Ir al contenido
_
_
_
_

Segovia, la dama de las catedrales, cumple 500 años: sus 10 rincones más curiosos

Para celebrar el redondo aniversario, recorremos la última seo gótica de España con la guía e historiadora del arte Mercedes Sanz de Andrés, desde su piedra más pequeña hasta las estrellas

Catedral de Segovia

Los segovianos son tan suyos construyendo que igual que colocan las tejas de sus casas al revés, panza arriba, empezaron en 1525 su catedral por el lado que suele dejarse para el final, el de poniente, y lo hicieron en estilo gótico, cuando el resto de los cristianos andaban ya por el Renacimiento.

Para festejar su 500º aniversario y esta cabezonada arquitectónica, que hizo que hoy puedan presumir de tener la última seo gótica de España —por su porte y elegancia conocida como “la dama de las catedrales”—, exploramos sus 10 rincones más curiosos de la mano de la historiadora del arte Mercedes Sanz de Andrés, que lleva 25 años enseñándola. Como mínimo, advierte, se necesitan dos días.

1. La piedra más pequeña y prodigiosa

Si hay que ver primero lo que más atrae a los segovianos, empezaremos por la piedra más pequeña de la catedral, que es una baldosa blanca y canija como la uña de un cernícalo primilla que se puso delante de la capilla de San Pedro para rematar el puzle de 5.250 metros cuadrados que forman las losas de 50x50 centímetros del templo, instaladas a finales del siglo XVIII. Es una piedra mágica, que hace los deseos realidad. Unos dicen que hay que dar tres vueltas a su alrededor y pedir lo que sea. Otros, que antes de formular el anhelo, se debe pisar la piedrecita como se pisaría una colilla. Viendo cómo está de hundida y desgastada, gana la segunda opción.

Detalle de la pequeña piedra delante de la capilla de San Pedro de la catedral de Segovia.

2. Un claustro de otro siglo y lugar

Si decidimos empezar por el principio, visitaremos primero lo más viejo. Y lo más antiguo es el claustro, como salta a la vista al descubrir en su portada de acceso las armas de Isabel la Católica, que la sufragó a finales del siglo XV. ¿Pero no habían comenzado las obras de la catedral en 1525? Pues sí, pero el claustro no estaba entonces aquí, sino en la catedral vieja, al lado del Alcázar. Como esta se caía a pedazos después de la Guerra de las Comunidades, Carlos I la hizo derribar y mandó construir la nueva a medio kilómetro, en lo más alto de la ciudad, no sin antes desmontar y trasladar el claustro para ubicarlo a su vera; en aquel entonces una proeza insólita. Cuatro años y medio se tardó en nivelar el cuestarrón que había al sur de la incipiente catedral, en trasladar piedra a piedra el claustro diseñado por Juan Guas y en montarlo tal como estaba, sin sufrir apenas daños. El único que sufrió fue el bolsillo del Cabildo, que hubo de pagar por todo ello 2.529.249 maravedís, el doble de lo previsto.

Después de alucinar viendo cómo los rayos de sol se enredan en las filigranas flamígeras de sus 20 ventanales, se puede seguir alucinando en el Museo Bajo Claustro, que también es una obrita: una sala de 405 metros cuadrados obtenida al liberar los cimientos del mismo y en la que caben holgadamente lienzos tan grandes y magníficos como el Tríptico del Descendimiento de Ambrosius Benson (1490-1550), de casi tres metros de altura. Es el cielo bajo tierra.

El 'Tríptico del Descendimiento', de Ambrosius Benson, expuesto en el Museo Bajo Claustro.

3. Vida y muerte del infante Don Pedro

Otro vestigio impactante de la catedral vieja es el sepulcro del infante Don Pedro, uno de los muchos hijos naturales del rey Enrique II de Castilla, que preside en la nueva la capilla de Santa Catalina. La escultura yacente la restauraron en 2019 y aprovecharon para hacer un estudio antropológico de los restos del infante, que resultó ser un crío raquítico de entre seis meses y un año y medio. Eso casa más con la tradición que dice que el 22 de julio de 1366 a su aya se le cayó por una ventana del Alcázar de Segovia y que, detrás del niño, fue ella, empujada por el miedo y el dolor.

En la misma capilla, se muestra un facsímil del Sinodal de Aguilafuente, el primer libro impreso en España y en castellano, en 1472, 106 años después de que se cayera el niño y 86 antes de que lo trajeran de la catedral vieja a la nueva.

4. Las lápidas del enlosado

El suelo de la catedral estaba lleno de lápidas de granito con calaveras grabadas encima y con calaveras de verdad sepultadas debajo. Hasta que en 1790 se instaló el lustroso pavimento de losas negras, rojizas y de color blanco marfil que luce ahora, como si fuera un palacio. Los huesos se quedaron donde estaban, pero las lápidas se sacaron del templo y con ellas se enlosó el patio que hay delante de la fachada occidental, por eso mismo llamado del Enlosado. Se ven escudos de los distintos linajes segovianos, jarrones con azucenas de los canónigos del Cabildo y cráneos con las tibias cruzadas de la gente normal y corriente, porque piratas, en Segovia, difícilmente pudo haber. Gente viva no se ve aquí casi nunca, y es un gusto asomarse a este patio alto y silencioso y disfrutar de la escena casi medieval del vecino barrio de San Andrés, con sus casas de fachadas esgrafiadas, los tejados del revés y, por encima de ellos, la torre de la iglesia románica del santo titular. Cuando más gente se verá es en noviembre, el mes de los muertos, porque entonces habrá visitas guiadas al arte funerario de la catedral.

Una de las vidrieras de la catedral diseñada por Carlos Muñoz de Pablos.

5. El llamador de la torre

El Enlosado también es un buen lugar para contemplar sin estorbo la catedral. Para eso se hizo este despejado patio, para que nada la eclipsara. Cuesta, eso sí, ver la punta de la torre porque está altísima, a 88 metros. Por suerte para el cuello del observador, un rayo la desmochó hace 401 años, cuando aún era más alta, la más de España: ¡108 metros! Para relajar el cuello, se puede curiosear el artefacto que hay en su base: una especie de mortero gigante, esculpido en los sillares esquineros de la propia torre, con el que se llamaba al campanero golpeando con un pedrusco en su fondo redondo, como si se machacase un ajo monstruoso, para luego darle un recado a voces o hacerle llegar agua y comida con una cesta atada a una cuerda. La opción b, que era que subir 132 peldaños hasta la Casa del Campanero, no era mejor. Abajo sigue habiendo un pedrusco y, cuando hay gente arriba de visita, se puede probar la eficacia de este llamador digno de Los Picapiedra.

6. Vidrieras y vistas divinas

Todos los domingos, a las 17.00, hay una visita guiada a las vidrieras. Desde distintas alturas y balaustradas, inaccesibles de otro modo, se admiran de cerca las 159 obras que llenan de luz y color la catedral, creadas por maestros flamencos y castellanos del siglo XVI al XX. Se ven como solo las ven Carlos Muñoz de Pablos y sus hijos, que han diseñado varias y restaurado muchas otras. También se ve el interior de la catedral de una sola mirada, como una proyección isométrica, como un hormiguero de diminutos humanos. Y hasta hace bien poco se ha podido ver la Luna desde arriba y con toda su esfera iluminada. Era la obra de siete metros de diámetro, Museum of the Moon, del artista británico Luke Jerram, que estuvo colgando en el trascoro hasta el 31 de marzo como parte de las actividades organizadas por el V centenario de la construcción de la catedral.

La obra de siete metros de diámetro 'Museum of the Moon', del artista británico Luke Jerram, que se pudo ver hasta marzo dentro de las celebraciones por el 500º aniversario de la catedral.

7. Rubens y el árbol de la vida

También con motivo del aniversario, desde el 11 de abril y hasta finales de 2025, se exhibirá un rubens en la capilla de la Piedad: Paisaje con san Jorge y el dragón, una obra fechada hacia 1634, nunca antes expuesta en España. Otro lienzo que hay que ver es El Árbol de la Vida, del pintor flamenco Ignacio de Ries, que llena de alegre estupor a quien visita la capilla de la Concepción. En él aparecen la Muerte cortando con su guadaña un árbol en cuya copa se está celebrando una orgía y unos versos que rezan: “Mira que te has de morir / mira que no sabes cuándo / mira que te mira Dios / mira que te está mirando”.

Quien prefiera el arte sacro, más serio, más formal, tiene una cita con el Cristo yacente de Gregorio Fernández, en la capilla del Descendimiento, y otra con el Llanto sobre Cristo muerto, de Juan de Juni, en la de la Piedad.

8. Hallazgos inesperados

Un apagavelas, una moneda de ocho maravedís de 1604 con marca de la Ceca de Segovia, una brocha, un saquito con carboncillo para realizar plantillas, papel de librillo de oro, un plato de mimbre, dos jarras de vino, varias cartas manuscritas de los siglos XVI y XVII… Estos son algunos de los curiosos objetos que aparecieron al restaurar la reja y el retablo de la capilla de Santiago Apóstol, entre febrero y octubre de 2024, y que se exhiben en una vitrina allí mismo. Apareció hasta una pelota de cuero con la que los artífices se entretendrían durante los descansos, usando la capilla como un frontón.

9. La casa del campanero

Falta visitar la torre de la catedral y para eso hay una escalera de caracol de 190 peldaños. Por suerte no se sube del tirón, sino haciendo dos descansos. Después de 72 escalones, se para en una sala para ver un video mapping envolvente con recreaciones en 3D que transporta a lugares y momentos clave del monumento y de la propia torre, incluido el rayo que la castró el 18 de septiembre de 1614. Y después de otros 132, se visita la Casa del Campanero, donde el último vivió con su familia hasta 1950, compartiendo dos habitaciones sin ventanas, una sala de estar y una cocina. ¿Y el baño? No, de eso no había. Lo más parecido era un agujero por el que hacían sus necesidades sobre la ciudad en un rincón de la Sala del Reloj, donde también tocaban las campanas sin necesidad de subir más, con unas cuerdas.

La escalera de caracol para subir a la casa del campanero en la catedral de Segovia.

10. ”¡Torres de Segovia, cigüeñas al sol!”

Tras 190 peldaños, se llega al campanario. Desde allí se ve toda Segovia, desde el Alcázar hasta el Acueducto, y buena parte de la sierra de Guadarrama, desde la Mujer Muerta hasta Peñalara. También se ven las estrellas, porque hay visitas nocturnas a la torre todos los viernes, sábados y domingos (de abril a octubre). Al que no se ve, porque lo oculta la cúpula del crucero, es a Antonio Machado. Pero allí está inmortalizado en bronce, en la plaza Mayor, con su bastón, sus poemas y su “torpe aliño indumentario”, mirando de reojo a la dama de las catedrales. Un buen lugar, la plaza, para decir adiós a la catedral, contemplándola casi entera y leyendo los versos de Canción de despedida que hay grabados al pie de la estatua: “¡Torres de Segovia, cigüeñas al sol!”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_