El Premio Cervantes reconoce la mirada melancólica sobre la memoria del mexicano Gonzalo Celorio
El escritor y ensayista recibe el galardón más importante en lengua española, dotado con 125.000 euros, por una obra que “conjuga una lucidez crítica que explora la identidad sentimental y la pérdida”

La mirada melancólica sobre la memoria del escritor mexicano Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) ha recibido este lunes el Premio Cervantes 2025. Así lo ha anunciado el ministro de Cultura español, Ernest Urtasun, en la sede del ministerio en Madrid. Un premio que recae en el ensayista, escritor y crítico “por su excepcional obra literaria, profunda y sostenida a la cultura hispánica”, ha señalado el jurado, que destaca que Celorio “conjuga una lucidez crítica que explora la identidad sentimental y la pérdida”. Celorio se alza así con el máximo galardón de la literatura en lengua castellana, creado en 1976 y dotado de 125.000 euros. El premio será entregado el próximo 23 de abril en la Universidad de Alcalá de Henares.
El jurado en esta edición ha estado integrado, entre otros, por los dos últimos ganadores del premio en 2023 y 2024, los escritores y académicos de la lengua Luis Mateo Díez y Álvaro Pombo, respectivamente; la también académica Aurora Egido, el crítico Constantino Bértolo y el escritor Manuel Rico, así como Mauricio Carrera en representación de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUALC).
La entrega del galardón al escritor mexicano parece un nuevo gesto cultural hacia México, cuando las relaciones entre ambos países han estado en horas bajas tras el reclamo del expresidente Andrés Manuel López Obrador de un perdón por parte de España por los excesos de la conquista. La Fundación Princesa de Asturias entregó a mediados de octubre el reconocimiento a la Concordia al Museo Nacional de Antropología y de las Artes a la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide.
Celorio es uno de los ensayistas, narradores y académicos más destacados de la literatura mexicana contemporánea. Su obra se caracteriza, como él mismo lo ha reconocido, por un profundo amor a la lengua y una mirada melancólica sobre la memoria. Celorio ha definido sus obras como “novelas memoriosas”, porque en ellas ahonda en la historia familiar, pero también sobre la vida y las creaciones de escritores con los que se ha relacionado.
En su más reciente libro, Ese montón de espejos rotos (Tusquets), el escritor ha decidido hablar de su propia vida, en unas memorias en las que ahonda en su vocación literaria, su formación intelectual y su trabajo académico. El título de la obra, explica el autor en su prólogo, es un verso de Borges que para él “define con acierto la memoria”. Celorio narra: “Este libro amontona recuerdos dispersos que son reflejos de algunos tramos de mi vida. Y solo reflejos, porque el lenguaje, ineludible y paradójicamente, distorsiona lo que se propone retener en la memoria, más aún si aquello que intenta preservar ocurrió en tiempos remotos. Pero de ninguna manera he pretendido hacer una autobiografía; si acaso, apenas registrar ciertos aspectos significativos de mi vida”. Es, agrega, un compendio de lo que define como sus “exultantes pasiones”: “La palabra, la literatura, el teatro, la música popular, la fiesta, la celebración, los rituales domésticos, el barroco, la arquitectura, el magisterio, la amistad, el amor y sus simulacros”.
El libro inicia justamente con una evocación melancólica de la edad adulta, a los 72 años, ese “invierno tan temido”. Recuerda a su padre, fallecido a los 70 años. “Ahora yo soy más viejo de lo que él nunca fue. Es cierto que, a semejanza suya, me paso la mayor parte de la vida en soledad, sentado a mi escritorio, pergeñando textos inútiles, rumiando lecturas empolvadas o inventando fabulaciones que seguramente ya escribieron otros”, escribe de forma lírica o “poética”, como ha definido algunos expertos su estilo. A pesar de haber llegado a ese “invierno” de la adultez, Celorio recuerda que sigue activo, impartiendo cursos académicos —“absorbiendo la sangre juvenil de mis alumnos”, acota— y escribiendo. “No me he jubilado ni pienso hacerlo hasta que desfallezcan mis fuerzas o mi lucidez, que tengo más proyectos en la cabeza que capacidad para realizarlos”, advierte el escritor que practica tai chi y que, cuenta, “todos los días me baño, me rasuro y me visto, aunque no tenga que salir de casa”.
Es el entusiasmo por la vida y la curiosidad que depara cada día de este académico formado en Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde ha sido profesor, director de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Instituto de Investigaciones Filológicas. Celorio ha dedicado su vida a pensar y enseñar la literatura mexicana. Es también director de la Academia Mexicana de la Lengua, desde donde ha impulsado el cuidado y la renovación del idioma.
El escritor alcanzó amplio reconocimiento con Amor propio (1992) y Y retiemble en sus centros la Tierra (1999), novelas de tono autobiográfico que combinan ironía, memoria y crítica social. Dedicó su trilogía Una familia ejemplar a sus orígenes, ahondando en ese pasado desde “el minarete del anonimato en el que me colocó el undécimo lugar que ocupo en la prolífica descendencia de mis padres. Inevitablemente, he narrado, en primera persona, varios episodios de mi infancia y algunos de mi juventud, pero no soy el protagonista de estas obras”. Se trata, dicen sus críticos, de una prosa culta y elegante que oscila entre la erudición y la confesión personal.
La ironía no solo está presente en su obra, también en los comentarios que hace de su quehacer: “He tenido la fortuna de dedicarme a la literatura, que no sirve para nada, pero que ha sido un lujo que he disfrutado a lo largo de mi vida”, dijo en 2010 al diario mexicano La Jornada. Una pasión por la literatura que inició desde su niñez: “Creo que todo escritor es antes que otra cosa un lector y tuve la fortuna de ser un lector precoz desde muy niño; tuve un gusto por la palabra dicha y escrita”, recordó. “Alterné el gusto por la lectura y el entusiasmo por la escritura. Me he dedicado a esto que –como digo– no sirve para nada, pero es realmente un lujo maravilloso, al cual por fortuna he tenido la posibilidad de dedicarme de por vida”, afirmó.
Los dos últimos años, el Cervantes lo recibieron autores españoles, algo que rompió la tradicional alternancia entre autores españoles e iberoamericanos, que en la última década ha pasado a ser cada dos años. Los dos premiados anteriores a Luis Mateo Díez fueron el poeta venezolano Rafael Cadenas (2022) y la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi (2021). En las ediciones de 2020 y 2019 ganaron los poetas españoles Francisco Brines y Joan Margarit, respectivamente, mientras que en 2018 y 2017 lo obtuvieron la poeta uruguaya Ida Vitale y el nicaragüense Sergio Ramírez. Los candidatos a este galardón son propuestos por el pleno de la Real Academia Española, por las Academias de la Lengua de los países de habla hispana y por los ganadores de pasadas ediciones. Las candidaturas de este año se cerraron el 21 de octubre.
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