Vencer la frustración y ganar Wimbledon
Tanto Kerber como Djokovic han pasado por un bache del que han tenido que sobreponerse. Han suspendido reiteradamente y han decidido, visto los resultados, superarse y optar por nuevas soluciones
Los dos vencedores de la presente edición del torneo de Wimbledon confirman la recuperación de dos jugadores que ya saben lo que es estar en lo más alto: Angelique Kerber y Novak Djokovic. Tanto el uno como el otro son dos excelentes tenistas que han demostrado no solo su altísimo nivel deportivo sino también un enorme compromiso, determinación y amor por esta disciplina, factores determinantes sin los que la vuelta hubiera sido más complicada.
Aún sabiendo que me voy a repetir, no puedo dejar de señalar un hecho que me sigue llamando la atención cada vez que analizo las últimas rondas de los torneos más importantes del circuito: la edad de los contrincantes. De los ocho finalistas de las semifinales masculina y femenina de Wimbledon solo una es una deportista joven. Otra está a las puertas de la treintena y los otros seis la han rebasado.
Ya sé que los nuevos tenistas jóvenes están posicionándose muy bien. No olvidemos a Zverev, Thiem, Kyrgios o Shapovalov. Pero aún así, parece que no hay estabilidad o, más bien, no hay un cuerpo entero de sangre nueva que logre desplazar a los que ya empiezan a ser viejas glorias.
Hace poco participé en unas jornadas en las que distintas personas del mundo de la formación debatíamos sobre qué nuevo modelo educativo deberíamos perseguir para adaptarnos a los nuevos retos actuales. Uno de los factores negativos que se señalaron del sistema tradicional es el hecho de poner suspensos, el de señalar al que no ha cumplido con lo que se esperaba de él, con lo perjudicial que esto es para el afectado.
Es una tendencia, evidentemente, y no lo que piensa todo el mundo, pero yo disentí y argumenté que todos suspendemos y lo hacemos, además, a lo largo de toda la vida. Más vale que nos vayamos acostumbrando. Mi sobrino suspendió —entiéndase la metáfora— el sábado contra Djokovic y Roger Federer contra Kevin Anderson, y no pasa nada. No más de la cuenta, por lo menos, aparte de la decepción personal.
Tanto Angelique como Novak han pasado por un bache del que han tenido que sobreponerse. Han suspendido reiteradamente y han decidido, visto los resultados del día de ayer, superar su propia frustración y optar por buscar nuevas soluciones.
Yo creo que los jóvenes tienen que seguir sintiendo decepción cuando no cumplen los objetivos y no pasa más de la cuenta. Lo deseable sería que los formadores —que deberían sentir afecto siempre por el pupilo—, tanto los que trabajamos en el mundo del tenis como en cualquier otra disciplina, les enseñáramos, precisamente, a no hacer un drama del suspenso; a perseverar y seguir buscando oportunidades; a tener el compromiso del que han echado mano Kerber y Djokovic en sus meses bajos.
Sólo si logramos transmitir a las nuevas generaciones el amor por lo que uno hace y les hacemos entender que la exigencia y la mejora vencen la frustración, ocurrirá lo que ha venido pasando a lo largo de toda la historia de la humanidad: que los jóvenes aprenden de los adultos, luego los tratan de tú a tú y, finalmente, los desplazan y, muchas veces, los superan.
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