Nacido para el toro
Entrega absoluta de Roca Rey, que corta dos orejas y vuelve a salir por la puerta grande
Roca Rey no podía dedicarse a otro quehacer que no fuera el de torero. Sin duda, ha nacido para el toro. Por esa razón, hoy está en la cima, a mucha distancia del siguiente, y ha alcanzado esa posición por su valor, entrega, amor propio y compromiso.
Una crónica no es el análisis de una trayectoria, sino de una tarde; y hoy, este torero, en Pamplona, y al margen de los gustos personales, se ha ganado a pulso la nota de sobresaliente; y ha salido a hombros porque así se lo ha demandado su innata ansiedad de victoria.
Volvía a San Fermín después de su clamoroso triunfo del pasado martes, y cuando parecía que refrendaría los laureles de su primera tarde, falló con el descabello ante el segundo, y las dos orejas que tenía concedidas se esfumaron en el aire; pero un torero de su raza, arrojo y pundonor no podía permitirse tal desaire. Y salió a lidiar al quinto como un hambriento novillero necesitado de contratos.
Ese toro fue devuelto a los corrales, y antes de que abriera el portón de toriles para el sobrero, Roca cruzó el diámetro del ruedo y se plantó de rodillas frente a chiqueros. Así, con una larga cambiada, recibió a ese toro, después lo capoteó con holgura a la verónica, por chicuelinas y delantales. Brindó a la concurrencia, volvió a doblar las rodillas en los medios e inició la faena de muleta con cuatro limpios redondos y, ya de pie, un molinete y un largo pase de pecho que calaron, y de qué modo, en los tendidos.
Estaba claro que el diestro peruano venía a por todas. Muleteó con ansiedad, y algo acelerado también, con la mano derecha a un animal que repetía con movilidad y encastada nobleza por ese lado. Lució menos el toro por naturales, y llegó entonces un molinete de rodillas, un arrimón de verdad —los pitones, en los mismos muslos—, unas manoletinas ceñidas y una estocada baja.
Estuvo mejor en el segundo, un toro vibrante y encastado, al que injustamente se le dio la vuelta al ruedo. Y no la mereció porque hizo una desigual pelea en varas y recortó en exceso en el tercio banderillas. Pero fue de bandera en la muleta; y Roca lo entendió a su modo, pero a la perfección. Fue una labor intensa, templada, de largos muletazos por ambas manos, entre un toro que embestía con prontitud y codicia y un torero asentado y poderoso. Hubo redondos finales que fueron circulares completos. Y mató de lo que pareció una buena estocada, pero el animal tardó en morir, y el torero falló con el descabello.
Con sus errores, que los tuvo, con ese tipo de toreo, más espectacular que profundo, Roca Rey demostró que es una reconocida primera figura del toreo, imprescindible en el momento actual.
Otro toro vibrante y encastado fue el que abrió plaza, con el que Emilio de Justo realizó una labor muy trabajada y esforzada, pero poco lucida. La embestida era pronta y codiciosa, pero su recorrido era corto, lo que restaba méritos a los muletazos. Fue una digna pelea entre un toro temperamental y un torero maduro que no fue suficientemente reconocida por los tendidos; quizá, porque no hizo concesión alguna a la galería. Con el cuarto, soso y deslucido, De Justo estuvo decoroso.
Se presentaba en Pamplona Tomás Rufo, y ha dejado un buen sabor de boca. Utilizó el plausible toreo de rodillas en el inicio a la faena de su primero, y le jalearon con alboroto los limpios redondos que dibujó en tal postura. Después, su oponente se rajó pronto y él no perdió la compostura. Tanto es así que como no tuvo necesidad de utilizar el descabello, paseó una oreja.
El sexto empujó con fuerza y bravura en el caballo, pero se paró en la muleta, y a pesar de que dibujó algunos buenos naturales, la ilusión de Rufo se esfumó por culpa de su oponente.
Del Río/De Justo, Roca, Rufo
Toros de Victoriano del Río, -devuelto el quinto al lesionarse una mano-, correctos de presentación, desiguales en varas, encastados y vibrantes los dos primeros (al segundo se le dio la vuelta al ruedo), descastados tercero y cuarto; el sexto, bravo en el caballo y rajado en la muleta; sobrero de Toros de Cortés, justo de presentación, manso y noble.
Emilio de Justo: media estocada _aviso_ y un descabello (palmas); pinchazo y bajonazo (silencio).
Roca Rey: estocada _aviso_ cinco descabellos _2º aviso_ (ovación); estocada baja (dos orejas). Salió a hombros.
Tomás Rufo: estocada (oreja); estocada baja (silencio).
Plaza de Pamplona. 13 de julio. Séptima corrida de San Fermín. Lleno.
Babelia
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