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Un corneado en una pierna en el rápido séptimo encierro de San Fermín, con los toros de Victoriano del Río

Cuatro contusionados en un encierro previsible, que solo ha durado 2 minutos y 18 segundos

Un mozo, corneado por uno de los toros de Victoriano del Río, durante el séptimo encierro de los sanfermines, este jueves en Pamplona.Foto: Jesús Diges (EFE) | Vídeo: EPV / SER
Antonio Lorca

[Si el vídeo no se reproduce correctamente, puede verlo en YouTube pinchando aquí]

No hubo sorpresas. El séptimo encierro de San Fermín, protagonizado por los toros madrileños de Victoriano del Río, ha discurrido según lo previsto: una carrera rápida (2 minutos y 18 segundos, solo seis más que el pasado año), relativamente limpia (un herido por cornada en la pierna izquierda y cuatro contusionados), en la que las reses se han comportado como auténticos atletas, de modo que daba la impresión de que conocían el recorrido y los trucos que debían utilizar para evitar las caídas, agachar la cabeza y correr y correr hasta la plaza.

El herido en la pierna estaba en la zona de Telefónica; uno de los toros lo arrolló a su paso hacia el túnel de entrada a la plaza. Empaló al mozo por el muslo izquierdo y lo llevó sobre el pitón durante varios y angustiosos metros. Cuando lo soltó, con el pantalón hecho trizas, no parecía que la herida fuera grave. Entre los contusionados hubo otro herido en un brazo y no por cornada, que se produjo en el ruedo de la plaza y fue atendido en la enfermería.

Estos toros debutaron en la feria en 2010, no han faltado desde entonces, y cuenta la leyenda que la información se la pasan de unos a otros toros, de modo que los elegidos llegan a Pamplona con un plano de la ciudad y la información suficiente para sortear los obstáculos de la larga carrera.

Como era de esperar, los cabestros lideraron la endiablada carrera en la cuesta de Santo Domingo; uno de los mansos hizo de liebre, lo que no debe de resultar extraño para los verdaderos protagonistas, cansados de entrenar en el campo.

Se notó desde el principio que eran todos ellos atletas experimentados. Un toro negro rebasó al cabestro líder a la altura de la plaza del Ayuntamiento, bajaron todos, muy hermanados, por Mercaderes, y alguno de ellos pasó el aviso de que se acercaban a los tablones de la curva que da paso a Estafeta, que había que sortear para evitar el duro encontronazo. Dicho y hecho: los seis enfilaron la recta sin tocar siquiera la madera, señal de que estaban avisados.

La manada corrió casi en fila india por Estafeta, arrollaron a algunos corredores, otros cayeron porque tropezaron con el que les precedía, pero ni un solo toro mordió el polvo del asfalto ni quedó rezagado ni tiró derrotes a los mozos.

El asunto se complicó en la zona de Telefónica y el vallado de entrada al callejón. Uno de los toros barrió el costado derecho y algunos mozos resultaron perjudicados con golpes y sustos morrocotudos; en esa misma zona se produjo el herido en la pierna, que pudo ser mucho peor.

Finalmente, y según lo previsto, la carrera fue rápida y los toros ya descansan en los corrales. Allí esperarán la hora de la corrida Navegante (570 kilos), Español (525 kilos), Entrenador (570 kilos), Impuesto (555 kilos), Alcalde (520 kilos) y Forajido (580 kilos), todos de capa negra, que serán lidiados por Emilio de Justo, Roca Rey y Tomás Rufo.

Vuelve el torero peruano, el único que repite en esta feria, y lo hará como un peñista más después de su clamorosa conexión con la plaza del martes, cuando cortó tres orejas y salió a hombros. El protocolo indica que esta tarde debe superar los niveles de arrebato y erigirse en triunfador absoluto del ciclo. Con toda seguridad, por su parte no quedará.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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