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El ejemplo refugiado: “Somos un mensaje al mundo”

Un miembro del equipo de exiliados creado por el COI y que compite en Tokio relata cómo el deporte le ha transformado la vida. Fundado en 2015, debutó en los de Río con 10 atletas; hoy son 29 de 11 países

El equipo olímpico de refugiados, durante el desfile de inauguración en el Estadio Nacional de Tokio.
El equipo olímpico de refugiados, durante el desfile de inauguración en el Estadio Nacional de Tokio.MARTIN BUREAU (AFP)
Alejandro Ciriza

Su nombre es Aram Mahmoud. Tiene 24 años y acaba de perder en la segunda escala de la competición de bádminton. Como a todo deportista le escuece, lógico, pero durante la conversación con EL PAÍS en la trastienda del Musashino Forest Sports Plaza, en la zona oeste de Tokio, luce todo el rato una sonrisa de felicidad y transmite un constante mensaje de agradecimiento. “Esto es un sueño hecho realidad, algo con lo que había soñado toda mi vida”, contesta, recordando que en 2015 tuvo que dejar atrás una vida debido a la guerra civil que se vive desde 2011 en su país de origen, Siria, y emigrar en solitario a Holanda, donde piedra a piedra se va construyendo afortunadamente un porvenir.

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Naomi Osaka, del sueño al mal sueño
TOKYO, JAPAN - AUGUST 23: A general view of the National Stadium during the Seiko Golden Grand Prix at the National Stadium on August 23, 2020 in Tokyo, Japan. (Photo by Atsushi Tomura/Getty Images)
Los Juegos Olímpicos del silencio

Como el resto de los participantes en los Juegos, él también desfiló en la inauguración por el Estadio Nacional de Tokio junto a sus compañeros, captando la atención del mundo porque es él, Aram, pero también son Abdullah, Wael, Dina, Aker, Jamal, Cyrille, Popole, Nigara, Eldric… Y así hasta 29, la cifra de componentes del Refugge Olympic Team, el equipo olímpico de refugiados que el Comité Olímpico Internacional (COI) empezó a moldear hace seis años y que compite por segunda vez en la gran cita deportiva, tras debutar hace cinco en Río de Janeiro. Entonces eran solo diez miembros.

Un año antes, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2015, el presidente olímpico, Thomas Bach, anunció su nacimiento en un contexto crítico, en mitad de una crisis humanitaria y política que condujo a más de un millón de personas a jugársela en el Mediterráneo con el objetivo de alcanzar las costas europeas. “Será un símbolo de esperanza para todos los refugiados del mundo y hará que el mundo sea más consciente de esta crisis. También es una señal para la comunidad internacional de que los refugiados son nuestros semejantes y enriquecen la sociedad”, pronunció el dirigente del COI.

El proyecto adquirió forma en Río y hoy compiten sin bandera, con los cinco anillos del logotipo olímpico en el pecho. A todos ellos los une la necesidad, el exilio, la huida de la violencia. Son supervivientes. Son los mejores de los 55 que recibieron una beca. Proceden de 11 países diferentes —Siria, Irak, Irán, Afganistán, Venezuela, Eritrea, la República del Congo, la República Democrática del Congo, Sudán, Sudán del Sur y Camerún— y compiten en disciplinas tan dispares como el bádminton, el ciclismo, la lucha, la halterofilia, la natación, el boxeo, el piragüismo, el karate, el yudo, el taekwondo, el tiro o el atletismo. Seis de ellos repiten respecto a los Juegos de Río.

La acogida de Holanda

”Holanda me ofreció una gran oportunidad, porque he podido seguir jugando y también estudiar, pero sobre todo por el hecho de tener una vida normal, que es lo que soñaba y por lo que tomé una decisión tan difícil como la de marcharme y emprender otro camino”, relata a este periódico Mahmoud. Él escapó, pero los suyos no pudieron. “Y allí la situación no es la mejor, así que en los últimos años mucha gente está teniendo que abandonar el país. Es muy triste tener que dejar tu hogar, pero quería encontrar un lugar más seguro para vivir y edificar mi futuro junto a otra persona”, continúa.

Llegó a Holanda recién alcanzada la mayoría de edad y le abrieron puertas. Se instaló en Almere, un municipio situado a apenas 30 kilómetros de Ámsterdam, y posteriormente obtuvo la nacionalidad. “Vivo solo, mi familia todavía está en Siria”, cuenta, “así que los cinco o seis últimos años he tenido que apañármelas solo. No ha sido sencillo, pero estoy muy feliz de poder hacer lo que me gusta y en un país en el que existe la paz. Estoy orgulloso de lo que he hecho hasta ahora y de lo que estoy consiguiendo. Hace un tiempo era imposible imaginar algo así, y ahora miro hacia adelante con esperanza”.

Aram Mahmoud, durante un partido en Tokio.
Aram Mahmoud, durante un partido en Tokio.PEDRO PARDO (AFP)

En paralelo, otras 28 historias de éxodo, migración forzosa y geopolítica. Por ejemplo, el de su compañera Kimia Alizadeh, taekwondista y residente en Alemania, forzada a abandonar Irán “como millones de mujeres oprimidas, para ser libres”, o el de la afgana Sediqi, ahora en Bélgica y que también tuvo que partir porque, expone: “He sido criada en un sitio donde las mujeres que practican deporte están mal vistas”. Ellas también huyeron de la desgracia. El halterófilo Fagat Tchatchet, camerunés afincado en el Reino Unido, sufrió una depresión mientras esperaba asilo y hoy día, además ser olímpico, ayuda como enfermero a personas con problemas mentales.

“Estoy feliz de haber podido estar aquí y de competir contra deportistas de un nivel tan alto. Ellos son una gran inspiración para mí. Creo que ellos entienden el juego mejor que yo. No he podido demostrar todo lo que puedo hacer, porque solo he jugado un par de partidos, pero en el futuro confío en regresar a los Juegos y rendir mejor”, indica Mahmoud, que estos días ha recibido numerosos mensajes de apoyo a través de las redes sociales —”pero no solo de Siria, sino de gente de todo el mundo— y que, de momento, seguirá alejado de su familia.

El informe de Acnur

“Debo centrarme en mi futuro, y mi futuro es mejor en Holanda. Estoy recibiendo una educación y estoy practicando deporte a un nivel superior al que nunca hubiera pensado. Mi meta de aquí a dos años [es el 172º en el ranking internacional] es llegar a ser lo mejor posible, y para eso se necesitan medios y un entorno adecuado. Europa me lo ofrece, así que por ahora seguiré allí”, asegura.

Como cierre de la charla, pone de relieve la importancia de la creación de su equipo: “Estoy muy contento de formar parte de él y me encantaría poder llegar a ser una inspiración para otras personas que, al igual que nosotros, viven situaciones complicadas en países en los que hay conflictos. Creo que es una bonita forma de enviar un mensaje al mundo, de decirle a todos que los sueños pueden llegar a hacerse realidad si uno trabaja duro y la suerte le acompaña. Somos un mensaje para el mundo”.

De acuerdo con Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados, había más de 82 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo a finales de 2020, de las cuales 26 millones eran refugiados. El día previo al arranque de los Juegos, el presidente Bach se desplazó a la Villa Olímpica y departió con los 29 deportistas: “Tenéis el poder de decirle a la gente que es posible construir un mundo mejor”.

Mardini, la abanderada que inspiró al COI

Tokyo 2020 Olympics - Swimming - Women's 100m Butterfly - Heats - Tokyo Aquatics Centre - Tokyo, Japan - July 24, 2021. Yusra Mardini of the Refugee Olympic Team in action REUTERS/Marko Djurica
Tokyo 2020 Olympics - Swimming - Women's 100m Butterfly - Heats - Tokyo Aquatics Centre - Tokyo, Japan - July 24, 2021. Yusra Mardini of the Refugee Olympic Team in action REUTERS/Marko DjuricaMARKO DJURICA (Reuters)

La nadadora Yusra Mardini escapó de la guerra en Siria cuando tenía 17 años. Su casa de Damasco fue bombardeada y decidió huir hacia Líbano junto a su hermana. Una vez allí, se desplazaron a la costa de Turquía y se subieron a un bote con otras 18 personas, aunque tenía capacidad para seis.

 

La embarcación empezó a hundirse y Mardini y Sara la empujaron durante más de tres horas por el agua hasta alcanzar la isla de Lesbos. Su historia impactó a Thomas Bach, presidente del COI, que aceleró la creación del equipo.

 

Hoy día, Mardini y su hermana residen en Berlín. La nadadora, de 23 años y abanderada del equipo en la inauguración, es embajadora de ACNUR y en 2018 fue seleccionada por la revista People como una de las mujeres que están cambiando el mundo. Tiene 23 años y en 2022, la plataforma Netflix estrenará una serie sobre su vida.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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