Aya Nakamura, la superestrella del pop y símbolo de la Francia global que saca de quicio a la extrema derecha
La Fiscalía de París investiga las publicaciones racistas contra la cantante tras especularse sobre su participación en la ceremonia inaugural de los juegos olímpicos de este verano
Aya Nakamura provoca urticaria en la extrema derecha. No por sus ideas, que no suele exponer, ni por lo que dice o hace. Irrita por cantar lo que canta y expresarse como se expresa. A algunos, por ser quien es. Una francesa nacida en Malí y criada en el extrarradio parisiense. Una mujer en las letras de sus canciones que mezcla la lengua de Molière con la jerga de la banlieue. Una superestrella del pop que simboliza la Francia global del siglo XXI y, a la vez, saca a relucir el rostro menos amable de la patria de los derechos humanos y estandarte de los valores universales.
La posibilidad de que Aya Nakamura cante una canción de Édith Piaf en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, el 26 de julio, llevó al grupúsculo ultra Les Natifs (Los nativos) a desplegar, el fin de semana pasado, una pancarta en un puente del Sena que decía: “Esto es París, no el mercado de Bamako”. En un mitin de Éric Zemmour, polemista metido a político, y Marion Maréchal, nieta de Jean-Marie Le Pen, el público respondió con abucheos a la mención de la cantante de éxitos como Djadja. En los días siguientes, se sumaron a las críticas no solo políticos de la franja más radical como Zemmour y Maréchal, sino también del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, tía de Marion.
La Fiscalía de París ha anunciado este viernes una investigación por las “publicaciones de carácter racistas en perjuicio de Aya Nakamura”. La investigación responde a una denuncia de la Liga internacional contra el racismo y el antisemisimo (LICRA), que, en un mensaje en las redes sociales califica a Les Natifs de “grupúsculo arqueo-racista”. El rechazo va más estos grupúsculos o de Zemmour y el RN. Un 49% de franceses cree que es una “mala idea” que cante a Piaf en los juegos olímpicos; según un sondeo del instituto Elabe; otro, de Odoxa, eleva el porcentaje a 63%.
Hay un componente legítimo de gusto musical en esta polémica que sería efímera si no fuese por lo que explica de la Francia de 2024 y de una cierta Francia de siempre. Revela la incomodidad de algunos al ver un país que no se adecua al país imaginario. Un diputado del partido de Le Pen mostró su desagrado con Aya Najamura y, cuando se le preguntó qué artista le gustaría para representar Francia en la ceremonia olímpica en su lugar, citó entre otros a Lara Fabian. Pero Lara Fabian no es francesa, sino belgacanadiense. Y es blanca, una diferencia con Aya Nakamura, francesa desde que en 2021 adquirió la nacionalidad.
La periodista y activista antirracista Rokhaya Diallo recuerda episodios como las críticas al rapero Youssoupha por cantar una canción de la selección de fútbol en la Eurocopa 2021. O las reacciones hostiles que desató el nombramiento en 2022, como ministro de Educación, del historiador Pap Ndiaye. “Es vergonzoso lo que está ocurriendo, y deja mal la imagen de una Francia que se presenta como un país abierto, pero que no sabe reconocer a sus hijos cuando no encajan en los cánones de lo que imagen ser Francia”, dice Diallo por teléfono. “Refleja la dificultad de Francia para reconocerse en un rostro que no es blanco y en una actitud que se asocia a los barrios populares y en las banlieues”.
Lengua creativa
De la cantante de Copines “molesta su uso de una lengua creativa, libre, que no existe para producir una exhibición literaria clásica”, según el sociólogo Karim Hammou. En Le Monde, Hammou recuerda que la canción popular de mediados del siglo XX “ya jugaba con estribillos pegadizos y neologismos, u onomatopeyas de moda para alcanzar el máximo de público”. Una canción clásica como La javanaise, de Serge Gainsbourg, estaba hecha de juegos de palabras y argot, y otra como Laisse béton, de Renaud, es verlan, jerga de barriada que invierte el orden de las sílabas. Y a fin de cuentas, ¿no es el héroe del rock francés un cantante adoptó un nombre extranjero e imitaba una música foránea? Hablamos de Johnny Hallyday.
Aya Nakamura, como Johnny, usa un pseudónimo. Nakamura es el apellido del personaje japonés de la serie estadounidense Héroes. Su nombre real es Aya Danioko. Tiene 28 años. Es la mayor de cinco hermanas y hermanos. Su padre trabajaba en un bar del aeropuerto Charles de Gaulle. Su madre era griotte, contadora de historias en la tradición africana. Era pequeña cuando llegaron Francia. Vivía en Seine-Saint-Denis, el departamento más pobre de Francia, al norte de París, y uno de los más multiculturales, jóvenes y dinámicos. Empezó a despuntar al final de su adolescencia con vídeos en las redes sociales. Pronto llamó la atención de los productores y, de ahí, al estrellato.
En sus discos, desde Journal intime en 2017 a Nakamura en 2018 y DNK de 2023, ha perfilado un estilo que los críticos definen como un cruce del afroamericano r’n’b con ritmos africanos y música antillana como el zouk. Hay algo más: la inventiva lingüística y las alusiones sexuales. Y la actitud: mujer, joven, negra, de clase popular y orgullosa de serlo. “Siempre me he sentido bien en mi piel”, declaró en una entrevista con Rokhaya Diallo para la revista GQ. “Soy un modelo para mis hermanas, mis amigas”. Aya Nakamura, admirada por Madonna y Rihanna e imagen de la marca Lancôme, es una Rosalia de banlieue: la cantante francófona de más éxito.
Por eso no sorprendió a nadie cuando el semanario L’Express publicó que el presidente Emmanuel Macron le había propuesto cantar en la ceremonia olímpica. Si había algo chocante, era que Macron se metiese en la organización artística de los Juegos, aunque en esta República monárquica sea habitual que el jefe del Estado se meta en todos los detalles. Pero nadie ha confirmado la información y la actuación de Aya Nakamura es por ahora una pura especulación.
Babelia
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