La Vinotinto hace escala en Colombia
Los internacionales Wuilker Faríñez, Luis Manuel Seijas y Fernando Aristeguieta brillan en el país que acoge la mayor parte del éxodo venezolano
Históricamente relegada en Sudamérica, la Vinotinto quiere ir a Catar. En el momento más oscuro de Venezuela –sumergida en una crisis que ha provocado una diáspora sin precedentes–, su popular selección aspira a darle la más grande de las alegrías deportivas al clasificarse por primera vez a un Mundial de fútbol. Para lograr esa hazaña, el largo camino pasa también por Colombia, el vecino que acoge a más de un millón de venezolanos, entre ellos tres de sus futbolistas más destacados: Wuilker Faríñez, Luis Manuel Seijas y Fernando Aristeguieta.
Figuras en Millonarios, Santa Fe y América de Cali, los tres estuvieron convocados para la más reciente fecha FIFA, cuando Venezuela logró un triunfo de prestigió 3-1 sobre Argentina en Madrid. La cuota de la liga colombiana abarca el campo de área a área, con un arquero (portero), un mediocampista y un delantero. Aunque sus destinos se han cruzado en distintos momentos, pertenecen a distintas generaciones. Faríñez (21 años) es una de las irrupciones más prometedoras del fútbol sudamericano gracias a sus providenciales atajadas; Seijas (32 años), un veterano de mil batallas que alcanzó la gloria continental en el equipo rojo de Bogotá; y Aristeguieta (26 años) un temible goleador que ha recuperado su mejor versión.
Ellos siguen los pasos de coterráneos que han dejado huella en Colombia, como el actual seleccionador, Rafael Dudamel, o “San Rafael”, como era apodado en sus tiempos de portero activo en Santa Fe, Deportivo Cali o Millonarios. Con más tradición de béisbol que de fútbol, Venezuela nunca se ha clasificado a una Copa del Mundo. Sin embargo, la Vinotinto apasiona desde hace tiempo y ha cerrado la brecha bajo el mando de Dudamel. La nueva cosecha de jugadores, encabezada por el talento precoz de Faríñez, sorprendió al mundo pese a caer ante Inglaterra en la final del Mundial Sub 20 de Corea del Sur 2017.
Con ese subcampeonato juvenil fresco en la memoria, Faríñez disputó un brillante tramo final de las eliminatorias a Rusia 2018, a pesar de que su selección ya estaba eliminada. Sus atajadas incluso pusieron en riesgo la clasificación de la Argentina de Messi cuando empataron 1-1 en Buenos Aires. El año pasado se convirtió en un fichaje de inusual cartel para la liga colombiana cuando pasó del Caracas Fútbol Club a Millonarios de Bogotá. Actuales líderes del torneo, los embajadores son el segundo equipo más laureado del país y tienen una de las mayores hinchadas, pero aún no levantan un gran título internacional.
Su rival capitalino, el Independiente Santa Fe, cuenta con menos títulos locales, pero ganó la Copa Sudamericana 2015. El idilio entre Seijas y la afición cardenal se selló cuando el volante cobró con frialdad uno de los penales decisivos de la final contra Huracán de Argentina en el estadio El Campín de Bogotá. Fue el primer venezolano en levantar un título de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol). Un año después, Alejandro Guerra fue campeón de Libertadores con Atlético Nacional de Medellín.
América, otro de los grandes de Colombia, disfruta el momento dulce de Aristeguieta. Luego de coronarse goleador en Venezuela con el Caracas FC –el único jugador en marcar un triplete en el clásico contra el Deportivo Táchira–, el ariete se marchó muy joven al fútbol europeo, donde jugó varias campañas en el Nantes francés. Aterrizó el año pasado en Cali, y esta campaña vive una explosión goleadora. Marcha segundo en la tabla de artilleros, con diez anotaciones en 2019.
Liga de acogida
El fútbol no ha sido ajeno a la deriva institucional de Venezuela, donde se escenifica el pulso entre un presidente de facto, Nicolás Maduro, y otro interino reconocido por más de 50 países, Juan Guaidó. Tampoco a la exacerbada politización de la vida cotidiana. Tanto la selección como los clubes han sufrido el contagio de la precariedad. La Vinotinto se ha visto obligada a delicados equilibrios, como quedó en evidencia cuando Dudamel puso su cargo a disposición de los directivos después de haber recibido en España al embajador designado por Guaidó. Al final, fue ratificado y saldó el episodio con un llamado a la unión en medio de las adversidades.
“Es una crisis muy grave, quizás la peor de nuestra historia, y obviamente nos afecta a todos. Los jugadores tenemos a nuestras familias allá, amigos allá, vemos todos los problemas que envuelven a la selección”, apunta Aristeguieta. “Nosotros tratamos de aislarnos lo más posible de esos problemas, pero al final te salpican por todos lados. Tenemos bastante esperanza de que las cosas cambien pronto, pero de momento sigue todo igual, incluso hacia peor”, se lamenta.
Los tres seleccionados son embajadores informales en un país que, además de compartir 2.200 kilómetros de una porosa frontera, es el principal receptor de una diáspora muy palpable. Todos han sentido el cariño de la comunidad venezolana. En el último clásico bogotano, Faríñez y Seijas se sumaron al youtuber Daniel Samper Ospina en apoyo de Somos Panas Colombia, una campaña contra la xenofobia de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
“Bogotá es mi casa”, afirma Seijas, con tres etapas distintas en Santa Fe, a donde llegó por primera vez hace más de una década. Ha sido testigo de las distintas oleadas migratorias. En 2016 fichó por el Internacional de Porto Alegre y se mudó a Brasil. A su regreso, el año pasado, le impresionó ver tantos venezolanos en los semáforos. “Personas vestidas con ropa de calor en este frío y bebés, muchos bebés”, cuenta con la sensibilidad de un padre de dos niñas. “Ha sido duro verlo tan crudo”. Por eso se unió a common goal, el movimiento que busca donar parte de los salarios de los futbolistas, y enfocó su ayuda en los venezolanos en la frontera. “Yo salí de mi país porque mi carrera me lo pedía; a punta de trabajo y sacrificio lo he logrado, como todos los que estamos fuera, y como mucha gente que llega hoy. La mayoría es gente trabajadora, echada pa’lante, que lo único que busca es el bienestar de sus hijos”, valora.
Conscientes de su enorme visibilidad, coinciden en su agradecimiento con Colombia como país de acogida. “Sabemos la situación que pasa, sin embargo, tratamos de enfocarnos en ser alegría y un ejemplo de superación”, señala Faríñez. “Tenemos la responsabilidad de hacer las cosas bien, sobre todo fuera de la cancha, que se hable bien del venezolano”, lo complementa Aristeguieta, invocando el profesionalismo. Pese a todo, el fuego competitivo se mantiene encendido. “Uno antes de atleta es ciudadano”, zanja Seijas. “El fútbol es lo menos importante de las cosas que pasan hoy en Venezuela, pero el sueño de la clasificación está presente”.
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