De la Soria de 1312 a ser subastada por 6,3 millones de euros en Nueva York: el viaje de una biblia judía medieval
El ejemplar de Shem Tov Ibn Gaon se considera uno de los manuscritos más importantes de las Escrituras hebreas por sus inscripciones y adornos hechos por un prestigioso rabino
“Yo, Shem Tov Ibn Gaon, escribí este volumen que comprende los 24 libros [de la Biblia hebrea] y los ordené en [tres secciones]: Pentateuco, Profetas y Escritos, según el orden establecido por nuestros sabios, de bendita memoria. Lo vocalicé y lo completé para mí mismo, gracias al cuidado benévolo de Dios, en el año 1312 en Soria. Que Dios lo guarde. Lo edité lo mejor que pude y lo adorné con la Masorah larga”. El erudito rabino Shem Tov Ibn Gaon culminó así, según sus propias palabras, un ejemplar único de una biblia judía subastado este miércoles, más de 700 años después, por 6,3 millones de euros en Nueva York. El volumen, rico en contenidos y ornamentos, ha viajado miles de kilómetros durante sus siglos de vida antes de pasar a manos del coleccionista que ha pagado tal importe en la casa de subastas Shoteby’s.
El sabio judío autor de este volumen residió en la Soria del siglo XIV, una ciudad que aún conserva los restos de las juderías y donde entonces residían más de 1.000 judíos. La información recabada por la entidad subastante detalla que Shem Tov nació hacia 1280 en aquella parte de la Corona de Castilla y que estudió en Barcelona y en Tudela (Navarra) antes de lanzarse a su obra esencial, “uno de los manuscritos más importantes de las Escrituras hebreas que han sobrevivido de la España medieval”. Esta copia del texto sagrado hebreo se adornó profusamente y añadió anotaciones del artista en sus estudios sobre la Biblia. “Numerosas páginas cuentan con bellas ilustraciones, delicados trazos a pluma y elaborados y elegantes arcos dorados que combinan motivos ornamentales cristianos e islámicos. Las formas alteradas de las letras codifican profundos secretos cabalísticos, mientras que sus amplios márgenes preservan voluminosos y precisos detalles sobre el texto bíblico, muchos no atestiguados en otras fuentes”, incide Shoteby’s, pregonando sobre esta joya que “el nivel de exactitud y la cantidad de conocimiento judío invertido en su producción probablemente no tengan parangón con ningún otro manuscrito bíblico judío medieval”.
Javier del Barco, profesor de hebreo en la Universidad Complutense de Madrid y especialista en manuscritos hebreos medievales, conocía esta biblia antes de copar las noticias actuales: “Muchas veces no se conoce quién ha sido el copista salvo en casos como este, donde el autor pone su nombre en el colofón. Es un personaje conocido en la literatura hebrea, un famoso cabalista. Es la única que existe de la que se puede afirmar que la copió él, su hermano también copió biblias famosas”. Del Barco destaca el valor histórico, artístico y cultural del códice y añade que “el enorme periplo” de piezas como esta “demuestra los movimientos de las comunidades judías y la compraventa de libros a ambos lados del Mediterráneo”.
Esta obra maestra suma 768 páginas, de abundante detalle y mimo decorativo, con un tamaño de 34 centímetros de alto por 25 de ancho. El valor artístico y espiritual de la creación se desarrolla profusamente en la exposición elaborada por la casa de subastas para atraer a potenciales compradores. El volumen salió a puja por un importe de entre cinco y siete millones de dólares, cifra máxima que casi rozó en su venta por 6,9 millones, unos 6,3 millones de euros.
La identidad del nuevo propietario se desconoce, no así el vasto recorrido histórico y geográfico de la biblia. La documentación conocida sobre la obra indica que Shem Tov se llevó el ejemplar a Safed (Israel) en 1315, donde falleció hacia 1330. La última hoja del códice afirma que al poco la adquirió Shar Shalom ben Phinehas, un príncipe judío residente en Bagdad (hoy Irak) en el siglo XIV. Después, según los análisis actuales, el libro pudo ser reencuadernado y se cree que permaneció en Oriente Próximo unos 200 años más, tal y como revelan unas referencias de un rabino de origen español y afincado en Jerusalén y Safed.
Los escritos conservados de esta época recogen que este manuscrito llegó a Alepo (actual Siria) a finales del siglo XVI y permaneció varios siglos por el norte de África, pues el rabino polaco Eliezer Ashkenazi glosó en 1868 la existencia del trabajo de Shem Tov. Este religioso trató de comprarla, pero no lo logró: la familia poseedora declinó la oferta “porque además de ser un objeto verdaderamente precioso, es un talismán probado y verdadero, ya que una mujer que atraviesa un parto difícil se salvará de sus dolores de parto cuando el libro entre en su casa”.
Las menciones se prodigaron en las décadas posteriores, como en Trípoli (ahora Libia) en 1879, citando que el ejemplar arribó a esa ciudad. Posteriormente se supo que partió de regiones orientales libias. El interés crecía y el coleccionista inglés Elkan Adler se afanó por comprarlo sin el éxito, lo que sí consiguió David Solomon Sassoon, un notable poseedor de arte judío de principios del siglo XX. Él pagó 85 libras de entonces en 1909, equiparable según la inflación a unos 15.000 euros modernos. También abonó seis libras y seis centavos para que un artesano londinense lo encuadernara de nuevo con la protección conservada actualmente.
Los Sassoon recurrieron a Sotheby’s para vender esa rica biblioteca de su ancestro hacia 1970. La biblia Shem Tov cambió de manos por 825.000 dólares en 1984, unos 2,3 millones de euros al cambio vigente y considerando la inflación. Los nuevos dueños, gerentes de una importante colección judaica, se lo traspasaron a Jaqui Safra. Este millonario suizo de ascendencia judía volvió a recurrir al pedigrí de esa casa de subastas estadounidense para añadir un nuevo capítulo en la lista de propietarios del volumen de origen soriano. El estudioso en judaísmo Jesús Durántez tilda de “único” el volumen porque enlaza “los primeros conocimientos sobre los libros de esta religión, los rollos del mar Muerto del siglo III antes de Cristo, con los conocimientos actuales”. “Artísticamente es de valor incalculable y de contenido cabalístico interesante”, destaca el experto. Sobre las cifras de la puja, una reflexión: “Los precios son artificiales, comerciales. ¿Qué precio ponemos a la Venus de Milo o a la catedral de Burgos? No hay dinero para pagar estas cosas”.
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