Las mujeres latinoamericanas alcanzaron su récord de medallas olímpicas en Tokio
Las deportistas se han llevado 24: seis de oro, 11 de plata y siete de bronce. Además, los Juegos de Tokio están entre los de mayor proporción de victorias femeninas, casi el 40% sobre el total que ostenta la región
Las mujeres latinoamericanas han roto récords en Tokio 2020. Con seis oros, 11 platas y siete bronces (sumando las de competiciones femeninas y mixtas), las deportistas han hecho crecer el medallero regional, en algunos casos se han puesto al frente de sus delegaciones y se llevan a casa más metales que nunca. Han conseguido el 38,1% de las preseas ganadas por atletas de la región, un logro importante teniendo en cuenta que representan menos de la mitad de las delegaciones olímpicas de sus países.
Las zancadas enormes de la venezolana Yulimar Rojas para romper el récord del mundo en triple salto, la velocidad de la puertorriqueña Jasmine Camacho Quinn para saltar las vallas y proclamarse vencedora en los 100 metros, la fortaleza de la ecuatoriana Neisi Dajomes al levantar 263 kilos sombre sus hombros, las brazadas de la brasileña Ana Marcela Cunha en aguas abiertas, la perfección de las acrobacias de su compatriota Rebeca Andrade y el dominio de la vela de la dupla formada por Martine Grael y Kahena Kunze, también de Brasil, colocaron a sus países en lo más alto del podio en sus disciplinas.
Los seis oros conseguidos por ellas casi igualan el número de medallas doradas conseguidas en Río de Janeiro de 2016, pero con las 11 preseas de plata y siete de bronce se rompe el récord latinoamericano de mujeres medallistas en unos Juegos Olímpicos, con 24 en total. Por países, Brasil lidera el medallero femenino con nueve medallas. Una de sus atletas, la gimnasta Rebeca Andrade, se hizo con dos: el oro en salto y la plata en la competencia completa (all-around). Mientras, en otros países como Ecuador o República Dominicana, las mujeres impulsaron con sus logros los medalleros de sus países y han dado visibilidad a sus comunidades, como es el caso de las levantadoras de peso afroecuatorianas Neisi Dajomes y Tamara Salazar, oro y plata en sus categorías, respectivamente, que lucieron con orgullo los turbantes representativos de su cultura en las ceremonias de premiación.
Mucho ha llovido desde que Jeannette Campbell se convirtió en la primera medallista de la historia de América Latina. En 1936, bajo el régimen nazi, la nadadora argentina se alzó con el segundo lugar en los 100 metros libres de natación en los Juegos Olímpicos de Berlín. América tardaría 32 años en ver a una pluralidad de mujeres con medallas: fue precisamente en México, en los primeros Juegos Olímpicos celebrados en el continente en 1968. Luego tuvieron que pasar otros 20 años para superar la cifra de dos medallas: en Seul 1988 consiguieron tres y en Barcelona 1992, diez. Desde entonces, el crecimiento ha sido más o menos constante. Hasta que en los juegos de Tokio, que clausuraron el pasado fin de semana, las mujeres latinoamericanas alcanzaron 25 medallas, batiendo el récord anterior de 23 en Pekín 2008.
Una razón central para explicar esta progresión está en el techo que se mantenía para las atletas mujeres en los Juegos: los de Tokio son los primeros en presentar un porcentaje casi idéntico de competiciones femeninas (cerca del 51% del total; 47% en 2016). Este era el techo difícilmente esquivable para las mujeres olímpicas, que igualmente no lograron superar en Londres y Río de Janeiro a la media de todos los países.
A esto se le une la histórica infrarrepresentación de las mujeres en las delegaciones olímpicas latinoamericanas: el porcentaje de competidoras sobre el total se ha mantenido no solo por debajo del máximo teórico marcado por las disciplinas a las que podían optar, sino también a una cierta distancia de la cuota femenina en el resto de delegaciones, siempre algo por encima de los países de América Latina, y con un llamativo estancamiento en las ediciones inmediatamente anteriores a la de Tokio.
La consecuencia inevitable de ambos factores es que, en la región, las mujeres han venido compitiendo por debajo de su potencial y esto no es algo que se le pueda achacar a la falta de ganas. Si a los deportistas hombres de la región les es difícil conseguir los recursos para prepararse adecuadamente, los obstáculos suelen ser mayores en el deporte femenino. El año 2016 fue particularmente complicado para ellas: solo un tercio de las medallas latinoamericanas fueron de mujeres. Pero en 2021 el nivel se ha recuperado.
Las que nunca han dejado los podios olímpicos son las Leonas argentinas, aunque el oro se sigue resistiendo. En Tokio perdieron ante la selección holandesa de hockey sobre hierba, pero con la plata conseguida se convirtieron en el equipo más laureado en la historia de su país en los Juegos Olímpicos y ascienden a esa disciplina a la que las mujeres latinoamericanas le han dado el mayor porcentaje de medallas (el 83%), seguido del tiro con arco (el 75%) y la lucha (el 67%). En esta edición, la mexicana Alejandra Valencia sumó un bronce en el primer deporte en la categoría mixta junto a su compañero Luis Álvarez. En términos generales, el atletismo, el yudo, el taekwondo y la halterofilia son las disciplinas en las que las mujeres de la región suman más medallas.
Dentro de los países con mayor número de medallas, Colombia es el único que se acerca a la paridad (el 47% de los podios de su historia los han conseguido las mujeres). La primera en ganar una medalla para Colombia fue la velocista Ximena Restrepo en Barcelona 1992. La actual vicepresidenta de la Federación Internacional de Atletismo (puesto en el que también es pionera) ganó su bronce un 5 de agosto, casualmente el mismo día en el que el también colombiano Anthony Zambrano se alzaría con la plata en los 400 metros masculinos. Pero, además de Zambrano, las herederas de Restrepo en Tokio han sumado dos medallas de plata, en BMX (Mariana Pajón) y en 20 kilómetros marcha (Sandra Arenas). Ambas veteranas, son el penúltimo destello de una generación de atletas que se han hecho con 14 de las 30 medallas que ostenta el país andino.
Donde no se puede negar el dominio femenino es en la cima de los logros de la delegación olímpica costarricense: las cuatro medallas que ha obtenido el país en su historia las han conseguido dos nadadoras, las hermanas Claudia y Sylvia Poll. En otros países, como Puerto Rico, aunque el porcentaje de medallas de las mujeres es más bajo (el 20%), las dos únicas de oro las han conseguido mujeres en los últimos años: la tenista Mónica Puig se hizo con ese metal al ganar la final individual en Río de Janeiro 2016, mientras que en Tokio la velocista Jasmine Camacho Quinn llegó a lo más alto del podio en los 100 metros con vallas, donde lució con orgullo la flor de maga, emblema de la isla. Las otras medallas logradas por la delegación son de hombres, pero ninguno de ellos se ha hecho con el máximo honor.
Cuba es el país cuyas mujeres encabezan el medallero histórico, con 53 de un total de 235, aunque la gran mayoría son en categorías masculinas. Le sigue Brasil, con 37 metales conseguidos por ellas. En Tokio, la delegación brasileña ha dejado claro que su cantera viene fuerte. Lo demostró principalmente Rayssa Leal, el ‘hada del skate’, que al conseguir una plata con solo 13 años se convirtió en la medallista más joven de su país y en una promesa de cómo puede ser el futuro para los equipos latinoamericanos.
Metodología y fuentes. Los datos provienen de una base de datos realizada por los autores, compilando todas las participaciones individuales y grupales en Juegos Olímpicos modernos, desde Atenas 1896 hasta Tokio 2020. Las medallas se cuentan como femeninas o masculinas según la categoría de competición; cuando la categoría es mixta, se cuenta dos veces.
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