Las 160 vidas de Willie Nelson, la leyenda progresista del country que salió de una iglesia metodista
El músico texano de 90 años publica un nuevo libro que coincide con su entrada al Salón de la Fama del Rock
Dice Willie Nelson que una de sus canciones favoritas en casi siete décadas de carrera es Permanently Lonely. La leyenda del country la tocó por primera vez en un directo en 1966. Dos años después la grabó para el álbum Good Times. Desde entonces ha grabado el tema a un ritmo aproximado de una vez por década hasta 2014, la última vez. ¿Qué la hace una de sus preferidas? El músico asegura que es la posibilidad de adoptar un punto de vista completamente diferente al suyo. En este caso, un hombre que raya en la misoginia y desea la miseria a su ex pareja después de una ruptura. “El drama intenso hace buenas historias. La pasión torturada hace buenas canciones”, asegura Nelson en su libro Energy Follows Thought (la energía sigue al pensamiento), un mantra popular entre sus músicos.
La publicación ha sido lanzada en Estados Unidos esta semana. Es el sexto libro del artista y el primero en el que se detiene a contar las historias detrás de 160 de composiciones que le han reservado un lugar especial en la música norteamericana. La novedad editorial encaja también con la llegada de Nelson al Salón de la Fama del Rock, en una ceremonia que se llevará a cabo este viernes en el Barclays Center de Brooklyn. Sus compañeros de generación son Kate Bush, Queen Latifah, Rage Against the Machine, Sheryl Crow, George Michael y The Spinners.
Nadie en la clase 2023 tiene más influencia en la música que Willie Nelson. Cualquier duda se disipó el 29 de abril, el día en que cumplió 90. La industria le rindió un tributo en un concierto de dos noches en el Hollywood Bowl de Los Ángeles, por los que desfilaron 45 invitados. El evento tenía nombre: Long Story Short (para hacer el cuento corto). Y más que historia es un viaje por varios géneros musicales del grupo de personajes que Nelson creó en sus canciones. En el Bowl sonaron, además del country, el jazz, rock, blues, góspel y americana con invitados tan variados como Keith Richards, Kris Kristofferson, Beck, Snoop Dogg, Ziggy Marley, Norah Jones, Beck, Emmylou Harris, Los Lumineers y Lukas Nelson, su hijo y vocalista del grupo Promise of the Real.
Willie Nelson nació en 1933 una ciudad a medio camino de Dallas y Austin, en Texas. Fue criado, junto con su hermano Bobby, por sus abuelos, quienes eran músicos y feligreses metodistas. Es parte del Salón de la Fama del Country desde 1993. Fue reconocido primero por su contribución a este género de profundas raíces en el mundo rural. Después de un paso por la Fuerza Aérea en los años 50, se puso a tocar con varias bandas del Estado. También era DJ en estaciones de radio. En 1960 se mudó a Nashville, Tennessee, la capital musical del sur, donde se convirtió en uno de los compositores con más trabajo.
Su gran reputación comenzó con una noche de suerte. Nelson llegó a Nashville con un pequeño y gastado disco de vinilo que contenía Crazy, cantada con su voz de barítono ligeramente a destiempo. Una noche la oyó un tal Charlie Dick. La letra le gustó tanto que sobre la una de la mañana lo llevó a él y a su carta de presentación a conocer a su esposa, la popular cantante Patsy Cline. “Dejé de ser pobre porque le gustó a Patsy”, escribe el compositor.
El éxito de Crazy no solo le llenó los bolsillos. También le confirmó que había valido la pena componer, algo que inició a los 15 años. “Me convenció en un momento en el que no estaba del todo seguro de mi talento para escribir que sería una locura dejar de hacerlo”, afirma en Energy Follows Thought. Allí despegó una larga trayectoria tras un par de sencillos de 1962. La carrera suma 73 discos, doce Grammy, una distinción del Kennedy Center y activismo por las causas ecologistas, en favor de la población indígena y de los agricultores. También aboga por la legalización de la marihuana al presidir la organización NORML. En estas décadas ha colaborado musicalmente con Wynton Marsalis, Paul Simon, Julio Iglesias, Bob Dylan y Ray Charles, entre otros. Ha formado parte de los Highwaymen, un supergrupo donde tocó con Johnny Cash y Kristofferson.
Además de varios éxitos, Nelson dotó al country de varios álbumes concepto a pesar de que su primer experimento fue un fracaso de ventas. Jerry Wexler, una de las leyendas de la disquera Atlantic, lo convenció para que siguiera su instinto. En 1974 publica Phases and Stages, grabado en el mítico estudio de Muscle Shoals (Alabama) con una idea sencilla: un lado del disco mostraba la visión de una mujer de una relación y el otro el del hombre. “Pero ambos eran sobre la tristeza por una relación en ruinas”, afirma Nelson, quien es coautor del libro con David Ritz y Mickey Rapahel, quien toca la harmónica para el músico desde 1973.
Una de sus obras más influyentes llegó dos años más tarde. Red Headed Stranger, de 1975, es otro disco concepto. Los estudios le dieron 60.000 dólares para grabarlo, pero a Nelson le bastaron 2.000. Los ejecutivos de la disquera lo odiaron la primera vez que lo oyeron. La canción que le daba nombre, compuesta para Perry Como sin que esta la llegara a cantar, hablaba de un feminicidio cometido por un vaquero de Montana. Gracias a su contrato, Nelson tuvo la última palabra y el álbum llegó a las tiendas con su corte. Fue un éxito de ventas que le creó un alter ego público al cantante de pelo rojo y trenzas.
Nelson se mudó a Austin, una ciudad que es un oasis progresista en un bastión conservador. Red Headed Stranger le dio su primer número uno en las listas de rock con Blue Eyes Crying in the Rain. También logró el éxito en 1976 con Troublemaker, un disco de góspel, y Stardust (1978), producido por Booker T. Jones, conquistó las listas con versiones de clásicos de Duke Ellington, Irving Berlin, George Gershwin, Dorothy Fields; letrista estrella de Broadway y Johnny Nash.
En 2006, ya siendo una consolidada y acaudalada leyenda, Willie Nelson y su hermano Bobby, quien es su pianista, tuvieron un guiño que subraya su fe de infancia. Compraron en 2006 la iglesia del pueblo de Abbott a la que iban con sus abuelos tras enterarse de que iban a derribarla. Sigue en pie.
Representante de la corriente de los forajidos dentro del country, un subgénero en honor de quienes se independizaron del sonido predominante de Nashville, Nelson no tuvo que llegar a la vejez para hablar de la muerte. Lo hace de desde los años setenta. En Goin’ Home, la canción que cierra Yesterday’s Wine (1971), un hombre asiste a su propio funeral para saber qué se dice de él. Cincuenta años más tarde, se contradice y escribe I don’t go to funerals, en la que da la espalda a su idea de juventud y habla de la curiosidad de saber si puede tocar con sus grandes amigos en el más allá. “No me da morbo la muerte. Incluso espero reunirme con los espíritus que nos han abandonado antes. Cuido mi cuerpo mientras, pero sé que dejar mi cuerpo puede ser un alivio”, sentencia.
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