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Teatro de ida y vuelta: jóvenes ucranios estrenan en España una adaptación bélica de ‘La vida es sueño’

La invasión rusa sacude a unos actores noveles que se han profesionalizado entre bombas como la que acabó con la vida del novio de Valeriia Saakian, una de las intérpretes, días después de acudir a la primera función en Kiev

Luis de Vega

Dimitro asistió desde el repleto patio de butacas del Teatro Nacional Lesya Ukrainka de Kiev al estreno de la adaptación al ucranio de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, el 30 de septiembre de 2023. Sobre las tablas, su pareja, Valeriia Saakian, en el papel de Estrella. La joven, hoy de 24 años, formaba parte de un elenco que llevaba meses preparando la obra bajo la dirección del español Ignacio García. La invasión rusa desatada en 2022 no frenó la producción cultural en Ucrania y Saakian, junto a sus compañeros estudiantes de Arte Dramático, daba el salto en medio del conflicto para convertirse en actriz profesional.

García y el dramaturgo José Gabriel Antuñano han dado cuerpo a una versión bélica del clásico. Para ello han enriquecido el texto de Calderón de la Barca con acotaciones a lo largo de la representación en la que cada uno de los actores va reflexionando sobre su vida en un país en guerra. Pero el drama que envuelve la cruda realidad de la contienda acabó por sacudir de la peor forma a Saakian. Semanas después de aquel estreno histórico, un bombardeo ruso sobre la capital acabó con la vida de su novio, Dimitro.

Al igual que Segismundo, el protagonista principal de la obra, la joven vive desde entonces en una especie de limbo que bordea la realidad y el espejismo. Las acotaciones que va realizando en el escenario, como el resto de los actores, se han ido adaptando a las situaciones que les va tocando vivir, explica durante el descanso de un ensayo en el Lesya Ukrainka. “Imagino que él sigue estando aquí y escucha lo que yo digo”, relata. Por eso, señala, representar a Calderón es tan importante para ella: “Es de lo poco” que su novio le vio interpretar. “Como actores tenemos cada uno nuestra propia historia y nuestro dolor detrás y, aunque pueda sonar horrible, que cada uno tengamos nuestra historia ayuda a madurar”, agrega.

La compañía tiene la vista puesta en el estreno en España en noviembre con una pequeña gira por Madrid (en el Teatro de La Abadía los días 15 y 16), Pamplona, el 18, y Logroño, el 20. La organización corre a cargo del Festival de Otoño de Madrid, la Universidad de Navarra, el Gobierno de La Rioja y la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Saakian, una de las 14 personas que integrarán la expedición desde Kiev, muestra una enorme sonrisa ante la oportunidad de salir al extranjero y visitar España por vez primera y “comprobar la reacción de los ucranianos asentados allí y recordarles qué es lo que pasa aquí, cómo se vive aquí”. Una pantalla sobre el escenario permitirá seguir la representación en castellano.

“De una cosa estamos seguros: no vamos a tener que interrumpir las representaciones por las alarmas que advierten del peligro de un ataque ruso”, apostilla con una sonrisa el actor Oleh Zamyatin, de 50 años, que ejercía de tutor cuando el grupo cursaba el máster gracias al que conocieron a Ignacio García y que, tres años después, sigue formando parte de la compañía.

El Segismundo ucranio

Entre la penumbra de la sala, permanece durante el receso Volodymir Mushikov (Segismundo), de 27 años, que asume la responsabilidad de representar por vez primera un papel protagonista. Comenta que eso le obliga a exprimirse y poner en práctica todo lo aprendido en estos años, algo “muy importante en la carrera de actor profesional”. “Todo esto supone un reto frente a las circunstancias que vivimos. Es un reto levantarnos, venir, interpretar, ensayar y trabajar… eso nos da fuerza y experiencia. Por ejemplo, algunas noches apenas duermo un par de horas, pero me viene bien venir aquí a interpretar”, detalla. En su caso, le haría especial ilusión que su familia evacuada durante la guerra del frente de Jersón hacia territorio de la Unión Europea pueda acercarse a verle actuar en España.

Durante el ensayo, García les espolea, gesticula, se acerca y se dirige a ellos con las palabras que ha ido aprendiendo de ucranio este especialista en el Siglo de Oro a lo largo de los 11 viajes que ha llevado a cabo desde que comenzó la gran invasión. “En todos estos meses he dirigido teatro, zarzuela, orquesta y banda de música… Me siento ya como un kievita más”, comenta.

Pese a ese vocabulario básico de García, en la sala suena la voz de una intérprete, Julia Mijailuk, que hace de hilo conductor y transmite con todo detalle las instrucciones y los matices que reclama el director. En medio del ciclón de proyectos, García ya tiene en cartera preparar para el año que viene El sueño de la razón, de Antonio Buero Vallejo, en torno a la figura de Francisco de Goya y la guerra. Y acepta el reto de montar algo en Járkov, segunda ciudad del país, junto a la frontera con Rusia y más asediada por las bombas que la capital.

“Está siendo la experiencia teatral más increíble y útil de mi vida”, confiesa el director mientras atraviesa uno de los rancios pasillos del edificio del Teatro Lesya Ukrainka (nombrado en honor a esa escritora local), que en 2026 cumplirá un siglo y donde el tiempo parece haberse detenido antes de la desintegración de la Unión Soviética hace tres décadas largas. En una de las salas, los responsables del departamento de sastrería dedican unas horas semanales a tejer redes de camuflaje de las empleadas por las tropas locales en el frente para tratar de no ser localizadas por los invasores rusos.

La capital, de unos tres millones de habitantes, es bombardeada con frecuencia con drones y misiles, recordando a la población que lejos del campo de batalla el conflicto también supone una amenaza. Pero, a diferencia de localidades más próximas a la línea del frente, en Kiev es necesario acudir a sitios concretos para ser testigo directo de la destrucción. “La guerra en Kiev está en la gente”, subraya García.

En las instalaciones del histórico teatro, los ensayos de los jóvenes actores y actrices avanzan entre sesiones intensas y catárticas. Una de las acotaciones que protagoniza Valeriia Saakian —cada uno se expresa en esos apartes libremente— hizo que los presentes acabaran entre lágrimas. Lo cuenta Ignacio García mientras recuerda incisivo el título de la obra, La vida es sueño, y recita de carrerilla el pasaje más conocido de los soliloquios de Segismundo que forman parte de un texto escrito hace cuatro siglos, que se desarrolla en una Polonia amenazada por nada menos que el Ducado de Moscovia y en el que el propio García se zambulló a los 15 años: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

Entonces, sosteniendo en la mano las hojas que recogen las acotaciones de cada uno, García hila con las palabras de Saakian que hicieron estremecer a la compañía la primera vez que la actriz las pronunció: “Soñé que me quemé. Me quemé la mano izquierda. En el sueño, mi querido me besaba los dedos para que dejara de dolerme. Esa mañana me desperté y, mientras me arreglaba, me quemé la misma mano izquierda. La quemadura no me dolió. Me dolió que él hubiera fallecido”.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.
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