Ana de Armas: “Monroe representaba un sueño, la imagen perfecta, ¿qué le podía ir mal?”
La actriz cubana protagoniza ‘Blonde’, la biografía producida por Netflix y dirigida por Andrew Dominik que indaga en la dicotomía Norma Jeane / Marilyn Monroe
Cuando acaba la inmersión —en realidad, descenso a los infiernos que lidera el director Andrew Dominik— en la vida y el alma de Norma Jeane Morteson / Marilyn Monroe que ofrece Blonde, no queda duda: más allá de la discusión crítica, Ana de Armas arrasa en la pantalla. A sus 34 años, la actriz (nacida en La Habana, y que debutó en el cine en 2006 con Manuel Gutiérrez Aragón en Una rosa de Francia) ha alcanzado un estatus en la industria que la ha alejado por completo de aquella intérprete de la serie El internado y que la acerca más a la misma Monroe. Y en el festival de San Sebastián, los 21 minutos que ha durado la rueda de prensa de Blonde —proyectada en el Zinemaldia como película sorpresa—, y en la que le acompañaba Dominik, han reflejado ese momento: Ana de Armas es estrella, y de las que vienen a quedarse durante décadas.
El viaje ha sido largo. Al menos para Dominik, que en el festival de Cannes de 2012, donde presentó Mátalos suavemente, ya hablaba de su adaptación del libro de Joyce Carol Oates. Por eso, cuando al director le han preguntado sobre su estreno directo en streaming —producida por Netflix, se estrena en la plataforma el miércoles 28 en muchos países, como España—, no ha dudado en alabar a la compañía: “Son los únicos que decidieron financiarla. ¡Qué voy a decir! En Estados Unidos al menos estará en salas dos semanas”. Y sobre la pertinencia de analizar Blonde dentro de una nueva ola de cine más cercano a la verdad femenina, ola impulsada gracias al Me Too, también se sintió feliz. “El Me Too fue útil para producir esta película. Porque antes muchos pensaban que la perspectiva de una mujer sobre ese Hollywood asfixiante no interesaba. Y el Me Too le ha dado la vuelta a esa absurda reflexión”.
En la mesa, sin embargo, recibió muchas más preguntas Ana de Armas. Empezando por cómo encaró la dicotomía Jeane / Monroe: “No puedo separar a la estrella del personaje íntimo. El reto fue precisamente alejarnos de la imagen que tenemos de Monroe y hacer visible a Norma Jean. Fue un trabajo muy inmersivo, de mucha investigación y detalle. Con el objetivo de atrapar todas sus facetas: su fisicidad, su voz, su talento y también descubrir al público a la mujer. Tuve que absorber todo esto y llevarlo a la pantalla”. Lo contaba en un español con muy poco deje cubano y mucho acento inglés. Resultado de un viaje vital, el de De Armas, que ella confesó inesperado. “No creo que haya dicho que en España no me tomaban en serio, sino que estuve durante muchos años en una serie [El internado] en la que llevaba un uniforme de colegio. Y como en Blonde, se creó una imagen. Yo hubiera seguido con mi carrera aquí, con paciencia, con directores españoles. No había nada planeado. Sin embargo, me llamaron para rodar Manos de piedra [la biografía del boxeador Roberto Durán], me fui a Panamá en 2015, y se encadenaron las propuestas. A mí me gustaría volver a trabajar en España”.
¿Qué conocía Ana de Armas de su personaje antes de llegar al proyecto? “Mi información era bastante básica, y no había trascendido más. Monroe representaba un sueño, la imagen perfecta, ¿qué le podía ir mal? Ahora, obtener de ella una imagen más completa me hace respetarla y humanizarla más, comprenderla mejor y darle más resonancia a su esfuerzo”. No quiso, probablemente por ese respeto, responder a qué opinaría Norma Jeane de Blonde. “Ni puedo pensarlo. Es una pregunta aparentemente sencilla que es fácil malinterpretar en la respuesta”.
Para la actriz, la película también ilustra el acoso a los intérpretes en la actualidad: “Blonde refleja los tiempos que vivimos, y lo que sufrimos los actores ha ido a peor. Todos tenemos una parte privada y una parte pública, y es difícil encontrar un balance entre lo que quieres compartir y lo que no. Además, muchas veces no depende de ti”. Y dejó para el recuerdo una bonita anécdota sobre las reconstrucciones de momentos míticos de la vida de Monroe, en concreto cuando en La tentación vive arriba, el viento del metro surge de una rejilla en la acera y eleva su vestido blanco: “Las recreaciones fueron muy difíciles. Queríamos hacer algo a la vez exquisito y especial. Esa secuencia fue muy surrealista: el chico que soplaba el viento bajo la rejilla es el nieto de quien lo hizo en la comedia de Billy Wilder”. Eso siempre a través de los ojos de Norma Jeane, que ha encontrado en la actriz cubana una acérrima defensora: “En ese momento y en todo el metraje lo importante era tanto recrear la escena como el contraplano, el contexto de lo que pasaba, lo que ella vivió”.
Babelia
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