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MÚSICA

Jornadas Antonio de Cabezón en Burgos

ANTECRITICA

Esta misma tarde, a las 7 y media en la Capilla del Condestable de la Catedral de Burgos, da comienzo la serie de conciertos en los que el músico Antonio Baciero se propone ofrecer íntegra la obra de uno de los más grandes compositores de la Europa renacentista: el español Antonio de Cabezón.Antonio de Cabezón nació el año 1510 en Castrillo de Matajudíos, aldea próxima a Castrojeriz (Burgos). Ciego desde muy niño y habilísimo intérprete e Improvisador ya en su adolescencia (a los 16 años era músico tañedor de tecla de la Emperatriz Isabel), recibió durante su aprendizaje la influencia franco-flamenca derivada de la presencia de músicos de este origen venidos a España con el Emperador Carlos, pero tuvo presente siempre la rica herencia musical de la Edad Media española.

Fue Cabezón el músico predilecto de Felipe II, realizando con él viajes a Alemania, Italia, Gran Bretaña y los Países Bajos en los que, además de recoger provechosos influjos, dejó constancia de su arte sublime. Tal huella puede seguirse en cuantos lugares visitó, especialmente en Inglaterra, huella visible en la escuela de virginalistas del reinado de Isabel I.

Sin duda es Antonio de Cabezón la máxima figura de la música instrumental de su tiempo y, junto a Tomás Luis de Victoria, el más excelso representante musical del espíritu castellano a cuyo humanismo se abrían en aquel tiempo perspectivas históricas.

Lo es porque la música de Cabezón surge de una de esas encrucijadas históricas en las que parece va a romperse el equilibrio cultural logrado tras una lenta evolución. Y así, junto a la pervivencia de elementos medievales (canto lleno) y la incorporación de formas en plena vigencia (danzas cortesanas), encontramos en su obra las primeras aportaciones serias, en la música para teclado, a la variación temática (que tanto habría de desarrollarse en los periodos barroco y clásico) y una serie de formas breves, preludiales, ensayísticas, que anticipan, por su absoluto subjetivismo, las composiciones más, queridas por la música romántica.

La libertad formal de una obra tan sumamente poética, la densidad expresiva que busca los abismos «interiores», la emoción mística que desbordan sus intuiciones certeras, hondas, no priva al arte de Cabezón de equilibrio y medida. Tal vez su lúcida ceguera, como en Goya y Beethoven la sordera, fuera el origen de tal mesura y ponderación, como si al sentirse privado de la luz corporal hubiera acentuado su capacidad de abstracción para trascender aquella «celestial dulce armonía que las almas levantaba hasta el cielo», al decir de Alonso de Morales.

No es nuestro país muy dado a rendir culto a sus genios. Y menos a los musicales, cuya mejor forma de homenaje es interpretarlos.

Por ello hay que felicitar a la Universidad Autónoma de Madrid, organizadora de estas sesiones que van a celebrarse en lugares relacionados con el paso por el mundo del ciego de Castrillo, y en instrumentos históricos. Y por haber elegido para hacerlo a Antonio Baciero, pianista burgalés de carrera internacional, desde que, en 196 1, obtuviera en Italia el Premio Viotti.Diez años lleva Antonio Baciero en estrecho contacto con los frutos -tan vivos-, con la época, con el espíritu de Antonio de Cabezón, lo cual ha culminado en un gigantesco trabajo de interpretación y exégesis de la figura y la obra del maestro, que aparecerá próximamente en España y en todo el mundo Quizá esta especialización apasionada ha perjudicado su carrera como pianista, durante estos años de entrega al «alter ego». Algunos espíritus mezquinos se lo han criticado. Creo que es justo le demos las gracias por rescatar para el mundo uno de los legados más hermosos del patrimonio cultural del hombre.

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