Lucía Alonso, regente de la librería más antigua de España: “Amazon te vende libros como te vende chorizos o limpiadores de piscinas”
La librera acaba de ponerse a los mandos de Hijos de Santiago Rodríguez, en Burgos, un negocio que abrió en 1850 y han heredado seis generaciones de la misma familia
Esta es la historia de un reino que se formó en 1850, un territorio que, con el paso de los años, se ha ido transmitiendo de generación en generación, de sede a sede, hasta llegar hoy a su sexta heredera. En esta sucesión no hay coronas ni cetros reales —de los que existen en la realidad— pero sí muchos imaginarios, también casi todas las riquezas y las miserias que caben en el planeta. Porque el reino del que hablamos es una librería, la más antigua de España y la quinta de Europa: Hijos de Santiago Rodríguez, en Burgos. Su nueva jefa, Lucía Alonso Rodríguez (Burgos, 41 años), continúa a cargo del legado que gestionó su madre y, antes que ella, cuatro ascendientes varones hasta llegar al fundador, Santiago Rodríguez, un vecino del pueblo de Isar, que a los 21 años se asentó en la capital castellana para vender y, más tarde, también editar libros bajo un lema: “La escuela redime y civiliza”.
Pregunta. Después de cinco generaciones, ¿estaba escrito que un día se haría cargo de esta librería?
Respuesta. Qué va. Es más, todos los que han regentado la librería siempre han tenido carreras aparte. Mi madre era maestra, mi abuelo era químico... Como todo chaval cuya familia tiene un negocio, yo empecé currando en las navidades, los veranos, para campañas puntuales... Luego hice restauración de patrimonio, lo que pasa que no encontré trabajo de lo que me gustaba, o no encontré un trabajo decente. Ahora he sido la última en quedarme, pero mi hermana estuvo conmigo hasta hace poco.
P. ¿Llega con planes para continuar la saga?
R. Tengo dos hijos, una niña de 11 años y un niño de 11 meses. Es demasiado pronto para hacerme una idea de lo que van a hacer con sus vidas. Me haría ilusión pensar que llegaremos a los 200 años de historia, pero sobre todo quiero que ellos se dediquen a lo que les haga felices. Si es esto, fenomenal, pero si es la abogacía, pues también fenomenal.
P. ¿Es consciente de lo excepcional de heredar una librería que abrió hace 173 años?
R. Es muy excepcional y… acojona un poco. Vivimos en una época muy consumista, las tendencias de mercado cambian de un día para otro bestialmente y las nuevas tecnologías han arrasado con los libros porque se ha permitido la piratería, porque no se respeta el valor del trabajo de los demás.
P. La piratería es un problema, ¿y Amazon?
R. Amamón es como lo llamo yo [risas]. Yo siempre lo digo: Amazon es un mercader. Lo que le interesa es que tú entres en su plataforma. Venderte libros se la pela. Te vende libros como te vende chorizos o limpiadores para piscinas. ¿Qué va a pasar si consigue su objetivo de hacerse con todo el mercado? Que todos esos beneficios que da a sus clientes ahora mismo, cuando tenga todo el mercado se van a convertir en que pedirá el precio que quiera, porque será el único que pueda vender. A mí no me gusta. Yo soy de las que hoy en día puedo decir que solo he comprado una vez en Amazon, y porque no me quedó otro remedio. Era un libro de texto para un cliente y era la única manera de conseguirlo. Si no, yo perdía a ese cliente o, por lo menos, quedaba fatal.
P. ¿Cómo transcurre un día cualquiera en la librería más antigua de España?
R. Primero abrimos al público, obviamente. Luego llega la montonera de cajas, porque la gente se piensa que las librerías son como en Notting Hill, con el librero leyendo detrás del mostrador. Pero no, nada más alejado de la realidad: recibimos un montón de novedades al día. Hay que abrir muchísimas cajas, incorporar todos esos albaranes al sistema informático, clasificarlos y colocarlos en las estanterías. Luego, muchas veces hay que hacer sitio, porque para que entren unos libros, tienen que salir otros. El sistema de novedades tiene un plazo de tres meses. Mientras hacemos todo esto se atiende al público y se preparan pedidos especiales de bibliotecas, universidades…
P. ¿Y cuándo lee un librero?
R. Antes, que no tenía niños, leía por la mañana, al mediodía, por la noche y el fin de semana. Ahora que tengo hijos, leo cuando puedo. Tengo una preadolescente y uno que le salen los dientes. Es un poco difícil.
P. ¿Qué hace a un buen librero?
R. Lo primordial es que te gusten la lectura y los libros. También creo que es importante tener buenos oídos. Al lector le tienes que escuchar y tienes que saber lo que le gusta, y te tienes que acordar de lo que le gusta y lo que no. Porque a ti te puede gustar mucho un libro, pero al cliente con el que estás ahora mismo, no. Hay que tener un poco de tacto y saber que hay gente a la que le gusta la literatura más comercial y que hay otros a los que lo comercial les horroriza y quieren siempre esa vuelta de tuerca.
P. El librero es entonces un poco psicólogo.
R. Pero con todo el respeto a los psicólogos, ojo, porque nosotros nos quedamos en la capa más superficial de la psicología. Pero sí, porque además al lector que le gusta una cosa hay veces que está en un punto de su vida que necesita otra. Entonces hay que darle un pequeño empujoncito y decirle: ‘No, yo creo que esto te va a gustar’. Y a veces descubren cosas porque tú les has empujado. Si no, a lo mejor, no salen de su zona de confort. Aunque a veces te columpias, y metes la pata.
P. ¿Y qué hace a un buen lector?
R. Yo me acuerdo de que cuando empecé a trabajar en la librería, cuando iba a las reuniones de libreros, en esos círculos se decía que había que leer a los grandes clásicos, que había que leer a Fulanito o Menganito. Pero yo siempre he pensado que un buen lector es el que disfruta leyendo. Y si tú disfrutas leyendo cómics, ¿por qué vas a ser peor lector que el que disfruta leyendo a Cervantes? Está muy bien si eres capaz de leer 2.000 libros a la semana y de acordarte de los autores, las temáticas y los títulos. Pero para mi gusto eso no te convierte en mejor lector que otro que a lo mejor no tiene esa capacidad. De todo se puede aprender.
P. ¿Cuál cree que es el papel de una librería dentro de la ciudad?
R. Primero como negocio, como creador de empleo. Luego, como dinamizador cultural de tu ciudad. Empiezas con los enanos, les empiezas a generar ese gusto por la lectura... y la lectura te hace crecer como persona, te aporta conocimientos que te permiten tomar decisiones con más criterio y puntos de vista. Las librerías lo que hacen en las ciudades es eso: hacerlas crecer.
P. ¿Cuáles han sido los grandes best-sellers de la librería, que también tuvo una editorial propia hasta 1984, a lo largo del tiempo?
R. Las enciclopedias, que había de primero, segundo y tercer grado, esas se han vendido todo lo que quieras. En su momento, una editorial intentó sacarlas sin nuestro permiso, pero no llegamos a juicios porque las retiraron. De esas nos han pedido los derechos para publicarlas, pero por temas familiares no se ha hecho. También las cartillas Amiguitos, que eran como los antecedentes de los cuadernos Rubio, con las que aprendieron a leer todos nuestros bisabuelos y abuelos. Y de narrativa, por ejemplo, Cuentos para soñar, de María Teresa León, la mujer de Rafael Alberti, que además estaban ilustrados por una artista muy importante, Rosario de Velasco.
P. Se dice que las mujeres son las que más leen.
R. Sin lugar a dudas. Y sobre todo en ciertos tramos de edad. Yo nunca he hecho números, pero por ejemplo te podría decir que, por cada adolescente, por cada chaval que entra a mi tienda, entran 15 chicas. En adultos, a lo mejor está un poquito más igualado, pero yo miro las redes sociales y en los insights que te dan de la cuenta, más del 70% de los seguidores son mujeres y las que más interactúan son ellas. Por eso creo que al final no es solo la sensación de la tienda, sino que sí que es verdad, leemos más nosotras.
P. Con tanta práctica acumulada, ¿podría juzgar un libro por la cubierta y saber si va a tener éxito?
R. No, no, no me creo tan lista, eso sería un poco presuntuoso. A ver, puedes saber si va a gustar o no, eso sí. Pero es muy difícil, te puedes pegar batacazos. Ha habido veces que he visto libros que he dicho: ‘Esto…’ [pone cara de disgusto] y luego se venden un montón. Y al revés: libros que te pasan las editoriales antes de la publicación para que te los leas y dices: ‘Me ha gustado mogollón’, pero luego se pierden. Entonces, te llevas sorpresas. También están los típicos que sabes que sí se van a vender, pero que lo sé yo, lo sabes tú y lo sabe cualquiera. Ciertos autores que ya tienen un nombre y que muy mal lo tienen que hacer para sacar un libro y que no se venda.
P. ¿Qué consejo le daría a alguien que quiera abrir una librería?
R. Les diría que lo hagan como ellos lo sienten, que si les gusta y es lo que les apasiona, que tiren adelante. Que es un trabajo que requiere mucho esfuerzo y mucha dedicación, pero yo creo que como todos. Que es muy bonito, que lo disfruten porque van a conocer mucha gente muy diferente y peculiar, porque los libros al final te traen a gente muy diferente. Pero consejos… es que no me veo yo tan sabihonda y tan guay como para dar consejos a nadie. Casi estoy para que me los den a mí.
Babelia
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