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Yerry Mina encabeza el afortunado relevo generacional de Colombia

Forzado por las circunstancias, Pekerman desplegó un grupo inexperto que funcionó de maravilla en la goleada sobre Polonia

Santiago Torrado
Yerry Mina anota el primer gol de Colombia en la victoria 3-0 sobre Polonia.
Yerry Mina anota el primer gol de Colombia en la victoria 3-0 sobre Polonia.Julio Muñoz (EFE)

Las cámaras no lo enfocaron bailando salsa choke, pero Yerry Mina volvió a celebrar. Su decepcionante primer semestre en el Barcelona no amilanó en Rusia al gigantesco central, que en su debut mundialista marcó la ruta para Colombia en las dos áreas. Decisivo en la goleada sobre Polonia, fue todo un símbolo del afortunado relevo generacional que desplegó, forzado por las circunstancias, el equipo de José Pekerman.

Desde que se pararon juntos durante los himnos, el contraste entre Mina -1,95 de estatura y 23 años- y Juan Fernando Quintero -1,68 y 25 años-, era una postal del renovado once de Colombia. Suficientes cambios para que, ya recuperado de sus molestias musculares, James Rodríguez, con 26 años y en su segundo Mundial, luciera como un veterano de mil batallas. Ni hablar de Falcao García, que disputa a los 32 su primera Copa del Mundo.

De entrada, Colombia tuvo que afrontar su partido de vida o muerte con la notable ausencia de Carlos Sánchez. La Roca (32 años) es el hombre clave para darle equilibrio al equipo, pero estaba suspendido tras cometer a los tres minutos del estreno ante Japón el penal que encarriló la victoria de los nipones y le costó la expulsión. En la zona de recuperación lo reemplazó Wilmar Barrios, consolidado a sus 24 años con Boca Juniors, junto al veterano Abel Aguilar, de 33.

Contra las cuerdas, Pekerman renovó la alineación con una prometedora pero inexperta defensa. Decidió jugarse los restos con su joven pareja de centrales, Davinson Sánchez (22 años) y el debutante Yerry Mina (23), todo un voto de confianza. Particularmente para Sánchez, que salió señalado de la derrota ante Japón, en la que se vio superado por los nervios y cometió el error que provocó la jugada del fatídico penal. En los costados los acompañaron Johan Mojica (25) y Santiago Arias (26), el abuelo de la zaga.

Adelante, el entrenador atendió el clamor para juntar a las dos zurdas de terciopelo con que cuenta Colombia, y acompañó a James con Quinterito, su sustituto en el primer partido, con la misión de surtir de balones a Falcao. Los retoques funcionaron a la perfección.

'Batalla aérea'

A la intimidante presencia de un ariete como Robert Lewandowski, una amenaza de 1,85 metros, Colombia respondió con dos torres. Sus centrales son una pareja de portentos físicos. Davinson, con 1,87, dejó atrás los titubeos del estreno y volvió a ser el sólido bastión del Tottenham inglés, mientras Mina olvidó sus melancólicas suplencias en el Camp Nou, donde es el más alto de la plantilla por delante de Piqué, y ganó las batallas aéreas con el goleador del Bayern Munich.

Ambos nacieron en el Cauca, en el suroeste del país, una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado, Davinson en Caloto y Yerry en Guachené. La alegría que esa pareja le regaló a Colombia es llamativa. A la salida del soberbio Mundial que disputó en Brasil, la renovación de la defensa se antojaba como el mayor dolor de cabeza para Pekerman. El gran capitán, Mario Yepes, aplazó su retiro solo para poder disputar ese torneo. Los dos centrales Made in Cauca, que a duras penas eran mayores de edad hace cuatro años, se fueron asentando en la recta final de las eliminatorias sudamericanas, sin hacer mucho ruido, entre los titulares habituales: Cristian Zapata (31), que aterrizó con molestias en Rusia, y Óscar Murillo (30), inicialista ante Japón.

El forzado relevo generacional en el Kazán Arena se consolidó a la media hora, cuando Aguilar se lesionó e ingresó Mateus Uribe, el ‘todocampista’ de 27 años del América de México al que Pekerman se ha referido elogiosamente como el jugador número doce de la selección. Con su notable desempeño, que estuvo a punto de coronar con una definición de taco que sacaron sobre la línea, debería ascender ese escalón en el cierre del grupo ante Senegal, cuando Colombia sigue obligada a puntuar para mantenerse con vida.

El gol de Mina que desatascó el juego llegó antes del descanso, antecedido por un concierto de zurdas, de Quinterito a James. El diez envió un centro bombeado y preciso para que el gigante de Guachené se pudiera anticipar a la salida de Szczesny.

Si Colombia encarriló la victoria de la mano de sus jóvenes talentos, la consolidó con una exhibición de tres veteranos, los únicos que quedaban sobre el césped tras el infortunio de Aguilar. David Ospina atajó dos mano a mano enfundado en un uniforme que es un homenaje a los que vestía René Higuita. Falcao anotó de tres dedos su anhelado primer gol en un Mundial, después de haberse perdido el de Brasil por una lesión de rodilla, a pase de Quintero, al que ya es hora de jubilarle el diminutivo. Y otro treintañero, el escurridizo Juan Guillermo Cuadrado, cerró la cuenta tras una carrera por el carril central para definir otra asistencia de James.

Los cafeteros ganaron el duelo directo que Lewandowski libró con los centrales, y también el mano a mano simbólico de goleadores, nueves y capitanes que lo enfrentó con El Tigre, que salió ovacionado a falta de 15 minutos. Falcao, autor de 30 tantos con su selección, describió este con una frase que cualquier colombiano habría podido recitar: “el gol soñado desde niño”.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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