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Una nueva mirada al arte clásico donde caben los sami, la comunidad LGTBI y el ecologismo: el Ateneum de Helsinki da la vuelta a su colección

La institución reorganiza su repertorio, levantado en el siglo XIX sobre los cimientos del nacionalismo, para abordar las cuestiones que definen a los finlandeses en el XXI

Silvia Hernando
'Comba en verano' (1972), de Pirkko Lepistö.
'Comba en verano' (1972), de Pirkko Lepistö.museo ateneum

Hasta hace poco más de un año, en la sala principal del museo nacional del arte clásico finlandés colgaban —como cabría esperar— las pinturas de algunos de los artistas insignia del país escandinavo. Paisajes nórdicos majestuosos y sobrecogedores, atardeceres luminosos y familias felices al calor del hogar. También, eso sí, escenas mitológicas con héroes viejos y supuestamente sabios que toman a mujeres contra su voluntad, niños sami (una minoría de Laponia) trazados con una pincelada exótica y figuras de rasgos compartidos, como una única entidad homogénea. Aquellas obras, concebidas en una tierra que primero formó parte de Suecia y fue anexionada por Rusia en 1809, encapsulaban el símbolo de la nación tal y como la concibieron sus pioneros en el siglo XIX. Entonces, una pieza fundamental para formar el retrato robot de lo finlandés se perfiló desde el arte en el Museo Ateneum, creado en 1887 para albergar una escuela donde formar a los primeros creadores del país y que hoy guarda su más destacada colección de arte clásico de entre los siglos XVIII y XX.

'Cerdos y urracas', 1875, de Ferdinand von Wright.
'Cerdos y urracas', 1875, de Ferdinand von Wright.Hannu Aaltonen

Al igual que la mayoría de las grandes instituciones culturales de Helsinki, el Ateneum se ubica en pleno centro de la capital, mano a mano con los principales edificios del poder. Y en el corazón del propio museo —alojado en un riguroso e imponente edificio de estilo neorrenacentista— se desplegaban hasta hace poco aquellas pinturas épicas y empoderadoras de artistas como Eero Järnefelt, Anton Lindforss y Akseli Gallen-Kallela. Tras varios meses cerrada por obras, la galería reabrió el pasado 14 de abril con una nueva exposición permanente titulada Una cuestión de tiempo, una suerte de resurrección concebida a partir de un ejercicio paralelo al que gestó sus orígenes: volver a analizar, desde la atalaya del siglo XXI, el estado de la identidad finlandesa. Tras la remodelación, los clásicos continúan formando parte del recorrido, solo que ya no ocupan el espacio más distinguido y ahora se exhiben acompañados de otras voces e imágenes históricamente ignoradas: pinturas de samis, judíos y gitanos y obras de creadores LGTBIQ como la pintora e ilustradora de lengua sueca Tove Jansson y el artista Magnus Enckell, así como representaciones de finlandeses de nuevo cuño, llegados de otros rincones del planeta.

En la sala central, los paisajes idealizados y las imágenes mitológicas han sido desplazados por pinturas y esculturas que remiten a la naturaleza y el daño que los seres humanos le estamos infligiendo. La raza de cerdos que pintó Ferdinand von Wright en Cerdos y urracas (1875) se ha extinguido y cada vez se ven más escuálidos aquellos tupidos bosques que plasmó Berndt Lindholm en su Interior de bosque (1882). Poco queda de la sociedad eminentemente agraria que capturó Hjalmar Munsterhjelm en Pastizal en Häme (1881). Por supuesto, como concede Timo Huusko, uno de los comisarios de la muestra, otorgar un lugar destacado a estas obras —flanqueadas, además, por algunas de las piezas más modernas expuestas en el Ateneum, algunas del siglo XXI— supone toda una “declaración de intenciones”. Las pinturas hablan con su lenguaje visual de la urgencia del mensaje ecologista pero también, y ahí se cierra el círculo entre el origen del museo y esta nueva etapa, del papel de los museos a la hora de generar debate.

'Autorretrato', 1942, de Tove Jansson.
'Autorretrato', 1942, de Tove Jansson.museo ateneum

Como reconoce Huusko, si bien las incipientes críticas a la nueva colección permanente están resultando generalmente positivas, “algunos de nuestros visitantes, que han venido decenas de veces, no han recibido bien este cambio tan drástico”. No se puede girar el timón sin salpicar a nadie. Junto con las visiones ampliadas de las personas y la naturaleza, se ha reservado una sección a la unión inextricable entre arte y poder, personificada en los donantes y gestores que han escrito las líneas del discurso del museo. La relación de Finlandia con el exterior no solo queda reflejada en las influencias que asimilaron los artistas que viajaron por Europa, sino también en los trabajos de creadores internacionales que ha ido atesorando la institución, nombres como Paul Cézanne, Marc Chagall, Paul Gauguin, Vilhelm Hammershøi, Edvard Munch y Vincent van Gogh, de quien, a modo de curiosidad, el Ateneum fue el primer museo del mundo en comprar una obra (Calle en Auvers-sur-Oise, de 1890).

Salta a la vista que el nombre de la exposición permanente, Una cuestión de tiempo, va cargado de sustancia semántica. “Nuestros predecesores del siglo XIX eran hijos de su tiempo, pero la sociedad finlandesa ya no es tan homogénea como antes”, afirma la directora del Ateneum, Marja Sakari. “De hecho, en el siglo XIX tampoco era tan homogénea, pero esa es la narrativa que se erigió en verdad. Sin embargo, cuando miramos a nuestra colección desde un punto de vista contemporáneo, las obras nos cuentan otra historia”.

'Autorretrato con fondo negro' (1915), de Helene Schjerfbeck.
'Autorretrato con fondo negro' (1915), de Helene Schjerfbeck.Hannu Aaltonen

A diferencia de otros lugares, en la Finlandia del siglo XIX a las mujeres sí se les permitía estudiar arte y viajar para formarse. Junto con sus compañeros, fueron asimilando las tendencias europeas del momento para incorporarlas a su mirada particular. A pesar de aquella inclusividad pionera, en la actualidad ellas solo conforman el 11% de la colección del Ateneum, una contradicción que Sakari achaca al hecho de que, hasta no hace tanto, “las juntas de adquisiciones estaban formadas solo por hombres, que o bien no querían comprar a mujeres o bien no le daban importancia a la cuestión”. Para paliar el déficit, el museo destina un presupuesto anual de unos 300.000 euros para incorporar trabajos de mujeres. Muestran especial interés en la obra de Helene Schjerfbeck, una pintora realista venerada en el país escandinavo pero muy poco conocida más allá, que sin embargo ya ha derribado algunas fronteras: entre todos los artistas finlandeses, es quien mayor precio ha alcanzado en subasta y sus trabajos se mostraron fuera de casa en una gran exposición en la Royal Academy of Arts de Londres en 2019.

En apenas unas décadas, los idílicos pueblecitos finlandeses enmarcados entre la nieve y los árboles se transformaron en ciudades impulsadas al ritmo frenético de la modernidad. La irrupción del hormigón y la tecnología, determinante para el desarrollo del país, marcan otra de las paradas de la renovada colección permanente del Ateneum, la que aborda los cambios radicales heredados del pasado siglo. “Fue una época dualista, cargada de utopía y distopía, de grandes expectativas pero también de desastres y desesperación, y esa es la idea que quería manifestar”, explica Ane Utriainen, la comisaria a cargo de esta sección de la muestra, que alcanza hasta los años setenta (a partir de esa fecha aproximada, recoge el testigo el museo de arte contemporáneo Kiasma, cuya actual retrospectiva dedicada al barcelonés Daniel Steegmann Mangrané se trasladará a partir de octubre al MACBA).

'Krash' (1971), de Mikko Jalavisto.
'Krash' (1971), de Mikko Jalavisto.museo ateneum

Los artistas finlandeses recrearon las muchas caras de la modernidad desde la panoplia de estilos que eclosionaron en el siglo XX: del expresionismo de Elga Sesemann a la abstracción de Birger Carlstedt y el pop de Mikko Jalavisto. “De las 28.000 obras que conforman la colección del Ateneum, 11.000 son de esa época, de modo que la cantidad de material para organizar la exposición era enorme”, agrega Utriainen, que destaca que más de la mitad de esos trabajos están realizados en papel. De entre los expuestos, algunas piezas abundan en un periodo muy politizado y poco estudiado del arte finlandés, los años setenta, “donde los artistas e incluso los profesores adoptaron ideas de extrema izquierda”. “Estas obras reúnen las cualidades del arte político tan importantes en nuestra época”, agrega la comisaria. “Además, adquieren todavía más relevancia si tenemos en cuenta que acabamos de tener elecciones y estamos a la espera de ver qué administración vamos a tener, parece ser que de extrema derecha”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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