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Ivanisevic: “No entiendo los abucheos por tirar una raqueta”

El croata, preparador de Djokovic y ganador del grande británico con el ‘ranking’ más bajo, recuerda para EL PAÍS su histórico triunfo en 2001 y su perfil volcánico

Ivanisevic celebra su triunfo en la final de 2001 en Wimbledon contra Rafter.
Ivanisevic celebra su triunfo en la final de 2001 en Wimbledon contra Rafter.Gary M. Prior (Getty Images)
Alejandro Ciriza

La anchura de espalda, su 1,93 de estatura y el subconsciente, que conduce hacia ese violento golpeo que atemorizaba a los rivales cuando él levantaba el brazo y ellos se disponían a restar, conceden un aire fiero a Goran Ivanisevic (Split, Croacia; 51 años). Sin embargo, el croata charla distendido durante una conversación en la que aparca el traje de entrenador –tras la salida de Marian Vajda, dirige a Novak Djokovic en solitario desde esta temporada– y rebobina hacia sus orígenes; también hacia ese jovenzuelo que irrumpió en Wimbledon y desafío a los Agassi Sampras y compañía. Cedió una final contra el primero (1992), dos contra el segundo (1994 y 1998) y, cuando ya nadie daba un duro por él, por fin, elevó el cetro en 2001. Tenía 29 años y 9 nueves –es el sexto más veterano en ganar su primer grande– y entonces jugó invitado por la organización, convirtiéndose en el único tenista que ha triunfado bajo esa condición. Ningún hombre ha ganado el torneo con un ranking (125º) tan inferior.

Pregunta. De niño, usted quería ser barrendero. ¿Por qué?

Respuesta. Sí, así es, pero al final cambié de trabajo [sonríe]. Cuando era pequeño admiraba a las personas que barrían las calles y mantenían limpias nuestras ciudades, pero no era fácil eso de trabajar desde las cuatro de la mañana hasta las tres de la tarde. Después cambié de opinión. Quería agarrar una raqueta y ser un buen tenista. Y lo hice. A veces los sueños no se cumplen, pero el mío sí se cumplió.

P. En su día dijo que en su etapa como jugador había tres Goran: el bueno, el malo y el loco. ¿De dónde viene la tricefalia?

R. No lo sé. Si pudiera volver atrás, probablemente cambiaría muchas cosas de mi vida y de mi carrera, pero es lo que le gustaba a la gente de mí: nunca sabían qué esperar cuando estaba en la pista. Yo tampoco sabía si Goran iba a mostrar demasiadas ideas o si se iba a pelear consigo mismo. Perdí demasiados partidos, algunos de ellos muy importantes, pero así era yo. Lo podía hacer mejor o peor.

P. De algún modo, ¿era autodestructivo?

R. En ocasiones sí. Cuando compites en lo más alto contra los mejores jugadores, en las semifinales y las finales de los torneos grandes, son cosas que no puedes hacer. A veces me marchaba de los partidos mentalmente, se me metía ese Goran del que hablábamos en la cabeza y hay que estar centrado, preparado para terminar el partido, para competir. A veces me hacía daño, porque no es que me ganase el otro: era yo quien perdía. Esperaban pacientemente, a ver si se me iba la olla; esperaban, esperaban, y yo acababa haciendo lo que ellos querían.

Muchas veces me hacía daño a mí mismo y mis rivales esperaban a que se me fuera la olla...

P. ¿Echa en falta a jugadores como usted o McEnroe, de fuerte personalidad?

R. Los echo de menos. Hoy ves que cada vez que alguien lanza su raqueta al suelo todo el mundo abuchea, que es algo que no entiendo. Lo único que puedes tirar al suelo durante el partido es la raqueta. Me gustaría ver más emociones, más peleas, todo está cambiando. Hay gente que dice que ahora es aburrido. Yo no diría aburrido, pero sí es diferente.

P. En ese sentido, Nadal o Federer son la antítesis.

R. Sí, pero quieren ganar, pelean. Rafa es como un toro, lo tienes que matar diez veces. Es educado, todo el mundo es educado, pero en la pista no hay educación, solo quieren ganarte. Así son los grandes campeones: te quieren ganar. Después podéis ser amigos, pero en la pista no hay amigos.

P. ¿Prefiere el juego de su generación o el de ahora?

R. Ha cambiado. Probablemente ahora mismo tengamos a los tres mejores jugadores de la historia del tenis, con Novak, Rafa y Federer. Era bueno antes, es bueno ahora, pero está cambiando.

Djokovic e Ivanisevic, durante un entrenamiento en Londres.
Djokovic e Ivanisevic, durante un entrenamiento en Londres.Clive Brunskill (Getty Images)

P. ¿Y qué opina de los jóvenes? Con frecuencia se les asocia a los móviles y, en bastantes casos, a otra ética de trabajo.

R. Sí, porque les dan todo. En mi época teníamos que luchar por todo. Hoy a un chaval de 12 años le hacen un contrato. ¿A quién se le ocurre hacerle un contrato a un chico de 12 años? Cuando firmé mi primer contrato tenía 17. Ya era bueno. A ellos les dan todo demasiado rápido, demasiado fácil, y se piensan que son mejores de lo que son. Ojalá empiecen a hacer las cosas bien. No vas a ser un buen jugador porque te hagan un contrato. Tienes que sufrir, tienes que practicar, practicar, practicar; perder, ganar, perder, ganar... Ellos se piensan: ‘Ahora que tengo un contrato, voy a ganar partidos’. Necesitan querer ser mejores cada día, necesitan querer mejorar, el deseo de ganar. El tenis es un deporte de uno contra uno. No te pueden sustituir. Si tienes un mal día te van a ganar y luego llegas a casa y a nadie le importa si dormiste mal... Cuando saltas a la cancha tienes que querer ser mejor, tienes que ganar al rival. Echo de menos esas ganas de pelear. Tienen que tener más hambre para pelear.

P. Si Ivanisevic compitiera hoy día, ¿sería capaz de ganar a jugadores tan fuertes como Nadal?

R. Te adaptas. Los jugadores buenos son buenos, en esta generación o en el futuro. Si eres bueno te adaptas. Es lo mismo en todos los deportes. Si yo tuviera la oportunidad, me gustaría jugar contra Borg o McEnroe. A los de mi generación les gustaría jugar contra Federer o Rafa. ¡Claro que podría jugar contra ellos!

P. En 2001, muchos pensaban que estaba acabado. ¿Cómo lo hizo?

R. Sí. Cuando eres el 125º del mundo, no piensas que vas a ganar un Grand Slam. Pero ocurrió algo. Aún no sé qué, ni cómo, ni por qué. Lo que sí sé es que fueron los 15 mejores días de mi vida. Nunca más va a haber un ambiente así. Ahora hay un techo, así que no hace falta acabar el partido el lunes, se puede terminar en domingo. El tenis no fue el mejor, pero el ambiente era increíble, como en un partido de fútbol. Cada día fue diferente. El partido de semifinales [contra Tim Henman] se jugó en tres días. A veces, cuando pienso en esa final [ante el australiano Patrick Rafter, a cinco sets], tengo la sensación de que la voy a perder, pero fueron 15 días mágicos.

A los jóvenes de ahora se lo dan todo, con 12 años firman contratos. Deberían pelear mucho más

P. ¿Quién fue el adversario más duro al que se enfrentó?

R. ¿En mis tiempos? Perdí muchos partidos importantes con Sampras, porque nunca pude jugar contra él en las primeras rondas. Solo me lo encontraba en semifinales o finales. Perdí dos finales de Wimbledon, perdí en semifinales contra él [12-6 en los cruces, a favor del estadounidense]… Sí, definitivamente, Pete Sampras era mi peor pesadilla.

P. Lo de Roland Garros [derrota en los cuartos contra Nadal] supuso un duro golpe para Djokovic. ¿Confía en que se levante aquí?

R. Sí. Novak tiene esa forma de pensar de los Balcanes, de los croatas, de los serbios; somos balcánicos. Tengo buenos presentimientos. Es un perfeccionista y hay días en los que lo que para mí es perfecto, no lo es para él. Es un genio con una mentalidad diferente a la de los demás y necesita menos tiempo que el resto para rehacerse. Ha superado derrotas duras en el pasado y estoy convencido de que está listo.

P. ¿Y qué me dice de Nadal?

R. Es un luchador, nunca se rinde. Y ahora está ahí arriba. Me quedo con la cantidad de energía que es capaz de generar en cada partido. Nuestro juego es diferente, pero me gustan los zurdos. Yo también lo soy.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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