Lily Gladstone, candidata al Oscar por ‘Los asesinos de la luna’: “El mundo tiene que empezar a preocuparse por la vuelta de Trump”
La actriz siente el peso de “ser embajadora de una gran comunidad”, la de los nativos americanos, mientras lucha para que el público entienda que los protagonistas del filme son los osage
El padre de Lily Gladstone (Kalispell, Montana, 37 años) le hizo creer durante años a su hija, cuando era una niña, que tenía poderes. “Me gastaba bromas. Por ejemplo, que mandaba sobre las nubes porque era un mago. Usaba truquillos que entonces no pillaba. Sigue con ese espíritu lúdico. Ahora cuida de mi perro si viajo. Y como compartimos localización por el móvil, cuando estoy a 400 metros de nuestra casa, él abre la ventana y grita mi nombre, como si me invocara. Claro, mi perro está convencidísimo de que por su llamada yo aparezco en la puerta”, ríe la actriz. “Pero también es un padre que me insufló coraje para salir a la vida, y un profundo respecto a mis raíces [surgidas de la nación Piesnegros y de la tribu Nez percé]. Me puso el nombre de su abuela, Lily. Incluso llegué a conocer a su hermano más pequeño, mi tío bisabuelo. Mi padre insistió en que no perdiera la conexión ni con la familia ni con mi comunidad. Cuando sufrí bullying en el colegio siempre me recordaba que yo era mejor, y me decía: ‘Ya querrán ser amigos tuyos cuando ganes el Oscar”. Es decir, que algún poder tiene. ¿Quién sabe?”, ironiza.
Gladstone, protagonista de Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, pasó el viernes por Madrid en un viaje de promoción patrocinado por la Academia de Hollywood. Mientras el cineasta asistía a un coloquio en la academia española, la actriz, nominada a mejor protagonista, se sentó con EL PAÍS para charlar y ser retratada. Al contrario que su Mollie de la pantalla, Gladstone habla, y mucho. De ella y de su personaje emana una sensación de calma, de control de la situación, algo que no le servirá a Mollie Burkhart, una india osage, para frenar la desgracia que le rodea. El reino del terror lo llamaron, una época (los años veinte del siglo pasado) en la que los blancos —que ya les habían obligado a abandonar Kansas y enclaustrado en Oklahoma en unas tierras baldías— les fueron arrebatando las riquezas conseguidas por la súbita aparición de petróleo. ¿Cómo lo hicieron? Asesinando y heredando.
Aquel genocidio fue la base del libro Los asesinos de la luna, del periodista David Grann, y posteriormente la película homónima de Scorsese, que se presentó en el último festival de Cannes y que ahora se puede ver en Apple TV+ tras haber pasado por salas. “Yo conocí esta historia en mi adolescencia, porque hice ballet y admiraba a Marie Tallchief [la primera gran bailarina estadounidense, que era osage y se casó con el mítico coreógrafo George Balanchine], antes de pasar a la interpretación”, recuerda. “Pero en ese momento ni yo ni nadie de mi alrededor sabía lo brutal de la historia. Sonaba a gente que roba a nativos para ser ricos. Solo tras la publicación del libro de Grann comprendimos su gravedad y su curiosa relación con los inicios del FBI. Cuando lo leí entendí que era otro ejemplo de racismo y corrupción sistémica”.
La actriz suspira y prosigue su disertación: “Aquel mensaje de que los osage necesitaban que les tutorizaran sus vidas, todo aquel programa de protección que les declaraba incapacitados, por su bien, para manejar sus ganancias, ha calado dolorosamente dentro de cada nativo americano. Desde mediados de los noventa, y durante una década, hubo una abogada piesnegros, Elouise P. Cobell, que litigó contra el Gobierno estadounidense por la mala praxis de este programa de tutelaje, bueno, en realidad ya solo por su mera existencia fue brutal. Porque no hubo devolución alguna”. En 2010 las partes alcanzaron un acuerdo que no supuso la restauración de lo hurtado —solo una parte—, pero que ha servido para negociar pactos posteriores. “Aún hoy hay iglesias, congregaciones, bancos y compañías petrolíferas que poseen los derechos de los osage. Su lucha por recuperar lo suyo, por lo que es justo, continúa”.
En el camino de esa lucha se cruza la posibilidad de que en noviembre de 2024 Donald Trump vuelva a ser presidente de Estados Unidos. “Es que eso no solo asusta a mi comunidad, sino que el mundo tiene que empezar a preocuparse. La injusticia de las políticas estadounidenses, no solo la procedente de Trump, tiene un impacto mundial. Ahora bien, los nativos americanos hemos sobrevivido a cada oleada de colonización. Y aquí seguimos. Muchas cosas sobrevivieron a su primera presidencia. Nuestras comunidades continuaron cuidándose de sí mismas, encontramos apoyo unos en otros. Más me preocupa el auge mundial del autoritarismo. Nunca en la historia se ha vivido un tiempo como el actual, con un movimiento colectivo tan grande en pos de censuras y prohibiciones. Yo, por lo menos, confío en las nuevas generaciones”.
Portavoz de una comunidad
Los asesinos de la luna han hecho de esta actriz, que estaba buscando otro trabajo, la portavoz mundial de toda una comunidad. “Efectivamente siento el peso. Ha habido un montón de intérpretes a los que de repente la fama les ha alcanzado, y no tienen que preocuparse más que de su arte. Yo soy la primera nativa estadounidense y la tercera indígena en ser candidata a un Oscar de interpretación [previamente lo lograron Keisha Castle-Hughes por Whale Rider en 2004 y Yalitza Aparicio por Roma en 2018]. He devenido en una especie de embajadora de una comunidad de gente muy diversa, que sí, que tenemos cierto pasado común, pero que al final hemos vivido situaciones muy distintas en la relación de cada tribu con el Gobierno estadounidense. Es un peso enorme para una persona”, reflexiona.
En pocos momentos Gladstone mira a los ojos, se concentra en un bolígrafo, como otra arma para articular su discurso. Ahora, lo hace y enlaza: “Mi amigo Sterlin Harjo ha decidido acabar su serie Reservation Dogs [en la que Glasdtone ha trabajado] cuando él ha querido. Por estas cuestiones. Como representantes de una comunidad, nuestro arte conlleva una carga social. Sterlin, a pesar del éxito, prefirió terminar cuando él ha decidido, no ser cancelado. Se lo debemos a aquellos niños, nosotras mismas, que crecimos viendo wésterns en los que los indios eran los villanos. ¿Entiendes cómo nos sentíamos? ¿Cómo pensábamos que nos veía el resto de la sociedad? Por eso es tan importante ver a esas mujeres indígenas en pantalla en historias reales, sinceras”.
Gladstone fantasea con que las niñas de todo el mundo la vean y piensen que ellas también lo pueden lograr. “Yo estaba en el instituto, creo, cuando se estrenó Whale Rider. Y sentí que hablaba de mí, me inspiró. Luego me dolió el cinismo que rodeó a Aparicio en su temporada de premios, sobre si no actuaba, cuando construía una interpretación soberbia... Yo quiero volver a verla en cualquier otro personaje”.
Tras estudiar interpretación, Gladstone viró hacia la enseñanza y se interesó por la corriente brasileña del Teatro del Oprimido. Poco a poco encontró algunos papeles, con, sobre todo, la directora Kelly Reichardt, en Certain Women y First Cow. “Ese cine, y su tamaño, es el que adoro. Con Kelly conocí el circuito de festivales, el rodar por amor a este arte. Y gracias a esos roles me conoció Marty [Scorsese]”, recuerda. Estaba apuntándose a un curso de análisis de datos, en plena pandemia en 2020, en Montana, en casa de sus padres, adonde se había mudado para ayudarlos a cuidar de su abuela cuando le llegó un correo electrónico anunciándole una prueba vía Zoom para Los asesinos de la luna. “Nunca llegué a intuir el estallido que supondría un trabajo con Marty”. Gladstone cuenta todo su ir y venir tras el sueño de ser actriz, antes de aquel correo electrónico: su necesidad de un trabajo tangible, los cuidados a su padre con una dolencia cardíaca... Después de varias entrevistas por videollamada, que incluyeron un ensayo con Leonardo DiCaprio, le anunciaron su fichaje el 1 de diciembre de 2020, el día del cumpleaños de Mollie Burkhart. “Para mí fue una señal. Su espíritu me eligió... Bueno, era católica, no creo que su espíritu deambule por ahí”.
Ahora la espera la campaña final para ganar el Oscar, en la que su principal rival es Emma Stone, por Pobres criaturas. Al inicio, corrió el rumor de que la presentarían en la categoría de actriz secundaria. “Fueron especulaciones iniciales, porque el personaje no es secundario, porque el papel osage más importante de la película no debe considerarse un personaje de relleno”, analiza. “Hubiera sido volver hacia atrás, al espíritu de aquel reino del terror, hubiera supuesto un flaco favor a Mollie y a los osage que han trabajado muy duro en este filme. ¿Habría estado más segura nominada como actriz de reparto? Puede, pero es que esto no va sobre mí, sino sobre ellos. Competir en actriz principal significa respetar a Mollie”.
Babelia
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