Rod Stewart monta una fiesta de dos horas en un repleto WiZink
El veterano cantante ofrece en Madrid un buen concierto donde repasa seis décadas de carrera con éxitos como ‘Maggie May’ o ‘Da Ya Think I’m Sexy?’
Los músicos llevan todos vistosas chaquetas color fucsia. Tocan los primeros compases de Addicted to Love (Adicto al amor). Salen cinco mujeres jóvenes rubias con tacones y vestido corto para hacer coros. Parece claro que estamos en un concierto de Rod Stewart. Por ahí aparece él, con su encrespada pelambrera rubia y moviendo el trasero. Cuando comienza a cantar esta versión del tema de Robert Palmer ya está el pack completo: ese timbre de voz áspero, carnoso y melodioso. A continuación, ataca You Wear It Well y Ooh La La, de los Faces, esa banda que montó a finales de los sesenta con Ron Wood, unos adorables borrachines con álbumes siempre a revisitar. Stewart tiene 78 años y conserva el pelo y la voz. Obviamente no canta como en su mejor época, pero teniendo en cuenta lo que ha castigado sus cuerdas vocales (un tumor en la garganta incluido en 2000) durante seis décadas ya es un mérito que ofrezca conciertos de dos horas. Anoche, en un repleto WiZink Center de Madrid (12.000 personas), ofreció una fiesta musical y todo el mundo pareció pasarlo bien. Habían pagado un mínimo de 96 euros: tampoco era cuestión de quedarse apalancado.
Rod Stewart es un músico fundamental en la historia del rock, aunque algunos repartidores del carnet de la auténtica religión rockera le nieguen entrar en el club. No se puede ser más ignorante. Hasta en su etapa más hortera (los ochenta, claro), Stewart grabó canciones respetables. Su gran época se desarrolló a finales de los sesenta y en los setenta: con Jeff Beck Group, Faces y una carrera en solitario soberbia.
Anoche, todo el público estaba sentado, pero el que poblaba la pista, el más cercano a la estrella, no aguantó ni una canción. Cuando comenzó a sonar la música, muchos se pusieron de pie y así hasta el final. Incluso el propio Stewart tuvo que pedir que se sentaran cuando llegaron algunas canciones pausadas. Un público que solo Stewart puede juntar: por una parte estaba el rockero curtido, y por otra el espectador bronceado asiduo al Starlite marbellí.
Está envejeciendo con gallardía el eterno tahúr, con una figura delgada y en buena forma, como demostró con algunos bailes anoche, además de permanecer 120 minutos a tope (cómo sudaba el hombre). Se dejó el alma en las baladas (The First Cut Is The Deepest, Downtown Train o Have I Told You Lately) y le quedaron bien esos medios tiempos tan chuletas, como Some Guys Have All the Luck, Young Turks o Baby Jane. Por supuesto no dejó de tocar Maggie May y un Da Ya Think I’m Sexy? que casi suena actual con el revival disco que vivimos. En este último llenó el escenario de balones de fútbol que entre él y sus músicos patearon al público.
Homenajeó a tres compañeros de generación fallecidos recientemente. A Tina Turner le dedicó It Takes Two, tema que compartieron; a Jeff Beck le recordó con People Get Ready, de los Impressions de Curtis Mayfield, canción que tocó Stewart con el guitarrista; y a Christine McVie la homenajeó con I’d Rather Go Blind, pieza favorita de la que fuera integrante de Fleetwood Mac. El momento de recogimiento, con el cantante sentado junto a sus músicos, fue para disfrutar de su voz quebrada, casi susurrada cuando entonó You’re In My Heart o Tonight’s the Night. Más sentimiento que potencia, que se agradeció.
El espectáculo fue muy de estrella veterana de residencia en Las Vegas, con un escenario brillante, de tonos plateados y siempre con mucha gente apoyándole, entre músicos, coristas y bailarinas. Tuvo un recuerdo para Ucrania. “El amarillo y el azul son los colores de la bandera de Ucrania”, dijo vestido con un traje y una camisa de esas tonalidades. “Esta es una canción anti guerra dedicada a Ucrania y a Zelenski”. E interpretó Rhythm Of My Heart. Se despidió con Sailing, con todos los músicos, él incluido, con un gorra de capitán de barco. Otra vez Las Vegas...
Quizá le faltó rock a la noche. No le apeteció tocar ni Hot Legs, ni Stay With Me, ni esas versiones de Chuck Berry que borda, como Sweet Little Rock ‘N’ Roller. Una lástima.
Pero no nos quejemos: aquello fue una fiesta, un canto a la diversión, que ha sido el objetivo de este granuja durante casi seis décadas de carrera. Y ahí sigue, camino de los 80.
Babelia
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