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Depedro: “La felicidad está en poner siempre las expectativas alcanzables”

El músico ofrecerá el 10 y 11 de enero dos conciertos especiales en Madrid repletos de invitados

Depedro
Jairo Zavala, conocido artísticamente como Depedro, posa en Madrid el pasado 11 de diciembre.INMA FLORES
Fernando Navarro

Jairo Zavala (Madrid, 51 años) es Depedro, el artista detrás de un proyecto musical ecléctico que ama la música en todas sus raíces, como vuelve a demostrar en su último álbum, Un lugar perfecto. El 10 y 11 de enero ofrecerá en Madrid dos conciertos muy especiales en La Riviera repletos de invitados.

Pregunta. ¿Cuál es el lugar perfecto para Jairo Zavala?

Respuesta. Ojalá existiera, pero como no somos perfectos, pues al final es un sitio emocional, al que tengo la querencia de llegar en algún momento. Ese lugar es una perspectiva mejor de mí. Porque yo todavía tengo ganas de mejorar como persona. Pero, si tuviera que elegir uno físico, sería el Patio del Indio Froilán, en Santiago del Estero, en Argentina, con los hermanos Carabajal conversando de música.

P. En el disco, canta: “Ojalá el amor nos salve”. ¿De qué debería salvarnos?

R. De muchas cosas, pero, sobre todo de nosotros mismos y, como dice la canción, por favor en calma, con serenidad. Hay muchísimas cosas interesantes en el camino. El problema es la inmediatez, que últimamente nos empuja a todo. Vivir bajo el prisma de lo inmediato sólo es un camino a la frustración. Yo me he frustrado porque, a veces, he querido esto o lo otro para ya.

P. ¿Ha chocado contra sus propias expectativas?

R. Claro, la felicidad está en poner siempre las expectativas de la vida alcanzables, eso es fundamental. Tengo compañeros que dicen: “Como ya he tocado en esta sala, ahora quiero tocar en algún estadio”. Pues mira, yo voy a vender 2.000 discos y no iré a un estadio y ya soy feliz. Ya está.

P. La inmediatez es algo que atraviesa al negocio musical.

R. Todo está atravesado por la inmediatez. Es peligroso porque se está poniendo el foco en actitudes que son contrarias al ser humano. Necesitamos la reflexión y valorar el aprendizaje. La capacidad del aprendizaje tiene un tiempo, y es bonito ese tiempo. Es como la responsabilidad. La responsabilidad no es una obligación, es un derecho que te tienes que ir ganando.

P. Spotify no reconoce económicamente una canción si no se escucha más allá de los primeros 30 segundos. Ahí, la inmediatez influye en la composición de las canciones. Hay que enganchar en ese tiempo.

R. Bueno, eso está más relacionado con el bussiness actual, más que con la música. La música, gracias a los espíritus, es otra cosa. Es lo que nos emociona, lo que hace que se muevan mis pasos.

P. Canta mucho al amor cotidiano en sus discos.

R. Para mí, es muy importante. Además, es cierto el refrán de que la realidad supera a la ficción. A veces, tener los ojos bien abiertos en tu entorno cercano te hace descubrir grandes historias que merecen ser contadas.

P. Su primera guitarra se la regaló su abuela.

R. En mi entorno familiar, por circunstancias, estuve mucho tiempo con mis abuelos y tenían la tradición de tocar la guitarra y cantar. Mi abuela cantaba muy bien. Ellos no desarrollaron una actividad artística y no les hizo falta para ser felices. Fue una gran inspiración para mí. Tocar la música de una forma lúdica, sin ningún objetivo rentable y con el público mejor: sus nietos y sus hijas.

P. También escuchó muchas habaneras de pequeño. ¿Le influyó?

R. Mucho. Mi familia vivió 15 años en la África Ecuatorial de los años 50. Todo se canaliza en mi madre, que vivió allí con mis abuelos y en España me ponía música latinoamericana, todo el folclore. Y, al ser una chica de los 60 y 70, también me ponía todo el rock. Yo lo recibía todo mezclado. Y pensaba que otros niños oían ese tipo de música y no era así (risas).

P. Sin embargo, La Vacazul, su primer grupo, salió de Malasaña y era un proyecto musical alejado del folclore latino.

R. De Malasaña me quedan las patillas (risas). Iba con la edad. Yo empiezo a tocar en garitos a los 18 años. Y a los 18 años te acompaña la energía de la juventud y la ira de no entenderte, no entender el mundo y no encajar. Y todo eso tuve la suerte de plasmarlo y canalizarlo en el rock. Porque La Vacazul era una banda de rock con todas las letras.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.
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