Cuando Mick Jagger se hizo adulto
En 1966, The Rolling Stones tocan música pop. Y su cantante se prepara para ejercer de ‘manager’
Aviso: en las próximas semanas veremos mucho alboroto mediático sobre el ochenta cumpleaños de Mick Jagger. Sin embargo, tengo la sospecha de que su verdadera gran transformación tuvo lugar cuando tenía 22 años, entre 1965 y 1966. Seguro, vendrían años más triunfales (y también más horribles), pero ese fue el verdadero annus mirabilis.
En ese periodo, The Rolling Stones culminan su transformación de apóstoles del blues en banda de pop. Una imposición de su descubridor, Andrew Loog Oldham: deben olvidar las versiones de temas ajenos para concentrarse en composiciones propias. La labor recae en Mick Jagger y Keith Richards, tras constatarse que el genio instrumental del quinteto, Brian Jones, no tiene habilidad para concretar canciones.
I Can’t Get No (Satisfaction), publicada el 5 de junio de 1965, es una rodaja de soul de Memphis, como confirma la abrasadora recreación de Otis Redding. Seguirán otros rotundos recados generacionales, como Get Off of My Cloud (25 de septiembre) o 19th Nervous Breakdown (4 de febrero de 1966). Cierto que la orientación pop de la banda se evidencia más en el elepé Aftermath. Un disco glorioso, disminuido en reputación por la competencia de dos ediciones, con portadas y contenidos diferentes.
Un pequeño secreto: como reyes del rock, los Stones tienden a ignorar su periodo pop, para evitar que se establezcan paralelismos con los envidiados, detestados The Beatles. Aparte de audacias como los 12 lascivos minutos de Goin’ Home, domina el pop, con melodías adhesivas, palmas y arreglos chispeantes (¡esa marimba de Brian Jones!). No confundan pop con inocencia: hay joyitas ambarinas, como Lady Jane, aunque eclipsadas por agrios mensajes (Stupid Girl, Under My Thumb, Out of Time) para las chicas que contrariaron a Jagger, una veta de alguna manera legitimada por Like a Rolling Stone y otras filípicas dylanianas.
Los 22 años de Jagger también suponen la discreta adopción de funciones gerenciales. Su manager oficial, Loog Oldham, establece la gran visión de conjunto, pero carece de paciencia para el día a día (de hecho, pone pies en polvorosa cuando sus pupilos caen en las garras de policías y jueces). El timonel de la nave, oficialmente business manager, es Allen Klein, un yanqui experto en exprimir a discográficas.
Jagger se pega a Klein para adquirir tácticas de supervivencia en el negocio… y atarle corto. La cautela caracteriza a Mick: ha sido el último en comprometerse con el grupo, desechando su beca en la London School of Economics (dejando abierta la opción de volver si, vaya, lo de la música no funciona). Consternado, descubre que Klein ha usado a los Stones como escalera para acercarse al verdadero objeto de su deseo, The Beatles. A su tiempo, también sabrá que, bajo la excusa de evitar impuestos, Klein se ha quedado con todas las grabaciones de los Stones para Decca y los derechos del cancionero de Jagger-Richards hasta 1971.
Un atraco sin pistolas. Hacia 1968, Mick comienza el distanciamiento de Klein. Con discreción, contrata los servicios de un banquero, el príncipe Rupert Loewenstein, como asesor financiero. No resulta muy contracultural, pero Jagger peleará personalmente cada uno de sus futuros contratos discográficos y las giras. Aunque no da el tipo, es uno de los grandes hombres de negocios del rock.
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