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Crítica de cine
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘La cena’: la bendita risa del ridículo y la amargura con Franco y sus fachas

Manuel Gómez Pereira recupera un tipo de comedia política para el cine español que nunca debería haberse olvidado

Mario Casas y Alberto San Juan, en el vestíbulo del hotel Palace, en 'La cena'.
Javier Ocaña

Algunas de las situaciones más trágicas de la historia de la humanidad han dado lugar a una parte de las mejores comedias de la historia del cine. Saber mirar para entrever dónde, además del drama, puede hallarse el ridículo, y con ello la risa, siempre ha sido esencial a la hora de abordar los acontecimientos más extraordinarios. Luego ya solo queda dotar del color más adecuado al relato, a su fondo y a sus formas: el refinado y elegante blanco del que no quiere hacer sangre; el blanquinegro de la comedia dramática; el cruel negro de la carcajada que se congela a causa del pudor y hasta de la vergüenza.

José Luis Alonso de Santos lo supo vislumbrar en su obra de teatro La cena de los generales, ambientada un par de semanas después del fin de la Guerra Civil Española y de la caída definitiva del Madrid republicano. Al dramaturgo vallisoletano se le ocurrió la tan feliz como sobrecogedora idea de que, en medio de la tragedia, la miseria, la muerte y la degradación, quizá Franco hubiera querido celebrar la victoria con sus lugartenientes en una lujosa comida en el hotel Palace. Y le añadió la gota que podría colmar el vaso de la risa y del dolor, de la mueca absurda y de la sonrisa desprejuiciada. El ágape resulta imposible porque todos los cocineros están en la cárcel. Por rojos. Así que hay que sacarlos de allí por un tiempo.

Escrita en 1998, aunque no fue representada hasta una década después, La cena de los generales se convierte ahora en película de la mano de Manuel Gómez Pereira, rey de la risa en el cine español de los años noventa con cinco películas en seis años que llevaron, entre el sainete y la alta comedia, a una media de cerca de un millón de espectadores por título: Salsa rosa, ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, Todos los hombres sois iguales, Boca a boca y El amor perjudica seriamente la salud. Pereira, que a principios de este mismo año empezó a recuperar el calor del público con el remake Un funeral de locos, después de demasiados años de desigual carrera tras el estrepitoso fracaso de crítica y público de Desafinado, punto de inflexión tras los triunfos, ha vuelto con sus compinches de guion de entonces —Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano— para adaptar a Alonso de Santos. El resultado es una estupenda comedia que hilvana de modo elegante la necesidad de la memoria, el valor de la dignidad, la nobleza de los ideales de libertad, el desconsuelo de la tragedia y la luminosa carcajada del ridículo.

Sin subrayar nunca los gags ni las frases más graciosas, articulando una puesta en escena que, a cierta distancia, marca bien las entretelas del contraste entre el boato del Palace y la pobreza física, económica, sentimental y moral de sus criaturas, Pereira y sus compinches han podado algunas partes de la obra de Alonso de Santos y sumado una trama primordial para el desarrollo. Y han decidido pintar su película con el blanquinegro de la comedia dramática, sin mezclar ambos en situaciones que podrían haber dado lugar a despiadadas negruras, pero manteniendo siempre, pese a los esbozos de sonrisa y al agradable divertimento, una necesaria amargura que subyace entre su elegancia, comandada además por dos formidables intérpretes: Mario Casas y Alberto San Juan, que clavan cada línea de guion (¡Cómo se puede decir una frase que despierte tanto asco como ‘¡Arriba España!’ con tanta gracia!), con la contagiosa humanidad de una cierta reconciliación nacional que, al mismo tiempo, nunca olvide lo que pasó y quiénes fueron los culpables.

Un toque de humanismo con matices, de risa floja pero crítica, que entronca a la perfección con otra gran comedia dolorosa del cine español, inspirada en acontecimientos reales —La niña de tus ojos, de Fernando Trueba—, y, salvando algunas distancias, con sendos estilos de jolgorio en tiempos de guerra: el muy carnal italiano de Mario Monicelli, Luigi Comencini y Dino Risi en las espectaculares La gran guerra, Todos a casa y La marcha sobre Roma, respectivamente; y el refinamiento de Ernst Lubitsch en Ser o no ser. Quizá La cena vaya un tanto de más a menos, y la presencia del dictador esté algo desaprovechada, pero Gómez Pereira recupera un tipo de comedia política para el cine español que nunca debería haberse olvidado.

La cena

Dirección: Manuel Gómez Pereira.

Intérpretes: Mario Casas, Alberto San Juan, Asier Etxeandia, Nora Hernández.

Género: comedia. España, 2025.

Duración: 106 minutos.

Estreno: 17 de octubre.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.
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