La cantera de donde salió la piedra del acueducto de Segovia: “Tenían una producción casi industrial”
Un equipo de arqueólogos trabaja sobre un yacimiento de granito a 12 kilómetros de la ciudad para aclarar los métodos romanos

La huella romana se aprecia entre caminos salpicados de abundantes excrementos de vaca, solo hay que fijarse bien. Las moles de granito descansan eternamente, a expensas de la erosión natural, tras siglos usadas para cometidos de tanto relumbrón como conformar con sillares el acueducto romano de Segovia. Los asentamientos imperiales en la zona recurrieron a las piedras de este yacimiento de granito, llamado la cantera de El Berrocal, un entorno de unas 250 hectáreas en las proximidades de Ortigosa del Monte, a 12 kilómetros la emblemática construcción segoviana, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985.
Si el acueducto sigue en pie hoy en día (se levantó entre el siglo I y II y fue utilizado para abastecer a la ciudad hasta los años setenta del siglo pasado) se debe en buena parte al robusto material de El Berrocal. Aún se perciben macizos rocosos con señales de las cuñas metálicas empleadas para romperlos, trabajar el bloque elegido y trasladarlo en carromatos hacia las obras. Los expertos en el yacimiento ha comprobado que se corresponde con el granito del acueducto y buscan conocer la secuencia histórica y más monumentos apoyados en esta piedra.
La catedral de Segovia se vislumbra en lontananza desde la campiña donde durante años los romanos obtuvieron el recurso clave para el acueducto. Un equipo de arqueólogos busca hoy sus huellas en el yacimiento. La observación minuciosa de los bloques revela diversidad de tonalidades sobre el gris granito, siendo perceptible que hay macizos intactos desde hace millones de años y otros que se serraron tiempo atrás. Los líquenes también facilitan las pesquisas arqueológicas, así como hendiduras del tamaño de un dedo, señal de que los punzones metálicos de los excavadores se clavaron sobre ellas para, golpeándolas con mazos, romperlos y trasladar los trozos obtenidos a los carros tirados por bueyes rumbo a Segovia. “Dentro del frente de cantera hemos encontrado espacios para yunques, zonas quemadas por las fraguas, restos de esquirlas de metal, varias estructuras para proteger a los animales o zonas de acopio y talleres”, explica la arqueóloga Clara Martín.
Las labores comenzaron en 2017, con fondos de la Junta de Castilla y León, para identificar primeramente las áreas de extracción. En 2018, más sondeos permitieron localizar la vía de salida de la cantera, pues les consta una calzada romana a lo largo de los 12 kilómetros que separan la dehesa de la ciudad, recorrido llano salvo un valle con un arroyo en cuyos alrededores aún se aprecia la antiquísima carretera. Iban apareciendo más estructuras y restos de construcciones cuando en 2019 se señalizó un recorrido de dos kilómetros, con letreros y rótulos que contextualizan las rocas y sus rasgos. En 2020 hubo un parón durante el cual Clara Martín se convirtió en concejal y posteriormente alcaldesa de Segovia por el PSOE, hasta 2023.
Al pasar la alcaldía al PP en 2023, Martín recuperó sus tareas académicas en El Berrocal con el apoyo del Ayuntamiento de Ortigosa del Monte, de la Diputación y una ayuda de la Junta, que durante un tiempo paralizó aportaciones. De fondo, la sabia colaboración del Instituto Geológico y Minero, cuyas extracciones de piedra de la parte romana conservada del acueducto revelaron que muy probablemente provenga de este emplazamiento. “El objetivo ahora es conocer la secuencia histórica, evidencias cronológicas que den información de la cantera en los distintos periodos históricos e identificar frentes antiguos donde haya materiales arqueológicos de época romana y otros periodos”, señala la especialista, quien confía en “identificar otros monumentos que hayan podido usar el material de El Berrocal”.
De momento sospechan del palacio de Riofrío (siglo XVIII), muestra de que esta piedra fue cotizada durante épocas muy dispares. “Tenían una producción casi industrial, casi todo el trabajo se hacía aquí y el granito se ha seguido extrayendo igual, con cuñas metálicas”, desgrana junto a esas incisiones milenarias.
Javier Martínez, ingeniero geólogo y científico titular del Instituto Geológico Minero, destaca que sus estudios revelan que más de la mitad de los 200 sillares analizados de la infraestructura son compatibles con El Berrocal. Puede haber más canteras, admite, pero esta se antoja la principal para los constructores. Identificar el origen del material, añade el especialista, resulta clave para disponer de información sobre en qué contexto se hizo el acueducto y con qué logística, además de funciones más prácticas: “Si en algún momento hubiera que incorporar piedra por reconstrucciones o sustituciones de sillares deteriorados, se aconseja usar la piedra original como por compatibilidad de materiales”.
Juan Carlos Cabrejas, alcalde independiente de Ortigosa del Monte, recuerda que cuando era pequeño los chavales hacían excursiones a los lugares donde ahora se ven las bases de las columnas de construcciones romanas. Cabrejas celebra el vínculo de la población local con El Berrocal, ahora amarillento, pero verde o helado y nevado en meses venideros, un enclave “muy bonito” que atrae a mucha gente para pasear o ver los vestigios de esa explotación activa hasta el siglo pasado.
El regidor teme que el espacio se masifique de turistas y curiosos, pero aplaude los descubrimientos en torno a Ortigosa: “Hemos hablado en público de los trabajos que se han hecho, la gente de toda la vida de aquí lo conoce, se hacen excursiones, algunas visitas guiadas teatralizadas, actos culturales para que la gente lo reconozca... Siempre se decía lo del acueducto, pero ahora ya se sabe que tiene 2.000 años, no es poca cosa”. Entonces eran habladurías, leyendas sobre que allí existió tal explotación, pero la ciencia ha acreditado el folclore: “Es muy satisfactorio que las piedras del acueducto salieran de mi pueblo, es un orgullo un poco tonto pero es así”.
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