Ponce se despide en Valencia con honores en el último minuto
El diestro salió a hombros tras cortar las dos orejas a un sobrero de Juan Pedro Domecq
Un lleno absoluto, un ambiente de tarde grande y la emoción desbordada cuando Enrique Ponce apareció en el portón de cuadrillas. No paró la cerrada ovación durante el paseíllo y tras la interpretación del Himno Regional por el cantante, también valenciano, Francisco, la ovación volvió a renacer. Ponce, de blanco y plata con remates negros, como el vestido de su debut con picadores en Valencia, saludó montera en mano e invitó a compartir honores a sus compañeros.
El que iba a ser penúltimo toro de Ponce en España salió con brío, por varas pasó con aprobado, pero en la muleta no terminó de arrancar. Antes de ese último tercio, Fernando Sánchez puso un par de banderillas monumental. Le costó tomar la muleta al toro, siempre a media altura, aunque también lo hizo con nobleza. Muy metido con él, Ponce se trabajó mucho una faena que por momentos llegó a la gente. No era posible la ligazón, pero en cada serie soltaba muletazos de gran contenido estético. Una serie con la izquierda, ya al final, fue muy bella y con el toro embebido. El viento seguía incomodando.
Se esperaba un final feliz, pero ya se sabe: el torero propone, Dios dispone y llegó el de Juan Pedro y lo descompuso todo. Bisutero llevaba por nombre el que, en principio, era el último toro de Ponce en España; desde luego, como su nombre decía, pura bisutería su juego. Ya fue complicado sujetarlo de salida, incluso se le coló a Ponce, que tuvo que abandonar el capote para salvar la situación. Ese toro lo brindó Ponce a su padre, pero ese “juanpedro” fue, sin duda, una juenpedrada. Ni se movió el toro en la muleta, que no la quiso ver ni en pintura. Un marmolillo de primera. Ponce, desencantado, al igual que sus paisanos, optó por la brevedad. Pero Ponce se guardaba un as en la manga. No podía despedirse así de sus paisanos. El sobrero estaba servido.
Y hasta el rabo todo es toro y, miren por dónde, el sobrero, otro de Juan Pedro que cuando fue anunciado se recibió con una fuerte pitada, fue el toro de la tarde. Sin ser de bandera, tuvo estilo en varas, fue pronto en banderillas, para lucimiento de Víctor del Pozo y de nuevo Fernando Sánchez, y en la muleta fue noble, obediente y entregado. Esta vez hubo el Ponce esperado en tarde tan especial. Aplicó temple el valenciano, dejando que el toro le llegara a la muleta y haciendo incluso que luciera más de lo que llevaba dentro. Las poncinas finales dejaron la faena vista para sentencia. De lo mejor de esa labor, la gran estocada final. Triquiñuelo fue, al fin, el último toro estoqueado por Ponce en España. Lo había brindado a sus paisanos Y se salvaba una tarde que parecía caer en picado.
No fue un convidado de piedra Talavante, ni estuvo de relleno, todo lo contrario. Su primero, muy ofensivo de cara, con los pitones apuntando al cielo, pasó desapercibido en varas en un tercio más virtual que real. Talavante salió dispuesto ya en capote, en un recibo variado y de llegada a la gente. La faena se cocinó poco a poco, sin prisas, pero cada muletazo era como asegurar el siguiente. No caló enseguida, faltaba emoción, pero un racimo de derechazos a mano baja cambió el ambiente. Desde ahí, la faena creció en fondo y en forma. El final rozó la apoteosis, tras una estocada de efectos fulminantes.
Pero el quinto, otro de Juan Pedro, frustró cualquier ilusión. El toro esperó en banderillas y como anclado en vía muerte, se negó a tomar la muleta de Talavante.
Y 18 minutos después del paseíllo y sus prolegómenos, salió el primer toro. Digamos que toro en presencia, que no en esencia. Deslucido, manso, descastado, sin fijeza, Pisaverde, que así se llamaba, negro de capa, fue todo lo contrario que se desea para una alternativa. Nek Romero se justificó valiente, comprometido, pero de ese supuesto toro no se podía sacar nada. A aquella suma de factores negativos se unió el viento, que molestó mucho.
Otra piltrafa de toro fue el sexto. Los lances de salida, de rodillas, prometían algo, pero una vez el toro en la muleta todo se fue al garete. Más viento en este último y más lamentable el de Juan Pedro. No hubo por dónde meterle mano. Nek Romero se puso de cerca, porfió, pero el pozo estaba seco de la más mínima bravura. Otro lamentable capítulo de tan esperada tarde. Tampoco estuvo acertado con la espada y, en un alarde, entró a matar al segundo intento sin muleta. El gesto casi le cuesta un disgusto.
Garcigrande, Domecq/Ponce, Talavante, Romero (alternativa)
Toros de Garcigrande (1º, 2º y 3º), y Juan Pedro Domecq los cuatro restantes, correctos de presencia y fuerzas. Manejables 2º y 3º, y muy descastados y de lamentable juego el resto. Ponce regaló el sobrero, noble y obediente, que se salvó de la quema.
Enrique Ponce: más de media baja _ aviso _ (oreja); pinchazo y estocada desprendida (palmas); gran estocada, _ aviso _ y dos descabellos _2º aviso _ (dos orejas).
Alejandro Talavante: estocada sin puntilla (oreja); dos pinchazos y bajonazo (silencio).
Nek Romero: _ aviso _ pinchazo, estocada tendida y muy trasera _ 2º aviso _ y dos descabellos (saludos). Pinchazo, metisaca y pinchazo hondo (vuelta protestada).
Plaza de Valencia. 9 de Octubre, Día de la Comunitat Valenciana. Lleno de “no hay billetes”. Ponce, que se despedía de los ruedos españoles, salió a hombros por la puerta grande entre una gran multitud, en medio del fervor popular y el lanzamiento de fuegos artificiales.
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