Cristian Fulaş: el escritor que pasó del infierno del alcohol al primer plano de las letras rumanas
‘La vergüenza’, primera novela del autor traducida al español, es una crónica descarnada de los bajos fondos de Bucarest que parte de los testimonios que recabó en una clínica en Transilvania, donde logró superar sus adicciones
Alcohol y literatura buscan lo mismo, “una exaltación y la celebración de la vida”, afirmó el escritor Manuel Vilas en un diálogo en el albor del verano en Madrid en el que apadrinó el libro La vergüenza (Automática Editorial, 2023). Se trata de la primera obra del autor rumano Cristian Fulaş (Caracal, 46 años) traducida al español tras obtener varios premios en su país. Partiendo de una crónica descarnada de los bajos fondos de Bucarest —una ciudad que describe como “borracha, una cervecería pública, amplia y luminosa”—, Fulaş propone una inmersión en el infierno que supone vivir bajo los efectos del alcohol y la tentativa de redención que le proporciona la escritura.
La vergüenza es un libro con mucha carga autobiográfica, y en él sintetiza conversaciones y testimonios con los que se topó el autor durante su periplo por el purgatorio. Narra de un modo singular una guerra personal contra la inestabilidad, la inseguridad y los demonios que acechan la existencia del protagonista, un treintañero. El título tiene que ver con la conciencia del narrador de haber cometido un error, una acción humillante. “No hay nada más próximo a uno mismo; un temblor intestino, un mal sin límites, la imagen más amarga que existe de la propia persona, una mezcla de impotencia y cobardía”, explica el narrador.
El traductor, Borja Mozo, ha elaborado un mapa interactivo con las localizaciones del primer capítulo, numeradas por orden y con el fragmento donde Fulaş menciona cada una de ellas en su novela. El autor ha escrito siete libros desde que publicó esta novela en 2015 y traducido al rumano obras maestras como En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, así como trabajos de otros autores como Stéphane Mallarmé, Mathias Énard o Jenny March. Tanto la escritura como la traducción se han convertido en antídoto a su adicción.
El alcohol, unido a otras drogas, empujó a Fulaş a vivir en las calles durante un tiempo. Pasó más de una década enganchado a una adicción que casi hace trizas su vida por completo, hasta que un día ingresó en una clínica de unos alemanes en el corazón de Transilvania, cuyos métodos (mucho más prácticos) se alejaban de lo que se veía por aquel entonces en Rumania. Aquello cambió su destino. “Vivíamos (…) en pleno corazón de Rumanía, un país situado en los márgenes del universo (…). Y (…) nosotros formábamos el margen más alejado”, escribe el narrador que, conforme avanza la lectura, se refugia cada vez más en la escritura para apartarse del tormento, el desconcierto y el fracaso.
Un fallo estructural y social
El novelista lleva hoy más de diez años sobrio, aunque admite que nunca podrá dejar de sentir la tentación. “Sigues siendo adicto toda la vida, solo que te abstienes, pero no creo que uno se pueda curar, el fantasma siempre está ahí”, confiesa. Cuenta que renunció al alcohol por miedo a la muerte. Su voz denota incomodidad a la hora de mencionar su pasado, y esto lo achaca a una sociedad rumana que juzga y responsabiliza de los pecados a cada uno: “Supongo que por la mentalidad; prefiero seguir adelante con mis historias, mis textos, mis traducciones”.
El fenómeno del alcoholismo es un tema sensible en Rumania. El escritor se aparta de ese discurso que culpabiliza al alcohólico y más bien intenta detallar cómo se comporta la sociedad misma. Tampoco intenta sublimar la figura del adicto, que muchas veces se aprecia en la literatura como un personaje maldito, pero al mismo tiempo fascinante y simpático. “Aunque la novela está narrada en primera persona, la visión que se ofrece no es individualista, sino estructural y social”, abunda el autor.
En la clínica de Transilvania, repasando la información que recopilaba en su cuaderno de conversaciones con personas que sufrían el mismo problema de adicción, se dio cuenta de que había una salida. ”Dejé la adicción al alcohol por la escritura, aunque realmente me salvaron la ganas de vivir”, recalca. En el centro de desintoxicación empezó a escribir La vergüenza, primera parte de una trilogía que aún no ha terminado. El segundo libro, După plâns (Después del llanto), fue publicado en 2016, y cuenta cómo el protagonista se reintegra en la sociedad. Fulaş aún no se ha atrevido con el siguiente. “Han pasado ya ocho años y me siento cada vez más lejos de esa historia”, cuenta, antes de revelar que el personaje principal continuará en ese libro futuro con el proceso de recuperación, aunque irá perdiendo la cabeza de manera paulatina.
En la novela el narrador acepta ingresar en la clínica a regañadientes, y durante buena parte de su estancia, se mantiene encerrado en sí mismo, lo que provoca el enfado de sus propios compañeros, que consideran la camaradería como parte esencial de la terapia y no dudan en compartir sus sentimientos y vivencias. “Me daba vergüenza contar mi historia de persona libre, sin carga familiar y sin estar enfadado con nadie; prefería callarme”, apunta Fulaş, que subraya que el libro lo empezó solo como una simple historia para el centro de desintoxicación, aunque terminó por recurrir a la literatura para acabarla.
Para salir adelante, insiste, se necesita un tejido social, no solo familiar, que arrope al adicto, además de una mayor implicación por parte de las instituciones y un cambio en la opinión pública. Entre las obsesiones del protagonista de La vergüenza destaca la idea del “pluscuampresente”, una percepción dilatada del tiempo donde la existencia flota entre un pasado y un futuro arrasados por la adicción. Finalmente, una oferta de trabajo con un sueldo exiguo le abre los ojos al ofrecerle un proyecto de vida. “Es una paradoja que tienen todos los libros que abordan la recuperación de una adicción, precisamente en el momento en que se termina, también lo hace la belleza”, sentencia Fulaș quien parafrasea un fragmento de Ordesa, de Manuel Vilas, en el que afirma que “cuando paras de beber, todo termina”.
Babelia
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