“No necesito frenar”
El argentino Federico Bianchini reúne en un libro nueve perfiles de atletas que llevan la fuerza de voluntad al límite
“Van dos horas treinta y seis minutos de carrera. Lo sé por mi plan de hidratación. Cada doce minutos, Guga me da para tomar un carbohidrato puro que compramos en Alemania. (…) A las dos horas doce minutos, cuatro horas doce minutos, seis horas doce minutos como, además, un pedazo de banana. Comer sirve para orientarme temporalmente. A las dos horas treinta y seis, cuatro horas treinta y seis y seis horas treinta y seis, tomo un ibuprofeno”.
Las crónicas del libro están escritas como un monólogo interior de los personajes
La historia de un hombre que piensa mientras nada es la historia de Damián Blaum, un nadador que hace 88 kilómetros de maratón acuático en 8 horas y 17 minutos. Unas líneas adelante dice: “No les va a ser fácil. Ahora, en el primer pelotón, sólo somos cuatro. Rok, el esloveno, quedó atrás. Mientras nado, meo. No necesito frenar”. Historias extremas, publicado por la editorial chilena Ceibo, es una recopilación de perfiles de deportistas al límite realizados por Federico Bianchini (Buenos Aires, 1982), una voz joven de la crónica periodística en castellano, Premio Nuevas Plumas por un perfil del escritor Roberto Fogwill y Premio Don Quijote por otro del juez Eugenio Raúl Zaffaroni.
A ambos los retrató en la piscina, usando su afición a la natación para acceder a sus personalidades. Primero fue Fogwill. El escritor nadaba en el mismo club que Bianchini. El periodista fue acercándose a él “hasta que un día quedamos los dos en la parte baja de la pileta, respirando ambos muy agitados”, recuerda por Skype desde Buenos Aires. Después fue Zaffaroni, uno de los juristas más significados de América Latina, que aprendió a nadar con 55 años y terminó eligiendo hotel en sus viajes en función de lo cerca que hubiese una piscina.
Mientras entrenaba, recitaba una carta ficticia que le había escrito al Subcomandante Marcos
Estos perfiles no forman parte de la recopilación, pero uno de ellos fue la puerta de entrada hacia otro que sí figura: La historia de una mujer que cree poder sentir las partículas del agua, sobre una nadadora de aguas abiertas a la que le falta una pierna. Al periodista le rondaba la idea de lo aburrido que era nadar durante horas. Le preguntó a Fogwill y el escritor le respondió que él contaba largos en alemán. Además, le recomendó que conociese a María Inés Mato, la nadadora amputada. Con ella, el reportero descubrió el poder de la visualización de imágenes como técnica de concentración y optimización del esfuerzo.
Mato le contó que una de las cosas que imaginaba eran insurgentes zapatistas. Mientras entrenaba, recitaba como un mantra una carta ficticia que había escrito al subcomandante Marcos, y la repetición la llevaba a un estado de “alucinación consciente”, explica Bianchini, en el que llegaba a ver a encapuchados animándola al borde de la piscina e incluso a alguno lanzándose al agua con fusil para nadar con ella.
Las crónicas del libro —junto a partes de narración omnisciente— están escritas como un monólogo interior de los personajes. “Las entrevistas se ponían un tanto pesadas porque volvía y volvía sobre lo mismo hasta tratar de conseguir ese artificio narrativo; porque uno no habla ni piensa de esa manera”.
Además de conversar, los seguía en competición: “Quechuquina. Fotógrafos y el pibe de la revista que me sigue desde hacer varios días. En el puesto me dicen que no pare, que siga, que acá cerca tengo a tres corredores”, se lee en La historia de un hombre que se cree lento, sobre un maratoniano que recorre 80 kilómetros en siete horas y cuarenta minutos. Continúa más abajo: “En 15 segundos, el tiempo que tardo en cruzar el río, las piernas se enfrían, los músculos se relajan, el dolor de las rodillas, los tobillos, las plantas de los pies se va yendo. ¡Dale que podés!”.
El reportero se basa en el detalle descriptivo y en el internamiento en las emociones e ideas. En La historia de un deportista con problemas cardíacos: “El dolor de corazón no lo sentís con el dedo, sino con la mano. Es como si tuvieras una tortuga enorme pisándote suave el pecho”. En La historia de un hombre que se arriesga, creyendo que así alarga su vida: “Estoy bien. Correr es alejar la muerte”.
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