Los siete invitados a la fiesta de Marc Márquez
MotoGP presenta una parrilla con mejores motos y más protagonistas, con un difícil objetivo: frenar al pentacampeón
El día que nació Fabio Quartararo (Niza, Francia; 19 años), Valentino Rossi se subía a su Aprilia en la primera jornada de entrenamientos del GP de Japón. Era abril de 1999. Aquel año el italiano ganaría nueve carreras y el título antes de dar el salto a la categoría reina y empezar a construir su leyenda. Este jueves, el mito, 40 años y la décima corona entre ceja y ceja, y el novato Quartararo, la revelación del invierno, rapidísimo como rodó hace escasos días en el circuito de Losail, donde este domingo se celebra la primera carrera del año, se sentaron a la misma mesa como pilotos de MotoGP. “Podría ser mi hijo, se lo acabo de decir. Tiene una gran oportunidad para demostrar su velocidad”, dijo el 46, que aún no acierta a entender si la Yamaha de este año será más competitiva que la del curso pasado, el de la mayor crisis que se recuerda en la casa japonesa.
“Es difícil para nosotros entender dónde está Yamaha”, confesó Rossi, a pesar de que en las últimas pruebas de pretemporada terminara a cuatro décimas de su compañero Maverick Viñales, que marcó la vuelta rápida, seguido de cerca de Quartararo (con una M1 satélite). Las Yamaha son rápidas, al menos con gomas nuevas. “Pero, habrá que ver cómo rinde la moto después de más de 20 vueltas”, añadió el italiano.
El rendimiento de la fábrica de los diapasones es una de las incógnitas que presenta la temporada 2019, pese al optimismo de Viñales —“Estoy muy contento con cómo van las cosas, me siento muy bien con la moto”, dijo—; puede, incluso, que se dude menos de la adaptación de Jorge Lorenzo a la Honda o del proceso de maduración experimentado por Álex Rins y la Suzuki, que crecen a la par, confiado el primero, sin presión (o eso dice), tan dócil y fluida su moto como el curso pasado, mejor en velocidad punta.
Si Rins todavía tiene que demostrar que está preparado para pelear con los mejores (y no solo por los podios), Lorenzo tendrá también que asumir que hay estructuras tan mastodónticas que tan pronto se muestran serviciales con todas las peticiones de uno como exigentes con los resultados. Y Honda es la casa más majestuosa y poderosa de la parrilla de MotoGP. Una fábrica que ha producido piezas por doquier —especialmente asientos, depósitos de combustible y apósitos varios para el mismo— para facilitar que el mallorquín se encuentre cuanto antes cómodo sobre la moto. Y cuanto antes es en la primera carrera, no en la sexta, como le ocurrió con Ducati. Claro que, esta vez, puede excusarse en su condición física: se fracturó el escafoides a finales de enero y afirma que necesita un mes más para sentirse en forma —“En los últimos seis meses en ningún momento me sentí al 100%”, se lamentó este jueves—, por mucho que le guste su nueva moto “desde el primer momento”.
Dice Rossi que este año hay siete pilotos (ocho si quisiera contar a Quartararo) que pueden subir al podio cada fin de semana. Y entre ellos todos cuentan al mallorquín. Claro que una cosa es acabar entre los tres primeros, otra optar a ganar carreras y otra, mucho más seria, pelear por el título. Y para esas cuentas se reduce el número de aspirantes. Y de entre ellos emerge un nombre propio. El de Marc Márquez, ganador de cinco mundiales en los últimos seis años, líder del proyecto más ambicioso de la parrilla de MotoGP.
Un piloto con unas condiciones físicas —pese a su reciente lesión: “Ya me he olvidado de los problemas en el hombro”, dijo en Losail— y unas capacidades técnicas tan extraordinarias que parece cada día más difícil de batir, no solo por su exuberancia en la pista sino porque ha sido capaz de gestionar un campeonato incluso con un hombro dislocado o una moto que no siempre fue la mejor. Es más temido hoy, además, por la evolución que ha experimentado su moto: mejor en aceleración, mayor la velocidad punta y con buena entrada a las curvas, así lo certifica Lorenzo, el mejor trazando líneas cual dibujante.
Si hay una moto y un piloto capaz de poner en apuros al campeón y a Honda esos son la velocísima Ducati, tan consistente como el último año, y el metódico Andrea Dovizioso, subcampeón los últimos dos cursos pese a la precipitación de la que fue víctima en 2018, el primer año en que se creyó favorito desde el primer día. Junto a él, en el equipo italiano, forma otro paisano, Danilo Petrucci, a quien se presupone tan capaz de ganar una carrera (algo que todavía no ha hecho en siete años en la categoría) como de no ser más que un animador de la fiesta de los mejores. O de la fiesta de Márquez, más bien.
Los pilotos piden adelantar una hora la carrera
El primero en alzar la voz fue Lorenzo. Hace pocos días, durante las últimas jornadas de tests en el circuito de Losail, sufrió una caída. Era tarde, la temperatura había caído drásticamente y la humedad era elevada en el circuito catarí, la combinación perfecta para que se sucedieran los accidentes. Y así ocurrió. "Tenemos que hablar con Dirección de carrera para ver si la prueba puede disputarse un poco antes para la seguridad de los pilotos", dijo hace una semana. Este jueves, de nuevo en Qatar, los pilotos de MotoGP secundaron su petición. Quieren que la carrera, la primera del año, prevista para las ocho de la noche (las seis, hora española) se adelante una hora. "El año pasado pilotamos a las siete de la tarde y la carrera fue fantástica. Es menos arriesgado y para el espectáculo es genial", resumió Márquez.
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