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Fútbol de argentina

Las denuncias de amaño ensucian el fútbol argentino de ascenso

La protesta de un club que se negó a jugar por un fallo arbitral precipita la renuncia de un alto cargo de la AFA

Los jugadores de San Jorge de Tucumán se niegan a jugar ante Alvarado de Mar del Plata, disconformes con el arbitraje.
Los jugadores de San Jorge de Tucumán se niegan a jugar ante Alvarado de Mar del Plata, disconformes con el arbitraje.Telam

Los ingleses inventaron el fútbol -o al menos les pusieron reglas y lo llevaron por todo el mundo- pero los argentinos no podían quedarse atrás. Primero inventaron “la nuestra”, ese juego de gambetas, toques y florituras del que se enamoraron tanto que el gol pasó a ser un estorbo. O casi. De eso escribió Ernesto Sábato en Sobre héroes y tumbas, en 1961, cuando recreó un diálogo entre dos figuras del club Independiente a finales de la década del 20: “Una tarde, al intervalo, la Chancha Seoane le decía a Lalín: cruzámela, viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastáin, Lalín se la cruza, en efeto, y el negro la agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane con lo brazo abierto, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y Lalín contestó ‘sí pero yo no me divierto’. Ahí tené, si se quiere, todo el problema del fóbal criollo”.

Puede que de los pozos petroleros del fútbol argentino ya no broten tantos artistas (a la formidable generación de Lionel Messi, Sergio Agüero, Fernando Gago y Gonzalo Higuaín por ahora no hay quien la releve) pero en los estadios de la pampa húmeda siempre surgen nuevos hallazgos creativos. Hace 26 años que Argentina no gana una Copa América ni un Mundial, pero es una potencia en, llamésmoslo sin entrar en calificaciones morales, “curiosidades futbolísticas”. Aunque laescena más lograda siempre será la votación de 2015 para presidente de la AFA en la que 75 votos terminaron 38 a 38, o el campeón de la Copa de la Superliga que al mismo tiempo se fue a la B, las últimas innovaciones apuntan a las quejas contra los árbitros.

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El pasado domingo, mientras la selección argentina le ganaba 2-0 a Qatar y seguía con vida en la Copa América de Brasil, las categorías inferiores del fútbol argentino se pudrieron un poco más. Con mucha inventiva, eso sí. Una de las finales por el ascenso a la B Nacional -segunda categoría- se suspendió cuando los jugadores de San Jorge de Tucumán se sentaron en el campo de juego en desaprobación contra el árbitro Adrián Franklin. Sus muchachos se negaron a iniciar el segundo tiempo contra Alvarado de Mar del Plata al sentirse perjudicados por un arbitraje que en la primera mitad del partido los había castigado con dos expulsiones y seis amonestaciones -contra una sola tarjeta amarilla del rival-. Todavía acostados en el césped, los afectados hablaron de “robo”.

En las horas siguientes, hubo esquirlas. El presidente del Tribunal de Disciplina del Consejo Federal de la AFA, Antonio Raed, denunció que el partido estuvo “amañado” y presentó su renuncia. El de Alvarado fue el segundo ascenso del Federal A, pero el primero, el de Estudiantes de Río Cuarto (Córdoba), también fue muy polémico. Tan polémico que el vicepresidente del equipo perjudicado (Sarmiento de Chaco) se encadenó en la puerta de la AFA. Eran horas en que se había filtrado el audio de un jugador de Estudiantes en el que le reconocía a un amigo que el arbitraje de esa final había estado arreglado.

En las instancias previas del torneo, un tercer equipo, San Martín de Mendoza, se retiró de la cancha al entender que no podría ganarle a un arbitraje tendencioso en su partido contra Peñarol de San Juan. El desmadre en el interior profundo suma denuncias -siempre en voz baja- de dirigentes que dicen recibir llamados de los encargados de las designaciones de los árbitros, que piden 200 mil pesos (cerca de 5 mil dólares) “como colaboración”. El fútbol argentino también debería pedir autorización para entrar al libro Guinness 2019 de los récords porque, en la temporada que acaba de terminar, el reglamento cambió a mitad de los torneos: la Primera B arrancó con un ascenso directo y terminó con cuatro. Algunos clubes muy cercanos al presidente de la AFA, Claudio Tapia, lo aprovecharon para pegar el salto de categoría.

Que los arbitrajes son sospechados en Argentina no es nuevo. En un libro reciente, La final bastarda, sobre el polémico Vélez 1-Huracán 0 que definió el Clausura 2009, los autores Pedro Fermanelli y Marcelo Benini hablaron con un “réferi arrepentido” de Primera División, Javier Ruiz. Ruiz asegura que “el 50% de los clubes participa de este negocio y el otro 50 quiere entrar, pero no lo dejan”. Cuenta el dinero que recibió por partidos arreglados. Y da nombres: dice que Marcelo Tinelli, empresario y ex presidente de San Lorenzo, le confió los supuestos manejos que Mauricio Macri, actual presidente de Argentina, -siempre según la versión publicada en el libro- habría conseguido sobre los arbitrajes cuando estaba al frente de Boca. “Quiero hacer lo que hizo Mauricio. Quiero asalariar a cinco árbitros”, comenta Ruiz que Tinelli le repitió en una reunión en la que quería amañar un partido de su equipo.

Lo nuevo, en todo caso, son las protestas de los jugadores: ya pasaron una sentada, un encadenamiento y una retirada del equipo. En cualquier momento, algún jugador se prenderá a lo bonzo

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