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Muere a los 87 años años Gianni Vattimo, el filósofo del pensamiento débil

Considerado el último gran pensador italiano, fue también un miembro del Parlamento Europeo y pionero en la defensa de los derechos del colectivo LGTBI

El filósofo Gianni Vattimo, en 2019 su casa de Turín.
El filósofo Gianni Vattimo, en 2019 su casa de Turín.Matteo Montaldo

Gianni Vattimo (Turín, 1936), el último gran filósofo italiano, padre de la teoría “pensamiento débil” y de gran parte del análisis de la posmodernidad, ha fallecido este martes a los 87 años en el hospital de Rivoli, en la provincia de Turín, donde permanecía ingresado en estado grave desde mediados de agosto. Vattimo construyó sobre las cenizas del pensamiento de Friedrich Nietzsche un complejo sistema filosófico capaz de dar sentido a la descomposición surgida en el periodo posterior a Heidegger, su otro gran referente.

Partiendo del pensamiento de Nietzsche, Heidegger —al que en sus últimos tiempos interpretó como un pensador religioso—, y Gadamer, reinterpretó la posmodernidad como una “liberación” de la metafísica totalizadora. Vattimo, además, fue miembro del Parlamento Europeo y, como militante de izquierdas, contribuyó activamente a la política italiana y europea. También resultó clave en la divulgación de la filosofía en el país transalpino presentando programas de televisión para la televisión pública italiana, la RAI y trabajando como columnista para los diarios La Stampa y La Repubblica y para el semanario L’Espresso.

Vattimo fue también un pionero en la defensa de los derechos de las personas LGBTI, definiéndose como “homosexual y cristiano”. Autor de obras como Las aventuras de la diferencia (1979), El pensamiento débil (1983), El fin de la modernidad (1985), La sociedad transparente (1989), Ética de la interpretación (1989), Creer que se cree (1996), Diálogos con Nietzsche (2002) y Nihilismo y emancipación (2003).

Encumbrado como el gran filósofo del posmodernismo, su teoría del pensamiento débil, una crítica a la metafísica tradicional, concebida como réplica a la ética del catolicismo y el marxismo, despertó filias y fobias en los años ochenta y noventa del siglo pasado. “El pensamiento débil es una anarquía no sangrante. Es demasiado débil para organizar atentados. Se trata de propiciar áreas de libertad para los sujetos débiles, de emancipar al hombre. Hay una componente emancipadora en la desorganización de las democracias tardoindustriales. La autonomía es un intento de disolución del Estado”, reflexionaba en una entrevista con este diario en 1989, durante su etapa como profesor de hermenéutica de la Universidad de Turín.

El pensador marcó la escena filosófica del siglo XX con varias obras importantes. En El fin de la modernidad, publicado en 1985, examina la superación de la racionalidad moderna y la aparición de la posmodernidad. En Más allá de la interpretación, de 1995 profundiza en la idea del pensamiento débil y se focaliza en el papel central de la interpretación en la filosofía contemporánea. En su obra están muy presentes temas como la religión y la fe, como en Creer que se cree, donde propone un “cristianismo débil” para la era posmoderna. En Después del cristianismo, por ejemplo, ahonda en la relación entre posmodernidad y religión, y analiza las transformaciones de la fe en el contexto actual. Le encantaba repetir la frase “la religión es un empujón para luchar contra la injusticia”.

En su pensamiento también está muy presente la idea del camino hacia la muerte y la vida. “Si me da a elegir ahora preferiría morirme: sería una forma de cerrar esto. No tengo miedo del más allá, sino del morir [hace un gesto como simulando una parálisis]. Me siento muy naturalizado, soy alguien que en cierto momento cesa”, señaló en otra entrevista con EL PAÍS en 2019 en su casa de Turín, de la que apenas salía en sus últimos años, antes de recibir en Madrid la medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. Revelaba también que esperaba la muerte “moderadamente”. “Morir me sabe mal por el gato y por algún amigo. Pero no tengo una gran imagen de la muerte. A veces escribo en las necrológicas de mis amigos: ‘En la débil esperanza de un nuevo tiempo…’. Pero, vete a saber, lo que me parece más creíble es que permanezcan las obras leídas. Encontraré a Kant... Y espero no acabar en el infierno. Eso sí sería un problema: imagine a un padre eterno divirtiéndose al verme arder en las llamas”, confesó.

Vattimo no deja herederos de ningún tipo ni reconoce a ningún filósofo relevante en el panorama actual. Su ingente archivo, de hecho, ha terminado en Barcelona porque, como contó en su día, en Italia nadie se lo pidió.

Su asistente y pareja desde hace más de una década, Simone Caminada, de 38 años, dio a conocer su grave estado hace unos días, cuando publicó una foto de ambos en el hospital que causó gran revuelo en el país transalpino y fue él quien confirmó el fallecimiento del escritor.

En los últimos años, su vida privada acabó en manos de la justicia. El pasado febrero, Caminada fue condenado en primera instancia a dos años de prisión por un delito de manipulación de persona incapaz cometido contra el propio Vattimo, quien, sin embargo, durante el juicio, aseguró que nunca se había sentido engañado ni manipulado. El juez consideraba en su sentencia que Caminada se aprovechó de la fragilidad del filósofo, del que comenzó siendo su asistente hasta convertirse en su compañero de vida, para expoliar su patrimonio.

Vattimo siempre rechazó categóricamente este supuesto. El asunto ha generado ríos de polémica en Italia, azuzados por varias personas del entorno del pensador que se han enfrascado en un cruce de acusaciones. Los especialistas que han examinado a Vattimo a lo largo del tiempo han dado opiniones contradictorias y a veces opuestas sobre su estado psicológico. El filósofo asistió a casi todas las vistas del proceso, aunque sus condiciones de salud se habían deteriorado considerablemente. En una de las audiencias, ante las preguntas del fiscal, se definió a sí mismo como “una persona que siempre intentaba ayudar y hacer sentir bien a la gente que le rodeaba”.

Pero los fiscales, que llegaron a utilizar incluso interceptaciones telefónicas, concluyeron que Vattimo se encontraba en un estado de “total dependencia psicológica de Caminada, mezclada con el miedo a la soledad y la conciencia de que ya no podía valerse por sí mismo”. En diciembre pasado, los magistrados intervinieron para suspender la unión civil que iba a celebrarse entre el pensador y su ayudante. Aunque recientemente habían filtrado que tenían intención de volver a intentarlo. Para la justicia, Vattimo se convirtió en sus últimos meses de vida en víctima de un delito y congeló parte de sus bienes. Además, hace unos días la fiscalía designó a un tutor de emergencia para decidir exclusivamente sobre su tratamiento médico.

En su ausencia, que deja a Italia cada vez más huérfana de referentes, sus ideas seguirán viajando por el mundo.

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