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Cómo recuperar un lugar devastado por una explosión y muchos traumas

La paulatina reconstrucción del ‘camping’ Els Alfacs, que presenció en 1978 el estallido de un camión cisterna que se cobró 243 vidas, repara paisaje, arquitectura y memoria histórica

Anatxu Zabalbeascoa
Una playa artificial suaviza el contacto con el mar con un muro curvo de hormigón y piedra local. Foto: Joan Guillamat.
Una playa artificial suaviza el contacto con el mar con un muro curvo de hormigón y piedra local. Foto: Joan Guillamat.JOSE HEVIA BLACH

Un alfaque es un banco de arena que, habitualmente, se acumula en la desembocadura de un río. En el municipio de Alcanar Platja, el camping Els Alfacs se encuentra muy cerca de la desembocadura del río Ebro, del Delta, entre las poblaciones de San Carles de la Rápita y Les Cases d’Alcanar.

El 11 de julio de 1978 un camión cisterna cargado con gas propileno estalló frente al camping, entonces llamado Los Alfaques. La época y la normativa eran otras. Entonces un camión podía circular por una carretera nacional y atravesar un núcleo urbano cargado de un material explosivo. También los canales televisivos eran solo dos. Hoy sería difícil encontrar a alguien mayor de 50 años que no haya retenido las brutales imágenes de los cuerpos calcinados por un accidente que paralizó el verano.

Perdieron la vida 243 personas. Muchos iniciaban sus vacaciones y ni alcanzaron a ver la bola de fuego que los arrolló. Otros, como los dueños de la discoteca vecina, comenzaban labores de limpieza ayudados por sus hijos. La investigación posterior concluyó que el camión iba sobrecargado —llevaba seis toneladas de más— y, con el calentamiento del gas, éste no había encontrado espacio en la cisterna. Lo ocurrido fue de tal magnitud que tanto las normas de difusión de imágenes, como las de circulación o las de regulación del transporte por carretera en camión se modificaron.

La recepción y las oficinas del 'camping' se giran levemente para permitir ver el mar. Foto: Joan Guillamat
La recepción y las oficinas del 'camping' se giran levemente para permitir ver el mar. Foto: Joan GuillamatJOSE HEVIA BLACH

El camping, sin embargo, se reconstruyó en apenas seis meses. Pero, recuperado el negocio, no logró librarse de la pobreza y la tristeza que emanaba del lugar. ¿Cómo recuperar un lugar? ¿Cómo hacer convivir una memoria dolorosa con una nueva esperanza?

María Giramé (1987) y Pau Bajet (1988) no habían nacido cuando todo esto ocurrió. Manuel Juliá (de JAAS Arquitectura) tampoco. Todos ellos han trabajado en un proyecto que más que borrar el pasado busca rescatarlo. Lo han hecho, lo siguen haciendo, de otoño a primavera, cuando el camping cierra y ellos concluyen, poco a poco, las reformas. Llevan trabajando en el lugar desde 2017 y la transformación del encuentro con el agua —la piscina—, los bungalows y las zonas comunes ha logrado este año el premio FAD a la mejor obra de paisaje y territorio levantada en España y en Portugal en el último año.

El galardón reconoce una intervención que sanea el paisaje simplemente respetándolo y actualizando la arquitectura tradicional de porches, sombras y celosías. Existe en este proyecto una vocación de rescate no sólo del lugar, también de otro tipo de turismo, más de descanso y recuperación que de ruido y locura estival.

Con todo, no se trata ni de un lugar para la contemplación ni de una intervención minimalista. El objetivo ha sido más bien arraigar un futuro que, para cambiar, rectifica. Los nuevos pabellones —prefabricados de madera— combinan la tierra compacta con los pavimentos de piedra del lugar y un hormigón tratado para evocar la erosión natural de la zona. La playa artificial ofrece una nueva lectura del terreno. El resultado es un campamento nuevo que rescata un lugar y da nueva vida a un hermoso enclave.

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