El verdadero Vlad Drácula, ‘el Empalador’, antes de que Bram Stoker lo convirtiese en un vampiro
La serie turca ‘El gran imperio otomano’ reabre el debate en Rumania sobre el personaje histórico que se esconde detrás del protagonista de la novela gótica
Con inopinados y cruentos combates contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo de la época, Vlad Țepeș, conocido como el Empalador o Drácula, forjó a lo Juego de tronos su tenebrosa popularidad hace casi seis siglos. Incluso hoy en día su fama sigue vigente en el imaginario rumano. Sin embargo, la segunda temporada de la serie turca El gran imperio otomano ha reabierto en Rumania el debate sobre la verdadera imagen del sanguinario guerrero que inspiró a Bram Stoker en su novela para galvanizar la leyenda del conde Drácula, el vampiro más famoso de todos los tiempos. El docudrama, dirigido por el director Emre Sahin y escrito por la guionista Kelly McPherson, relata la fratricida batalla que inicia el sultán Mehmed II tras consolidar su dominio después de conquistar Constantinopla contra un rival supuestamente inferior y que, en cambio, lo traslada hasta la máxima desesperación inimaginable. La serie comienza con un sueño sobre Vlad Drácula en el que ambos pelean a golpe de espadas como presagio de lo que deparará la enemistad, que irá creciendo conforme vayan sucediendo los acontecimientos.
En los seis episodios de la serie ―que se estrenó hace poco más de un año en Netflix―, el príncipe de Valaquia desafía la hegemonía del emperador turco, pese a que los dos adversarios llegaron a convertirse en amigos en la infancia. En medio de sangrientas luchas, numerosas intrigas políticas y conspiraciones, como en la obra de George R. R. Martin, la historia transcurre con mucha acción y ritmo trepidante, además de muy cercana a la realidad de su tiempo. “La mejor película sobre la historia medieval rumana la han tenido que hacer los turcos”, opina Sorin Ionita, experto en nacionalismos balcánicos. “Aunque idealiza algunos momentos históricos, como una forma de atraer al espectador de la plataforma de streaming, no se percibe rastro de propaganda anacrónica como solía ocurrir en los largometrajes rumanos del pasado siglo”, prosigue Ionita.
Para Vasile Lupașc, autor de varios libros sobre el personaje histórico, se trata de la primera vez que una producción lo presenta como combatiente ejemplar: “La temporada Mehmed contra Vlad es un primer paso en la rehabilitación internacional de la imagen de Vlad Drácula como personaje real y no de fantasía. La serie no debe verse como una presentación objetiva de hechos históricos, sino como un docudrama que rinde tributo tanto a la historia triunfalista del imperio otomano como a los mitos que hicieron de Vlad un personaje extremadamente temible”.
Para acercarse lo máximo posible al verdadero Vlad Drácula, los productores se apoyaron en varios historiadores rumanos; entre ellos, Mihai-Florin Hasan. “Se trata de un personaje de su época, al comienzo del Renacimiento, que conoce y entiende muy bien la gran política y que puso el acento en el choque entre las civilizaciones”, explica el especialista en historia medieval. “Se consideró como un adalid del cristianismo en la lucha contra el islam”, remarca Hasan, que realizó un doctorado sobre el sistema judicial medieval de Transilvania.
El casi medio siglo que vivió el personaje histórico fue fragmentado y turbulento. Nació en 1431 en Sighișoara, al sur de Transilvania, donde creció hasta los seis años, mientras su padre, Vlad Dracul, se ocupaba de vigilar la frontera del reino de Hungría. Luego, se mudó a Târgoviște, capital de Valaquia, después de que su progenitor se alzara con el trono de ese principado, que se hallaba bajo el dominio magiar. Sin embargo, Vlad Dracul se vio forzado a someterse en 1942 al sultán Murad II, padre de Mehmed II. Tras ser llamado a Adrianópolis, actual Edirne, puso el juramento de vasallaje ante el emperador turco y, como garantía, debió dejar como rehenes a sus dos hijos, Vlad y Radu (el más pequeño), un método corriente en la época. En ese momento, Vlad Drácula empieza su etapa otomana, donde conoce bien el interior de la corte y se cría más bien como si fuera un príncipe. Durante los seis años allí aprende a hablar turco como un campesino anatoliano y árabe, además de estudiar hebreo y griego. Pero también se empapa de los entresijos del palacio, lo que le ayudará a comprender las relaciones diplomáticas.
A los 17 años gozó del trono de su padre durante un mes, pero una rivalidad interna se lo arrebató, por lo que huyó a la región de Moldavia, donde también fue forzado a marcharse poco tiempo después. Hasta 1456 apenas se sabe por dónde deambuló, aunque los historiadores creen que se movió por los Balcanes. Pero precisamente ese año comenzó su reinado en Valaquia, que duró seis años, hasta que los nobles fieles a Vlad Drácula se arrodillaron ante su hermano Radu, quien se había quedado en la corte de Mehmed II. “Al frente del Principado logró impulsar la economía, eliminar a los adversarios políticos, sobre todo nobles, y limpió el territorio de espías”, detalla Hasan. Es aquí cuando surgen las historias sobre Drácula de que habría sido un tirano sediento de sangre y de que empalaba a aquellos que intentaban desestabilizar su reinado. “Vlad Drácula destacó por apartar los elementos que le parecía que podían sabotear el esfuerzo de desarrollo de su territorio”, agrega el profesor. Además, los sajones de Transilvania ―alemanes étnicos que se asentaron en la región en el siglo XII― estaban interesados en mostrarlo como un demente y sádico en sus historias que expandieron por Europa. En cambio, Hasan recalca que “fue un personaje muy pragmático que utilizó todas sus habilidades políticas y militares para poner el Estado en conformidad a su visión política”.
Vlad Drácula desencadena el conflicto con Mehmed II, el conquistador de Constantinopla, tras detener a emisarios turcos, pero sobre todo por masacrar a las poblaciones y guarniciones otomanas entre los asentamientos de Vidin (Bulgaria) e Isaccea (frontera entre Rumania y Ucrania). En una misiva a Matías de Corvino, rey de Hungría, aseguró haber decapitado a unos 28.000 turcos. “Utilizaba los propios métodos de la época para atemorizar a los turcos, técnicas psicológicas y de guerrilla; liquidaba a los destacamentos avanzados otomanos, a los espías y a los que estudiaban el terreno, les cortaba la cabeza y se las enviaba al sultán; y atacaba por la noche para sorprenderlos en zonas de bosques frondosos, lo que acabó con la paciencia de Mehmed II”, pormenoriza Hasan.
En la serie, que cuenta con actores turcos y rumanos, se relata el célebre ataque en la noche del 16 al 17 de junio de 1462. Con un destacamento de unos 16.000 militares vestidos con ropa de soldados turcos, Vlad Drácula consigue desquiciar a sus rivales e intenta matar al emperador turco. Generó la ofensiva tal pánico en el campamento otomano, que no se dejaron de matar entre ellos mismos hasta el amanecer. Al contemplar el resultado de la matanza, el sultán decide ejecutar a los casi mil valacos que habían sido capturados anteriormente. El enfrentamiento dura hasta que llega el ejército turco al corazón de Valaquia. “Cuando vio el bosque de hayas, Mehmed II se habría arrodillado ante los mártires del islam y habría dicho que no podía tomar el país de una persona con apenas recursos para explotar, así que se marchó sin querer dominar ese territorio”, apunta Hasan. La muerte de Vlad Drácula en 1476 no se conoce realmente. Unas narraciones relatan que uno de los suyos lo habría matado al confundirse con un turco porque se habría ido a inspeccionar el campamento otomano. Lo cierto es que su cabeza fue cortada, enviada a Constantinopla y exhibida en procesión por el barrio de Gálata.
“Su brutalidad solo se explica por lo crueles que también eran los turcos; Vlad Drácula tuvo que serlo aún más para lograr atemorizarlos”, sostiene Hasan. Ante la proximidad de una serie de elecciones que se avecinan este año, la formación ultraderechista Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), que entró en el Parlamento en 2020 y cuyo peso aumenta en las encuestas, ha retomado el histórico personaje para captar electores. “Los partidos políticos confiscan muchas veces la historia de Vlad Drácula porque los rumanos lo conciben como un héroe justiciero, un mesías o un salvador providencial en los momentos más difíciles”, asevera Hasan. Pero, “lo que lo convierte en un héroe es el hecho de que un estado pequeño como Valaquia se enfrente a un gigante como fue el imperio otomano en ese momento”, agrega el historiador.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.