El fuego incombustible de la vieja guardia
Los veteranos Bob Dylan, Neil Young, Van Morrison y Willie Nelson simbolizan una filosofía vital y artística con su actividad imparable de discos y conciertos en los últimos años
Sus caras podrían formar parte del monte Rushmore de la música popular, pero están muy lejos de ser figuras de granito. Son cuatro iconos veteranos más vivos que nunca: Bob Dylan, Neil Young, Van Morrison y Willie Nelson. Estos cuatro emblemas, cuyas carreras en solitario ayudan a explicar por qué las canciones tienen el poder transformador que tienen para las personas o a entender por qué hubo una vez que el rock -ese ecléctico espíritu de sonidos raíces- ayudó a romper cadenas morales y avanzar a la sociedad, no se detienen a pesar de encontrarse entre los más ancianos del lugar.
Los cuatro superan los 70 años –Young y Morrison tienen 72, Dylan 77 y Nelson 85-, pero los cuatro llevan años de una actividad incombustible, sacando al menos un disco por curso y girando sin parar por medio mundo. Basta con echar un vistazo a este año: han coincidido los nuevos álbumes de Van Morrison (You're Driving Me Crazy), Neil Young (Paradox) y Willie Nelson (Last Man Standing) mientras nadie descarta que el imprevisible Dylan saque el suyo antes de acabar 2018. Sería otro año más donde estos cuatro monumentales creadores publican nuevas obras mientras mantienen su pulso con el directo con conciertos de una calidad más que notable, como se ha podido comprobar en España en las giras de Dylan, Morrison y Young.
En estos tiempos de memoria líquida, donde el ayer queda sepultado cada día con la urgente necesidad de presente, conviene fijarse bien en el empuje de estos ancianos: Morrison ha sacado en apenas un año tres deliciosos discos (Roll with the Punches, Versatile y You're Driving Me Crazy), Young cuatro ingobernables en dos años (Earth, Peace Trail, The Visitor y Paradox), Nelson va a uno por curso desde 2012 con incuestionable elegancia, incluso arrimándose al jazz vocal (Summertime: Willie Nelson Sings Gershwin), y Dylan llegó a editar un triple álbum de colofón a su productiva etapa de standards del cancionero clásico norteamericano que comenzó en 2015. Todo esto sin sumar los bootlegs (discos de archivos) que tanto Dylan como Young sacan periódicamente recuperando tomas alternativas de composiciones antiguas o directos memorables.
Podría haber una razón comercial en esta actividad, pero sería simplificar demasiado a estos titanes de la canción. No se mueven por la lógica de estos tiempos. Todos tienen más de 40 discos de estudio publicados. Casi se podría decir que salen a álbum grabado por cada año de carrera. Componen y cantan movidos por una especie de imperativo categórico. Esa energía interior para escribir de la que hablaba el recientemente fallecido Philip Roth en conversación con David Remnick, director del New Yorker: “No sé adónde voy con esto, pero no puedo parar. Es así de sencillo”. No poder parar es algo a lo que se refieren los cuatro, como otros grandes creadores que son géneros en sí mismos en sus disciplinas como Richard Ford o Woody Allen. En una entrevista con este redactor, Willie Nelson, que atendió la llamada dentro de su caravana convertida en un fortín donde fumar marihuana, aseguró: “Soy una persona dispuesta a seguir un camino determinado y ese camino es la música. No hay vuelta atrás”. Al ser reconocido con el premio Nobel de Literatura, Dylan, inmerso desde 1988 en su Never Ending Tour (Gira interminable), sentenció: “Mis canciones están en el centro vital de casi todo lo que hago”. En palabras de Neil Young: “Conforme te vas acercando al objetivo final, la cosa va perdiendo emoción. La realidad resulta aún más interesante si estás ahí para apreciarla”.
Quizá ahora su realidad no tenga nada que ver con la que vivieron en el pasado, cuando con su mejor obra conquistaron las más altas cumbres de la música popular. Individualistas e inquietos, los cuatro rompieron moldes, fueron pioneros a su manera. Pero hoy, aun siendo personajes borrosos en el actual lenguaje del pop, comparten una visión filosófica que, por desgracia, pasa desapercibida en el actual esquema de la novedad inmediata. En una de sus pocas entrevistas, Van Morrison reconocía en este periódico que sabía que hoy en día era “un dinosaurio”, pero se refería a un “compromiso intelectual” con la música. “Vengo de una época pasada que ha desaparecido por completo”, decía el cantante irlandés refiriéndose a los antiguos artistas de jazz y blues que le inspiraron. La realidad actual de estos veteranos incombustibles está en la memoria, "el significado del pasado con una forma narrativa propia", tal y como definía el historiador Tony Judt. No debería extrañar, por tanto, su compromiso por recuperar el viejo cancionero del siglo XX. Los cuatro ofrecen canciones que les explican a su edad y rastrean en el blues, el jazz, el country y el soul como en un último acto de dignidad. Al juzgarles hoy en día, el error está tanto en atarles como momias a su prodigioso pasado como en comprometerles a este presente que ya no les pertenece. El periodista Jimmy McDonough, que pasó muchos años dentro del entorno de Neil Young, afirma en su fabulosa biografía Shakey -nada condescendiente con el músico canadiense- que "Neil ya es algo más que un músico, es un estilo de vida". Los otros tres también.
Sus caras están arrugadas por el paso del tiempo y sus voces transmiten las cicatrices de toda una existencia en la carretera, pero son un modelo, llevando a la práctica uno de los versos más célebres de Young: “Es mejor quemarse que apagarse lentamente”. Decía el propio Tony Judt en su libro El refugio de la memoria: “No podemos elegir dónde iniciamos nuestra vida, pero podríamos finalizarla donde quisiéramos”. Bob Dylan, Neil Young, Van Morrison y Willie Nelson decidieron hace mucho tiempo acabarla allí donde la música nunca muere: tocando, cantando, con “un compromiso intelectual”. Su compromiso. Podrían estar retirados en una mansión viviendo de los royalties de sus canciones o siendo una caricatura de sí mismos en saraos de la industria musical como las antiguallas de Hollywood, pero decidieron acabarla con las botas puestas.
En su última gran entrevista concedida a la revista Rolling Stone, Dylan habló de “espacios vacíos” para referirse a las muertes de Leonard Cohen o Muhammad Ali. Conviene apuntarlo cuando lo dice el músico que más espacios llenos conoció en el siglo XX y ahora más está haciendo por señalar todos esos otros espacios vacíos que está dejando el siglo XXI. Cuando se extinga el fuego tan vivo como anciano de esta vieja guardia quedará un espacio vacío irrecuperable. Será definitivamente el fin de una época. El fin de una filosofía.
Discografía monumental
Bob Dylan
2012: Tempest
2013: The Bootleg Series Vol. 10: Another Self Portrait
2014: The Bootleg Series Vol. 11: The Basement Tapes Complete
2015: Shadows in the Night y The Bootleg Series Vol. 12: The Cutting
2016: Fallen Angels
2017: Triplicate y The Bootleg Series Vol. 13: Trouble No More
Neil Young
2012: Psychedelic Pill
2013: Archives Volume 02.5: Live at the Cellar Door
2014: A Letter Home y Storytone
2015: The Monsanto Years y Archives Volume 11: Bluenote Café
2016: Earth y Peace Trail
2017: The Visitor
2018: Paradox
Van Morrison
2012: Born to Sing: No Plan B
2015: Duets: Re-working the Catalogue
2016: Keep Me Singing
2017: Roll with the Punches y Versatile
2018: You're Driving Me Crazy
Willie Nelson
2012: Heroes
2013: Let's Face the Music and Dance y To All the Girls...
2014: Band of Brothers
2015: Django & Jimmie
2016: Summertime: Willie Nelson Sings Gershwin
2017: God's Problem Child
2018: Last Man Standing
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.