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Muere José Martínez Calvo, referente internacional de los galeristas jóvenes

Murciano de nacimiento, se instaló en Madrid en el año 2000 en un pequeño local y se convirtió pronto en ejemplo para los que querían adentrarse en el oficio

El galerista José Martínez Calvo.
El galerista José Martínez Calvo.
Estrella de Diego

Este jueves pasado nos dejaba José Martínez Calvo -Pepe Mínimo, como muchos le llamábamos cariñosamente-, de manera muy prematura y demasiado deprisa sobre todo, sin darnos tiempo a asumir que, en adelante, cuando pasáramos por su galería Espacio Mínimo, ya no saldría a saludarnos junto a su socio y pareja, Luis Valderde, y a Sancho, el delicioso Schnauzer que a veces, cuando iba a visitar la galería con mis alumnos de máster, se escapaba de la oficina y acaparaba la atención de la clase, aunque nos esforzáramos por hablar de la génesis tan especial de una galería -y unos galeristas- que iban a servirnos como modelo para la reflexión.

“Los Mínimos” llegaron a Madrid desde Murcia con ese espíritu que siempre gobernó sus empeños -y creo que sus vidas-; personas que juntas pueden con todo. En Murcia, recuerdan los amigos de entonces, eran los más guapos y los más sofisticados y seguro que no sorprendió a nadie cuando decidieron abrir una galería sin saber muy bien el abc del oficio. Tuvieron que preguntar, explicaba no hace mucho en una entrevista a la prensa Pepe. El espacio en Murcia era muy pequeño, apenas unos metros de galería, pero el nombre no podía ser más sexy. Por eso cuando llegaron a Madrid, a la calle del Doctor Fourquet, tras los pasos de Helga de Alvear, justo al otro lado de la calle, cuando muy pocos creían en las posibilidades de la zona, mantuvieron el nombre. Era el año 2000 y a partir de entonces se convirtieron en un referente madrileño e internacional y hasta en un ejemplo a seguir para los jóvenes galeristas que aspiran a llegar desde “la periferia” con el simple bagaje de las ganas de hacer, comentaba ayer uno de ellos. Se trataba de no dar nada por hecho, seguro.

Allí, en ese espacio del Doctor Fourquet, pasaron muchas cosas memorables que aún recordamos algunos, por ejemplo, una exposición de Enrique Marty que convirtió el espacio expositivo en un chiscón de portería, nada más entrar, donde se asomaba Pepe, sonriente, divertido, y bromeaba sobre vivir todo el día metidos en la obra de un artista. Cierro los ojos y escucho su voz, nítida, el último día que le vi con Luis en el auditorio- porque Pepe adoraba la música, el teatro, la danza, el cine-; recuerdo su gesto y su aspecto distinguido aquel y otros días. También en Madrid, como contaba su amigo de Murcia recordando los primeros años de la galería en esa ciudad, siguieron siendo los más guapos. Y los más afables, activos e inventivos, sin miedo a dejarlo todo y seguir adelante. Siempre adelante; siempre trabajando Pepe por la visibilidad de las galerías, escritor, actor, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, socarrón y listo.

Pero en este recuerdo de Pepe -con chispas de rosquillas y burbujas de champán y de Bach, las bromas compartidas con una de mis artistas favoritas de su galería, Liliana Porter- me doy cuenta de que no puedo recordar a Pepe sin hablar de Luis. Llego a la puerta de Espacio Mínimo y, contra todo pronóstico, me reciben los dos también esta mañana de sábado, al menos en la imaginación. Los Mínimos.



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