Mauro Entrialgo, dibujante: “En las algaradas de Ferraz parecía que iban a ganar los ultraviolentos, pero ganaron los pesados. Igual siguen allí rezando el rosario”
El viñetista y pensador ‘underground’ ha escrito ‘Malismo’ (Capitán Swing) un ensayo en el que explica cómo la maldad deliberada y las fechorías calculadas se han convertido en una forma de propaganda política
Mauro Entrialgo (Vitoria, 59 años) explica por enésima vez cómo consigue ser el humorista, dibujante, viñetista, tertuliano, activista y, en definitiva, hombre renacentista (pero underground) más prolífico de España: “No voy al gimnasio, no sigo ningún deporte y no tengo coche, así que pierdo poco tiempo en aparcar”. Donde no le duele decir que pasa horas y horas es en redes sociales: no solo le inspiran para sus historietas sino que en ellas, con ese talento innato que tienen los que han pasado muchas horas en la calle, detecta costumbrismos y delirios colectivos. Uno de ellos empezó a obsesionarle hace cuatro años, cuando se dio cuenta de que presumir abiertamente de hacer maldades o desearle el mal al prójimo sin complejos no solo empezaba a ser una moda, sino que se había convertido en una herramienta política usada con total desvergüenza. “Abrí una carpeta y empecé a recopilar todos los indicios de malismos que veía”. Ahora, aquella carpeta es un libro, Malismo (Capitán Swing), cuyo inicio se sitúa en el día que Andrea Fabra gritó aquel desvergonzado “que se jodan” en el Congreso. En el que conviven en total armonía desde los “nazis del misterio” que se alimentan de los bulos de Iker Jiménez hasta la Ayuso que acabó convirtiendo la fruta en un criptolenguaje nada críptico, pasando por las sectas neopentecostales abrigadas por el PP.
Pregunta. ¿Desarrolló una especie de sexto sentido para detectar un malismo muy rápidamente? Por ejemplo, la primera vez que escuchó: “Que te vote Txapote”, vio a la primera de cambio que lo era.
Respuesta. Sí, pero más que un sexto sentido, desarrollé una obsesión. Ahora los veo constantemente. Por ejemplo, la semana pasada me enteré de que unos aquí en Madrid han montado un club de la lucha. Cuando yo la vi me gustó porque mostraba cómo una cultura macho sudorosa y violenta puede terminar en demencia y el protagonista me causó tremendo rechazo. Y ahora hay tíos que van a quedar para darse de hostias en garajes por la noche bajo la premisa “Si te gustó el club de la lucha”. Encajarían perfectamente en un capítulo del libro titulado: “No has entendido la película”.
P. Igual sí la entendieron. Cuando Santiago Segura creó Torrente, ¿hasta qué punto estaba riéndose de él y hasta qué punto no había una cierta simpatía por el mal ya en ese momento?
R. No lo sabemos y sucede con muchos productos culturales. Yo cuando lo vi, me pareció detectar ironía clara. Pero luego es cierto que alguna gente sí lo ha acabado usando para exaltar esos valores.
P. ¿Y no es peligrosa la ironía? Pienso en esa pregunta de Broncano: “¿Eres más machista o más racista?”. Parte de la premisa de que a todo el mundo le parece mal ser ambas cosas, pero el auge del malismo demuestra que no es así
R. Yo creo que esa pregunta está muy bien porque todos hemos sido un poco machistas, un poco racistas y un poco malistas. El malismo ha existido toda la vida, lo que pasa es que se limitaba a entornos pequeños en los que se podía usar la ironía o al territorio de la estupidez infantil. El problema es que eso ha llegado a la arena pública, de tal forma que hasta una presidenta de una comunidad autónoma o un presidente de Estados Unidos se atreven con ello. Quizá es que se ha infantilizado toda la sociedad.
P. ¿No es también el malismo un subproducto de la posverdad?
R. Está relacionado porque tiene que ver con las redes y está claro que estas han permitido que se testen desde el anonimato ciertas barbaridades que, si funcionan, pues ya saltan a políticos que con su propio nombre y apellidos y con sus propios equipos de comunicación dicen cosas que antes solo se atrevían a decir trolls.
P. Kamala Harris dijo en una entrevista con Oprah que si en su casa entra alguien sin permiso, se le dispara. ¿Eso es malismo?
R. Está muy cerca. Es una forma de hablar de los derechos civiles y de la propiedad privada, pero posicionándose como un “malo” por un interés electoral. Es curioso porque mi libro arranca con el caso de Andrea Fabra, quien dijo ese “que se jodan” en el Congreso dirigiéndose a los parados y tuvo que pedir perdón, porque, digamos que aquello fue fruto de su “espontaneidad”. Diez años después, Begoña Villacís se hace unas fotos derribando chabolas supuestamente ocupadas porque un equipo de comunicación ha pensado que resulta positivo que una tía vestida de pija vaya a un sitio a hacerse una foto, destruyendo casas de gente.
P. ¿El malismo exige más inteligencia que estulticia o es al revés?
R. Pues nunca se sabe. Yo a veces detecto el malismo y digo: ¡Joder, qué listos!, y luego pienso: ”Qué necios”. Pero a veces veo lo bien que les funciona una maldad y digo, qué necio soy yo, que no había visto que esto podía funcionar. De hecho me pasa a menudo que pienso: “Esta vez se han pasado de frenada”. Pero nadie rectifica y no pasa nada.
P. “Aquí murió un bicho”. ¿Es malismo?
R. Lo es. De hecho, en estos 10 años se han ido eliminando protocolos o frases hechas que se usaban cuando alguien muere. Antes se esperaba al menos una semana para los chistes. Ahora directamente se le empieza a llamar hijo de puta el día que fallece.
P. ¿No se respeta ya tampoco el ciclo de la comedia?
R. Bueno, el humor siempre evoluciona y van cambiando sus bases. Los temas que se tratan, lo que es gracioso, lo que no es gracioso, pero una de las pruebas de que hay un cambio muy grande es que voy a matar a Herminio Bolaextra, porque cada vez me parece menos gracioso.
P. Pero Herminio es un héroe underground, ¿no le da miedo morir con él?
R. No me da miedo. Me ha dado más miedo ver que hay gente que no entiende que es un personaje de ficción cuyos actos no me representan. Su principal libro, el más famoso, el que más se ha vendido, se llama Cómo convertirse en un hijo de puta, no “Cómo convertirse en un irreverente y divertido cayetano”. Siempre digo que Herminio rompe un mobiliario urbano, pero no un barrio entero vendiéndoselo a los fondos buitre. Es un hijo de puta que mea en el portal de tu casa, pero no le vende preferentes a tu madre. Y ahora sucede que los que lo son de verdad, los millonarios, se creen irreverentes y utilizan lo único que le quedaba a los de abajo, que era de vez en cuando hacer una gamberradita.
P. Lleva siendo un miembro muy destacado de la cultura underground muchos años y en el libro admite que en ese ambiente el malismo era frecuente. ¿Cómo ha sobrevivido en ese entorno?
R. Hay amigos que me han dicho que mis historietas, por muy underground que sean y tal, siempre son bastante moralistas. Y yo he dicho: bueno, pues igual sí. Yo intento no dar lecciones, pero a veces me sale.
P. ¿Y si tanto defender el buenismo le hace perder el cool?
R. Yo no soy nada cool. Aunque bueno, igual es ser cool, no creer ser cool. Como esta chorrada que estuve haciendo durante un par de años de llevar el símbolo de la Agenda 2030: era tan poco cool que daba la vuelta.
P. Usted cuenta en el libro que las subculturas y las tribus urbanas fueron siempre malistas; pero que normalmente el objetivo de sus maldades eran los políticos o fuerzas de seguridad del Estado. ¿No es exactamente eso lo que pensaban los que fueron a las algaradas de Ferraz?
R. Depende quién porque las algaradas de Ferraz son una representación del conflicto que tiene la derecha en su interior, donde conviven diferentes ideologías y algunas totalmente contradictorias; pero les unía el odio y eso consiguió hacer una amalgama durante un rato. Y al final, cualquiera podría decir que iban a ganar los ultraviolentos, pero no, ganaron los más pesados. Los ultracatólicos. Igual hoy todavía siguen rezando el rosario.
P. ¿La aparición del malismo es aviso del surgimiento del fascismo?
R. No sé si es el aviso o la consecuencia, pero desde luego, sí que es un síntoma que alerta de una enfermedad social muy grave.
P. Parece una persona con una idea muy clara del bien y del mal. ¿Hasta qué punto no tiene que ver con eso su formación católica?
R. ¡A mí me echaron de marianistas por robar exámenes! Pero supongo que todo lo que recibimos en nuestro periodo formativo tiene que ver, claro que sí. Y sí, en mi casa me enseñaron un eje moral bastante claro. Cuando hacías maldades, las hacías sabiendo que las hacías, y eso no tiene que coincidir con la brújula del cristianismo, pero desde luego se parece.
P. ¿Y cuál es el malismo propio del que más se avergüenza?
R. En el colegio inventé un par de palabras para meterme con un tío, que luego se convirtieron en un acoso de libro contra él. Fui el líder ideológico de algo que yo no quería que llegara a tanto.
P. ¿Quiere aprovechar para pedirle perdón desde aquí?
R. Pues estoy muy arrepentido, la verdad. Así que sí. Así queda más cristiano todavía [risas]
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