinismo, en cuanto eliminación física de toda posibilidad de disidencia e implantación de una dictadura organizada y dirigida por un grupo de burócratas, constituye la esencia del comunismo -y no el producto de unas circunstancias fortuitas como afirma el historiador francés Jean Elleinstein-, consecuencia de un cuerpo ideológico que pretende poseer el único método riguroso de analizar el acontecer histórico e individualizar la clase portadora de todas las potencialidades de perfeccionamiento, e incluso de aislar el grupo de hombres conocedor de las claves para aplicar correctamente la doctrina en cada circunstancia concreta: el Partido. La duda sobre la sinceridad democrática del PCI se reduce, para mí, a la cuestión de si un partido comunista puede aceptar que su análisis de la situación no es correcto sin dejar de ser un partido comunista; en otras palabras, se trata de apostar a favor o en contra de la tesis según la cual una vez triunfador en las elecciones, el PCI no prescindirá de la democracia, parlamentaria bajo el supuesto de que, como diría Marx, «el sufragio universal había cumplido su misión».

Polémica

Sobre este punto me parece interesante la polémica suscitada por el abandono de la noción de «dictadura del proletariado» por parte del Partido Comunista Francés (PCF). Hace ya más de un siglo, Marx argumentó que la estructura de clases existente en la sociedad en un cierto momento, es un producto histórico, que varía junto con las fuerzas productivas, económicas que dicha sociedad puede utilizar, llevando la lucha de clases necesariamente a la dictadura del proletariado como fase transitoria hacia la abolición de todas las clases. La importancia de este concepto es clave y se comprende que a un marxista como M. Rubel, Le Monde del 7-V-76 lo compare a «la ley newtoniana de la atracción universal» y lo dote de «una importancia ética equivalente a su consideración científica». En su opinión, el partido que lo abandone renunciará a la implantación de la democracia integral.Pero sea cual sea el veredicto histórico sobre este punto, lo cierto es que la iniciativa del PCF se inserta en un intento de los comunistas europeos occidentales por subrayar las condiciones diferenciales de sus sociedades frente a la soviética. En un libro fascinante recientemente publicado -Marx, Engels y la revolución de 1848- F. Claudin apunta que si para Marx y Engels el objetivo central del proletariado era la conquista del poder político, la vía para alcanzarlo tenía que ser diferente en cada país. Ahora bien, la visión posibilista de los fundadores ha ido siendo sustituida en sus discípulos rusos por una afirmación cada vez más rígida del valor paradigmático del modelo socialista soviético. La reciente defensa del carácter científico de la noción de dictadura del proletariado por Andropov, y el artículo de Ponomarev sobre el internacionalismo proletario como parte integrante de la concepción del mundo y de la acción de los marxistas-leninistas, constituyen las muestras más actuales de ese dogmatismo. Ambas, quizás no hagan mucha mella en el planteamiento de los hermanos separados de Occidente, pero su acusación implícita de reformismo acaso haga pensar a sectores del electorado potencial del PCI o del PCF sobre cuál es el rasgo distintivo de estos partidos respecto a los vilipendiados social-demócratas. Y en tal caso, ¿por qué no votar socialista, partido del cual se está seguro sabe perder unas elecciones?

En el contexto de este panorama es en el que debe situarse el libro de Revel, que tiene el mérito indudable de hacer creer a muchos lectores que están ante el esfuerzo crítico de un verdadero socialista. Nada más lejos de la realidad; la obra de Revel es el intento de un polemista que pretende extrapolar los problemas que hace un par de años tenía la Union de Gauche francesa al contexto, más amplio y rico, del socialismo europeo. Ahora bien, aun cuando algo démodé el libro de Revel conserva cierto interés para la situación española: por ejemplo, en algunas de sus afirmaciones acerca de la conveniencia de dejar que el electorado adjudique a los comunistas la importancia que verdaderamente tienen, y su crítica a quienes se empeñan en mantenerles en la ilegalidad ignorando que así «Ies confieren una productividad política superior a la importancia numérica de los ciudadanos que votarían por ellos».

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