El arte ucranio bajo asedio encuentra refugio en Berlín
Sesenta grandes cuadros rescatados de un museo de Odesa, evacuados bajo las bombas rusas y luego restaurados en la capital alemana, se exhiben en la Gemäldegalerie como gesto de resistencia cultural


En tiempos de guerra, las obras de arte no solo se convierten en objetos vulnerables, sino también en símbolos de resistencia. Es la idea que transmite la exposición De Odesa a Berlín. Pintura europea de los siglos XVI al XIX, que presenta la Gemäldegalerie de la capital alemana con 60 piezas maestras rescatadas del Museo de Arte Occidental y Oriental de Odesa tras el inicio la invasión rusa de Ucrania. Se trata de la primera muestra integral en Europa occidental de una colección hasta ahora casi desconocida, que llega a Berlín con la carga simbólica de haber sobrevivido al conflicto.
El traslado de estas piezas al museo berlinés propietario de una de las colecciones de pintura más importantes de Europa y referencia ineludible en el estudio del arte antiguo, no respondió a un plan de intercambio cultural, sino a una situación de urgencia. Con Odesa sitiada por los bombardeos rusos, el personal del museo ucranio decidió embalar las obras y sacarlas del país. Alemania ofreció refugio entonces a estos 60 lienzos, que tras un proceso de restauración casi quirúrgico se exhiben ahora en condiciones óptimas.
Antes de poder contemplarse en las salas de la Gemäldegalerie, las pinturas atravesaron un detallado proceso de limpieza y conservación. El viaje comenzó en 2023, cuando las obras fueron evacuadas en un convoy especial. Muchas habían permanecido meses en depósitos improvisados, sin marcos, embaladas con lo indispensable para sobrevivir. Al llegar a Berlín, dos conservadoras de la Gemäldegalerie supervisaron el desembalaje. La primera misión fue comprobar el estado de cada pieza y detectar lienzos tensados, bastidores debilitados o huellas de humedad o moho. Tras semanas en sótanos y refugios, las superficies estaban cubiertas de polvo y barnices opacos. Los restauradores eliminaron las impurezas que oscurecían los colores originales y, bajo luz ultravioleta, se detectaron repintes antiguos, grietas incipientes y capas pictóricas frágiles.
A falta de los marcos originales, sacrificados en Odesa para facilitar la evacuación, los talleres de la Gemäldegalerie elaboraron otros nuevos, diseñados a medida. Finalmente, las piezas pasaron por un proceso de aclimatación y control de temperatura, antes de integrarse en la exposición, un recorrido de nueve capítulos donde dialogan con algunas de las obras maestras de la colección berlinesa.
La selección, que recorre la pintura europea entre los siglos CVI y XIX, ofrece un abanico sorprendente de escuelas y estilos. Incluye retratos flamencos de Frans Hals, naturalezas muertas de Cornelis de Heem y escenas religiosas de Francesco Granacci, junto a autores menos conocidos en la Europa occidental, como Jules-Alexis Muenier. Destaca el retrato de Joseph de Ribas, uno de los fundadores de Odesa, pintado por Johann Baptist Lampi el Viejo, que pone rostro al origen cosmopolita de la ciudad portuaria. También una monumental Virgen con Niño de Granacci, de una serenidad luminosa, que contrasta con el actual estruendo de la guerra.
Esta colección ucrania, configurada en el siglo XIX gracias al comercio y a los vínculos internacionales de una ciudad cosmopolita como Odesa, permite leer la historia del arte como un mapa de conexiones. Cada cuadro es testimonio del lugar primordial que Ucrania ocupó dentro de la cultura europea. La Gemäldegalerie apuesta por hacer dialogar estos préstamos con piezas de su propio acervo: un retrato de Rubens junto a obras de la escuela flamenca llegadas de Odesa, un altar de Lucas Cranach que conversa con los lienzos italianos del museo ucraniano, o un puñado de naturalezas muertas que amplifican las de Cornelis de Heem. El efecto multiplica resonancias y pone de relieve afinidades históricas.
Por descontado, la exposición no debe leerse solo en clave estética. Su dimensión simbólica es evidente: proteger estas obras es también proteger la memoria de un país y su derecho a narrarse en imágenes. “Los activos culturales ucranianos están siendo destruidos y aniquilados. Protegerlos aquí es una cuestión de responsabilidad”, afirma la directora de la Gemäldegalerie, Dagmar Hirschfelder. El director del Museo de Odesa, Igor Poronyk, fue más poético: “El mal es fugaz, pero el arte perdura”. Por su parte, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, inauguró la muestra en febrero subrayando que “los ataques a museos, teatros y bibliotecas buscan borrar la memoria cultural de Ucrania”.
De Odesa a Berlín no es solo una muestra de pintura europea, sino también un ejercicio de diplomacia cultural. La exposición recuerda que la solidaridad también se ejerce a través del cuidado del arte, y de que los museos, en tiempos de guerra, dejan de ser solo templos para la contemplación estética para convertirse en espacios donde impedir la destrucción del patrimonio.
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