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¡Justicia para los modestos!

Al final de la corrida, una conmoción recorrió los tendidos. Pienso que todos teníamos un nudo en la garganta. El toro, que ya había sido aclamado por su trapío al saltar a la arena, se resistía a morir de la estocada, su casta le aferraba a la vida, pugnaba por embestir. Antonio Rojas, que ya tenía gariado el triunfo, permanecía arrogante, junto a aquella cabeza de exposición, dos guadañas aceradas, que había sabido salvar en 30 pases de escalofrío. Entre la ovación restallante, surgió entonces de los magníficos aficionados de la andanada del 8 el clamor que ponía en lo alto la bandera de la verdad de esta fiesta y magnificaba el triunfo del torero: «iEso es un toro, eso es un toro! ». Al instante, toda la plaza, ¡toda!, repetía el grito: «¡Eso es un toro, eso es un toro!».Tres matadores modestos, tres matadores que no tienen ni oportunidad de vestirse de luces, le echaron ayer el valor de salir al ruedo de Las Ventas a ponerse delante de una corrida de toros muy seria, tanto como se ha venido pidiendo; una de esas corridas de toros que, según dicen los del «bunker», no existe; una corrida de toros que ni por casualidad remota ha pasado por los corrales de la plaza en esos desfiles de reses a docenas que intentan trampear las figuras para sorprender la buena fe de aficionados, veterinarios y autoridad.

Ayer se celebró la decimocuarta corrida de feria, con dos toros de Branco Nuncio para los rejoneadores Joaquín, Moreno Silva y Juan Moura, y seis de Luciano Cobaleda para Dámaso Gómez, El Puno y Antonio Rojas

El festejo resultó de enorme emoción de principio a fin por la presencia y fiereza de los toros. Los tres diestros estuvieron valentísimos. El Puno resultó cogido de gravedad por el quinto. Los rejoneadores alcanzaron actuaciones brillantes, sobre todo Moura, que causó gran impresión por su toreria. Las respectivas faenas concluyeron así: Moreno.- Un rejón de muerte bajísimo, otro en lo alto y rueda de peones (vuelta al ruedo). Moura.- Tres rejones de muerte, uno de ellos muy bajo (oreja). Gómez.- En el primero, estocada trasera desprendida (silencio). En el cuarto, pinchazo en el que tira la muleta, media contraria trasera y atravesada, y media baja sin quitarla espada anterior (bronca, y aplausos de los aficionados). El Puno.- En el segundo, estocada desprendida (aplausos y saludos). Cogido en el quinto, mató Dámaso Gómez de pinchazo y media estocada baja (la cuadrilla da la vueha al ruedo). Rojas.- Estocada pescuecera y caída en el tercero (aplausos y saludos). Estocada delantera en el sexto (oreja). Los toros.- Los cobaledas, impecables de presentación, serios y con edad (varios se ovacionaron de salida), desarrollaron sentido. Primero y cuarto tuvieron mucho peligro. El quinto fue bravo, y éste y el sexto embistieron con nobleza. Los de rejones mansurrones -buscaban tablas-, resultaron fáciles. Otros factores.- Presidió muy bien el señor Corominas. Los aficionados aclamaron al sexto toro, tanto a su salidá como en el momento de la muerte. Parte facultativo.- El Puno sufre cornada de 10 centímetros en el muslo izquierdo. Conjuntivitis traumática. Contusiones y erosiones. Ligera conmoción cerebral. Pronóstico garave.

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Y le echaron también la vergüenza torera de no amilanarse, de crecerse ante el peligro, de ofrecerlo todo en aras de la profesión que han elegido, aunque de ella no hayan visto más que aristas, injusticias y a lo mejor ni un duro. Porque la corrida, hemos de linsistir, salió muy seria, pero también difícil. Ninguno de los toros, ésta es la paradoja que a su vez pone al descubierto la burla que se ha venido produciendo tantos días en la feria, era grande. Es más: la mayor parte de las reses que se han protestado en tantas tardres echadas a figuras, tenían mayor peso que éstos. El que abrió plaza pesaba 100 kilos menos que casi todos los bohórquez del escándalo.

La diferencia estaba en que mientras los cobaledas fueron por dentro y por fuera toros de lidia, los bohórquez y tantos otros daban la imagen de an,iinlales de granja, buenos para el estofado, y a lo mejor para el derechazo exquisito, pero para nada más. Porque torear no es dar derechazos a lo bobo. No se ha inventado el toro para acoplarlo a la muleta, sino que la muleta se ha inventado para dominar al toro. Y para eso sirvió ayer. Los seis ejemplares desarrollaron sentido y, por lo tanto, no valían para tirar de ellos con mimo en series interminables de pases, sino que exigian reflejos, el muleteo preciso, no perderles jamás la cara. Precisamente por esta razón, El Puno sufrió dos cogidas. En la primera no hubo consecuencias. La segunda se produjo cuando ya llevaba muy avanzada la faena. Había conseguido pases estimables ante un toro claro que metía la cabeza con nobleza y que incluso fue bravo en varas. Pero cometió el error de cruzarse confiado, metido en su terreno. Y el sentido del animal, que no admitía bromas, le atrapó y le dio un volteretón de escalofrío.

Hubo lucha, porque la lidia también es lucha. Y la emoción se mantuvo toda la tarde a un nivel altísimo, pues cuanto sucedió en el ruedo tenía importancia. La tuvieron, por ejemplo, los dos trasteos de Dámaso Gómez frente a dos marrajos aquerenciados -curiosamente en la puerta de arrastre ambos-, que no admitían no ya una floritura, sino ni siquiera acercarse. La tuvieron los dos pares de banderillas de Curro Alvarez al primero, que estaba a la espera, derrotaba, defendía su terreno junto a tablas, y supo entrar en él, cuadrar en la cara comojamás han hecho ni harán esos matadores metidos a banderilleros que todos conocemos, y salir limpiamente de la suerte. La tuvieron las dos faenas de Antonio Rojas, tanto al tercero, que se colaba por el derecho y le volteó, como al noble sexto, en el que tras algunas dudas se centró en varias series de derechazos, intercaló pases de pecho, auténticos v terminó con unos trincherazos que dejaron a la fiera sometida.

La corrida de ayer fue la más importante de la féria, sin ninguna duda, y toda ella un grito contra la brutal injusticia que se está cometiendo con la inmensa mayoría de los matadores de toros en activo.

Gómez, El Puno y Antonio Rojas, tres valientes que apenas tienen oportunidad de vestirse de luces, expusieron el argumento de su valentía para reclamar el puesto que les corresponde en su profesión, y que está por encima de los cursis, de los tramposos y de los ventajistas que comen a dos carrillos en el banquete de los altos honorarios y las facilidades todas.

Pero aún hubo más en la corrida de ayer. Se presentó Juan Moura, un rejoneador portugués, un crío, que es un torerazo. Su actuación resultó completísima. Su toreo a caballo, el temple con que ejecutó las suertes, el conocimiento. de los terrenos, hacen de él uno de los más importantes caballistas que hayan llegado a esta plaza en los últimos años. También intervino el rejoneador Moreno Silva, que cumplió.

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